Epílogos para un viaje |
1
Digo epílogos como dije prolegómenos. Porque no fue una sola razón la que me movió a emprender el viaje sino varias y de diferentes naturalezas, como no hay una sola experiencia después de realizado, sino varias que vienen a explicarse en mis pensamientos, sin un orden determinado, cuando menos lo sospecho.
2
Todo lo que cuento en este librito es real, en el sentido de que el viaje se ha cubierto en las fechas que se indican, del año 2004; las personas que aparecen lo hacen unas veces bajo su propio nombre y otras con nombre inventado, y los hechos han ocurrido tal cual se dicen, si bien la interpretación pudiera tener otras versiones como lo tendrá su lectura, aunque seguramente más parciales pero no menos dignas de crédito.
3
A Pathé N`Dour lo cito con su nombre verdadero como recomendación para algún lector o lectora que decida visitar Senegal o adentrarse en alguna excursión por estos países, y porque me prestó muchos pensamientos que formarán parte de su libro y un día los podremos comparar.
4
No hay una sola amistad que ocupe toda la amistad como no hay un solo amor que ocupe todo el amor. Como no hay una maldad que ocupe toda la maldad. Como no hay un dios que ocupe todos los dioses. Como no hay un dolor que ocupe todos los dolores...
5
Pathé quiso convertirme al animismo regalándome un dije que debería llevar en el brazo durante el resto de mi vida. El amuleto te traerá suerte, me dijo. ¿Quién puede desdeñar la suerte para el resto de la vida? Entre una promesa de buena suerte y su contrario ¿quién elige lo segundo? ¿quién no se deja seducir? Por gratitud a sus deseos lo he llevado hasta hoy mismo. Ahora me lo quito y lo anudo a la estatuilla de bronce de la reina diola como un buen recuerdo.
6
En los momentos de íntima soledad paseaba por las playas de Saly buscando entre la arena restos minúsculos de perlas.
7
Caminando una tarde, empeñado en esa búsqueda de los granulométricos restos de nácar que los siglos y sus mareas arrastran a la orilla del mar antes de que se pierdan en lo eterno, encontré a tres mujeres que pretendían venderme unos pañuelos. Les dije, abriendo mi mano y mostrándoles mi tesoro, que podíamos hacer un cambio. Rieron y me llevaron con ellas, pero no lo he considerado relevante para este relato.
8
Pero eso ocurrió justo antes de que Pathé me llevara a comer en su casa y Fatú desmenuzara el pollo con sus dedos orillándolo a mi lado de la fuente para que yo lo comiera. Entonces saboreé la envidia.
9
Hay gestos que inducen al error y gestos que iluminan plenamente. (El gesto de Vítor al regalarme su blusa tintada a mano y las lágrimas en el aeropuerto de Bucarest, frente al gesto en que su propia complacencia llevó a aquella persona a hablar de su visita a España en 1989).
10
Durante unos días, tonto de mí, no quise llamar Pasionaria a esa planta y a su flor, por el recuerdo doloroso que me traía, y encontré otros nombres como maracujá o granadilla.
11
Sigo amando el recuerdo de Vítor cuando venía con Olguita a la habitación 108 del anexo sindical en la escuela Stefan Gheorghiu de Bucarest. Lo amo como un momento con vida propia, sin consecuencias ni continuidad en el viaje de mi vida. Pero las tuvo.
12
¿Qué es un mes en la vida de una persona? Mucho o nada. ¿Y diez días? En términos aritméticos sería un tercio de un mes. Un tercio de nada es nada; un tercio de mucho sería bastante.
13
Ahora sé que valoro más la idea de la amistad que la presencia del amigo. Comprendo también por qué prefiero estar lejos de los seres queridos.
14
Un recuerdo no agota todos los recuerdos, como un mal recuerdo no puede eclipsar todos los buenos recuerdos.
15
He modificado aquella sentencia wolof a mi manera, y vengo a pensar que el remedio de la persona es el sueño de la persona.
16
En el barrio diola de Ziguinchor fui invitado por una mujer a comer su guiso, pero Pathé estimó que retrasaría mucho la marcha. De haber ido solo habría aceptado vivir ese momento. Lo estaba deseando.
17
En **** paramos para comprar kallup o senga, vino de palmera, pero no era su tiempo. Yo quería rellenar las calabazas de la reina diola.
18
La botella de güisqui llegó a casa sin haber sido desprecintada. Ahora me dispongo a echar un trago.
19
No hay una soledad que abarque toda la soledad.
20
Creo que después de seis meses debería olvidar la mirada implorante de aquel pobre perro. Tal vez lo habría logrado de no haberla visto otra vez en los ojos de Vítor cuando los volvía hacia el ministro y el embajador la noche de la cena.
21
En ocasiones me pregunto dónde estarán ahora los jóvenes poetas de los momentos primeiros da construção. ¿Adónde van los poetas cuando mueren? Es entonces cuando recuerdo a Rafael Barbosa mirando al futuro desde su humilde casa.
22
Todos los uniformes me causan temor, pero ¿adónde van los militares cuando se desarticulan los ejércitos?
23
Todas las religiones me dan miedo, por eso no podía hacerme animista.
24
Hoy, primero de diciembre, recién terminado de escribir este librito, conecto la televisión para tomar contacto con el mundo y me encuentro otra vez con el viejo amigo periodista que sigue defendiendo su placer de fumador frente a un proyecto de decreto de gobierno que lo castiga. Ya se le curó el catarro. Parece que el tiempo se les hubiera detenido.
25
Sigo teniendo la sensación de cobarde.
Guadalajara, primero de diciembre de 2004