Considerar que la transición de la dictadura al actual sistema democrático fue fruto de la voluntad de unos pocos sería una injusticia histórica. Olvidar el protagonismo que tuvo lo colectivo, de cómo los pueblos cuando se movilizan pueden construir un futuro diferente del que le quieren imponer.

En este proceso el papel del movimiento obrero y de Las Comisiones Obreras fue determinante. En el año 1975 se perdieron 14 millones de horas de trabajo por huelgas, y en 1976 esta cifra subió hasta los 150 millones, afectando a casi 3 millones de trabajadores. Eran constantes las manifestaciones y las plataformas reivindicativas que exigían la amnistía, la libertad sindical y de reunión... la lucha por las libertades se hacía paso a paso, forzando la legalidad.

La Transición no estaba decidida a partir de la muerte del dictador y de la instauración de la monarquía. Desde el poder se buscaba, con el menor número de concesiones posibles, una democracia controlada, donde el poder siguiese en manos de los mismos. Hasta marzo de 1977 no se aprueban las reformas laborales que reconocen, entre otros, el derecho de huelga.

El protagonismo de los y las trabajadoras en la conquista de las libertades es fundamental. De nuestro pasado reciente pueden, y deben, extraerse lecciones útiles para el conjunto de la sociedad: La democracia no fue donada, sino conquistada y en esa conquista los trabajadores y las Comisiones Obreras jugaron un papel fundamental.