CC.OO., treinta años después
marzo/abril de 2007 - El Sindicato
El 28 de abril de 1977 se legalizaban de nuevo los sindicatos en España. Este acontecimiento se producía después de múltiples intentos para evitar el desmantelamiento de la Organización Sindical franquista y de las maniobras de dilación tendentes a acabar con la hegemonía que al final de la dictadura tenía Comisiones en el Movimiento Obrero.
La legalidad suponía un nuevo escenario en nuestra ya larga historia: desde aquellas comisiones de obreros, que en los años 50 comenzaron a aparecer para dar respuesta a problemas concretos en los centros de trabajo y que después se coordinaron entre ellas, habíamos llegado a ser el "movimiento sociopolítico organizado" que encabezaba las luchas obreras de este país. Ni habíamos nacido ni habíamos crecido pensando en transformarnos en un sindicato, pretendíamos que, una vez conquistada la libertad, se estableciera un sindicato unitario de los trabajadores, un sindicato que representara a todos y donde estuviéramos todos, independientemente de las ideas políticas que cada cual pudiera tener. Hoy puede parecer una aspiración ingenua, pero no lo era en aquellos momentos: partíamos de la experiencia de unas comisiones de obreros en las que luchábamos juntos comunistas, cristianos progresistas, diferentes tendencias socialistas y personas sin ninguna adscripción política.
Pero durante el año 1976 la idea del Sindicato Unitario de los Trabajadores comenzó a ser inviable. Coincidían en el objetivo de potenciar a otras centrales sindicales, para acabar con la preponderancia de CC.OO., tanto aquellos que veían en nuestra combatividad y capacidad movilizadora un obstáculo para sus intereses económicos o políticos como quienes necesitaban con urgencia estar en el nuevo escenario y recuperar los 30 años de una casi nula oposición interna a la dictadura.
Los apoyos directos e indirectos a la UGT facilitaban su recuperación mientras que CC.OO. se veía obligada a luchar por cada pequeña parcela de legalidad. Para constatar esto baste recordar que mientras UGT celebró su XXX Congreso en un hotel de Madrid, con la presencia de delegaciones extranjeras, nosotros decidimos constituirnos como sindicato en la Asamblea de Barcelona en la ilegalidad y en un local parroquial bajo unas condiciones de hacinamiento que los asistentes a ella no olvidaremos jamás. En Asturias la reunión preparatoria de esta Asamblea fue disuelta por la policía que rodeó, en un despliegue espectacular, la iglesia de Roces en Gijón.
La legalización de los sindicatos no significó el final de este trato desigual: El 1º de Mayo de 1977 a UGT de Asturias se le autorizó un mitin en el Pabellón de deportes de Oviedo mientras que se prohibía el que CC.OO. y USO pretendíamos realizar en la Plaza de Toros de Gijón.
En esta situación, transformarse en una organización sindical no resultó fácil, y desde el momento en que se tomó la decisión quedó claro que queríamos ser "un sindicato de nuevo tipo". No nos servían los modelos clásicos, queríamos mantener la asamblea como el elemento fundamental de participación y movilización, los comités de empresa como órganos de representación y negociación… En resumen, queríamos hacer sindicalismo con los trabajadores y no sólo en su nombre. Además, nuestra estructura organizativa, por exigencias de la clandestinidad, era casi exclusivamente territorial y nuestra implantación en sectores emergentes, como los servicios y la administración, bastante débil. Con estas intenciones y estas condiciones, construir una organización sindical, sin ningún tipo de ayuda externa (no le ocurría lo mismo a otros), con muy pocos medios materiales y escasos recursos económicos resultó una tarea que exigió muchos esfuerzos y sacrificios… ¡Pero mereció la pena!
Hoy CC.OO. es una gran central sindical que, a pesar de las dificultades y el tiempo transcurrido, sigue manteniendo algunos rasgos que la diferencian de otros sindicatos. No podemos olvidar que esta realidad presente se la debemos a multitud de hombres y mujeres que la construyeron paso a paso desde aquella primera comisión de obreros surgida en 1957 en la mina La Camocha.
José María Fidalgo lo resumía muy bien al referirse a los participantes de la Asamblea de Barcelona en la conmemoración de su 25 aniversario, aunque debe extenderse a muchos más:
"Eran más jóvenes. Muchos, la mayoría, aprendieron sindicalismo a golpe de corazón, inteligencia y valor. Muchos fueron despedidos o encarcelados (…) Crearon comisiones en las fábricas y en los tajos y se fueron coordinando. Aprovecharon la Ley de Convenios Colectivos y el Sindicato Vertical. Los había comunistas y los había cristianos. Todos se comprometieron con los trabajadores y con el futuro del país. Y pelearon duramente.
Todos nuestros éxitos son suyos. Y si la sociedad española ha podido progresar tras haber obtenido la libertad, que es el ingrediente básico del progreso, es porque ellos, con otros, pero ellos, humildes trabajadores, esforzados, hicieron lo que hicieron. Si hoy CC.OO. es un sindicato importante, con capacidad de movilizar trabajadores y movilizar opiniones, es porque ellos movilizaron trabajadores, ciudadanos y conciencias…"