Resumen de prensa
Arecismo en domingo
12 de junio de 2007 - La Nueva España

Víctor Guillot Monroy

Por la izquierda, Higinia Torres, José Manuel López, Paz Fernández Felgueroso, Vicente Álvarez Areces y Francisco Prado Alberdi, entre otros asistentes al homenaje a Juan Muñiz Zapico, ayer, en Gijón. [Foto: Marcos León]
Todo hombre, hasta el más cínico, necesita creer en una idea para tenerse en pie. Todo político debe estar de acuerdo consigo mismo para sostenerse. A la vista del homenaje a Juan Muñiz Zapico, disfruté contemplando cómo todo el mundo creía en una idea y cómo el comunismo sirve todavía para recordar a los muertos.

El Partido Comunista de Asturias no está muerto, pero sí moribundo, y como en un domingo de Corpus, el marxismo recuperó la vida merced a Vicente Álvarez Areces. Hay en el arecismo una pátina marxista que funciona siempre que se producen este tipo de acontecimientos y que nos reconcilia con el socialismo asturiano hasta que amanece lunes.

El pasado domingo se recordó al asturiano del «proceso 1001». La clamorosa ausencia de Jesús Montes Estrada, Jesús Iglesias o Aurelio Martín pusieron de manifiesto la fractura política que vive la izquierda asturiana o lo cínicamente olvidadiza que también puede llegar a ser cuando de lo que se trata es de recordar a un sindicalista y el homenaje lo montan otros.

Noemí Martín, la gigantea del comunismo asturiano, estuvo presente desde el patio de butacas del teatro Jovellanos, mientras el arecismo, que no la FSA, y el sindicalismo asturiano le daba lecciones desde el atrio sobre unidad, concordia, historia y compromiso político. Incluso la Alcaldesa definió a Juan Muñiz Zapico con palabras de Horacio Fernández Inguanzo, remontándose a sus raíces marxistas y al socialismo galvanizado de Tierno. La escenificación funcionó, pero los que todavía militan en el partido, tuvieron la agria sensación de que allí los papeles estaban cambiados.

Areces, con la camisa abierta y sin corbata, que es una camisa honesta y proletaria, habló de la unidad a los ausentes, más que a los presentes. El Presidente conserva un carisma hipnotizante para todos aquellos comunistas caídos en desgracia o que se han alejado de la órbita del PCA, con los que Jesús Iglesias y Churruca ya no tienen nada que cortar ni nada que compartir.

Areces es un magnífico tahúr de la política capaz de capitalizar la historia política de la izquierda asturiana, en la que, sin ninguna duda, él fue uno de los protagonistas. Debe decirse ya que el tiempo ha demostrado que el Presidente fue el vencedor en la crisis de Perlora. En cualquier caso, es fácil recordar con contrición pero más difícil salvar a todo un sindicalismo y revolucionarlo. Demasiado peligroso, incluso para Areces.

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