Resumen de prensa |
El relato Caliente, del asturiano Denis Soria (Gijón, 1989) ha sido el ganador de la decimosexta edición del único concurso de temática exclusivamente minera organizado por la Fundación Juan Muñiz Zapico. Un año más, la participación internacional da muestras del nexo de unión entre la minería de todo el mundo.
"...nesta ocasión "bocanegra" chumaba pol so arguyu, Caliente, un güe casín col que trabayaba de treneru tirando poles vagonetes de llunes a sábadu. L’empresariu quería trayer mules de Castiella y yá nun-y diben arrendar más l’animal. Muncho-y caltriaba vender aquel güe, anque ¿quién diba compra-y aquella bestia ruina, rebaxuela y con un cuernu solu?".
Es la segunda vez que el jurado otorga el primer premio a un relato íntegramente en asturiano. En esta ocasión, ha sido para Caliente, de Denis Soria, quien afirma sentir fascinación desde siempre por la lengua y cultura asturleonesas. Es Guía Oficial de Turismo de Asturias, Guía de la Catedral de Oviedo y estudia Historia en la Universidad.
-¿Conocías la trayectoria del Concurso de Relatos Mineros?
-Sí, de hecho me animé a participar un poco gracias a mi amigo Armando, que lo ganó el año pasado. Ambos nos llevamos bastantes años de diferencia. Él bajó a la mina, yo me crié en los 90, la época de la "muerte dulce" del carbón, del cierre de los pozos, del Villamocho… Pero pertenecemos a las últimas generaciones que van a tener contacto con la minería, directa o indirectamente. Y es que vivimos un momento de cambio histórico y sociológico del que no sé muy bien hasta qué punto somos conscientes, de ahí que sea tan valioso contar con un espacio particular para esta temática. El sentimiento de colectividad, el compromiso, la conciencia de clase que se suele reflejar en este tipo de literatura seguramente vaya a chocar con creaciones posteriores más tendentes a ponderar la "heroicidad" y la mentalidad individual.
-En lo personal ¿tienes alguna vinculación cercana con la minería?
-Mi familia llegó a Mieres en los años 50. Antes que eso mi bisabuelo materno había trabajado en las minas cercanas a Santa Eufemia (Córdoba), donde estaba a cargo de una colectividad anarquista. Murió en 1948, pero no en el pozu, sino disparando en el monte contra la Guardia Civil. Sé que su hijo, mi abuelo Isidoro, crió a mi madre y a mis tíos en Returbiu y que trabajó en Polio, hasta que quedó enterrado vivo bajo toneladas de carbón y por poco no lo cuenta. Del trauma, supongo, nunca pudo volver a la mina. Siempre ha sido un tabú.
-Otro año más resulta ganador un relato en asturiano. ¿Un reconocimiento más a la llingua?
-Apuesto siempre por valorar la calidad
literaria por encima de cualquier
otro aspecto, como el idioma. De todas
maneras, si esto sirve para que alguien
cambie la manera de mirar hacia su lengua
tras verla reconocida y dignificada
en un espacio "elevado", como el literario,
mejor todavía.
Pero podemos tener una lengua muy
reconocida, con muy buena literatura y,
al tiempo, tener una lengua muerta. Más
allá de reconocimientos necesitamos
asumir un sentido de la responsabilidad,
usarla fuera y dentro de casa, aprender
a hablarla mejor cada día, transmitirla...
Se trata del patrimonio inmaterial más
importante que tenemos en Asturias
y en León. Y, si se quiere ver desde un
punto de vista utilitarista, de un recurso
propio del que otros, como nuestros
vecinos gallegos o mirandeses, ya están
sacando provecho.
-Tu relato ¿pretende visibilizar al incontable número de animales que trabajaron en las minas?
-Algo de eso hay, no eran simples mascotas. Fueron bueyes, vacas y mulas, bestias con su nombre y su carácter cuidadas como oro en paño por los trenistas, a quienes ayudaron a ganar el pan con una obediencia y una devoción desmedida en muchos casos, y con una exasperante necedad y rebeldía en otros tantos. Sobrecoge pensar que, avanzados los años 70, aún hubiese minas funcionando a base de sangre y músculo.