Treinta años de pasión sin Juanín
8 de enero de 2007 - La Nueva España
La viuda y los hijos de Juan Muñiz Zapico le recuerdan como «un hombre maravilloso»
La Frecha (Lena), José A. Ordóñez
Han pasado ya treinta años desde que un trágico percance de tráfico segara la vida de Juan Muñiz Zapico, pero su viuda, Genita Torre, sigue hablando de Juanín, del hombre y del sindicalista, con la misma pasión que cuando se conocieron en Valladolid para dar comienzo a una relación que duró 18 años y que pudo con todo, con la represión y con la cárcel, menos con aquel fatal accidente del 2 de enero de 1976. «Juan fue una persona maravillosa en todos los sentidos; el hombre de la unidad, que merecía haber vivido muchos más, por su bien y el de la clase obrera», dice Genita, mujer menuda y de ojos vivos, con una vitalidad extraordinaria.
LA NUEVA ESPAÑA acompañó ayer a Genita durante una visita a La Frecha, la localidad en la que nació Juanín y en la que el matrimonio residió varios años antes de trasladarse a Gijón. Junto a sus hijos, Yolanda y Marcos, y al pie de la casa familiar, la viuda de Juanín recuerda que le conoció en Valladolid, donde ella estaba de visita y él cumplía el servicio militar. Quedó prendada de aquel chico de 18 años, «tan guapu y curiosu». Del soldado que no tardaría en enviarle unas «maravillosas» cartas de amor. «Yo era una chica de un pueblo de Grado que nunca había leído cosas tan bonitas como las que me escribía Juan, que siempre fue muy inteligente». Tras el correspondiente noviazgo, llegó la boda. La pareja se estableció en La Frecha, una pequeña localidad cercana a Campomanes, donde la familia Muñiz Zapico, muy apreciada en la zona, regentaba un bar. Genita no tardó en darse cuenta de que su marido era «un político de los pies a la cabeza». Y que no era precisamente afecto al régimen franquista, sino todo lo contrario. Constantes reuniones en la clandestinidad, persecución policial y dificultades para lograr un empleo estable marcaron la vida en común de la pareja desde sus inicios. Pronto vendrían las primeras encarcelaciones. La viuda de Juanín trae a la memoria los viajes por media España para poder visitarle en prisión y en los que, según recuerda ahora con una sonrisa, «tenía que arreglármelas como podía, primero con una hija y después con la pareja».
«La solidaridad fue fundamental para salir adelante», rememora Genita mirando hacia la casa en la que hace 30 años le dieron la noticia de que su marido había sufrido un grave accidente. Justo antes de salir a dar el paseo en coche que le costó la vida en una carretera del valle del Huerna, Juanín la había acariciado mientras le decía, de forma casi premonitoria, que si algo le pasaba nunca se quedaría sola.
Después vino la monumental manifestación de duelo que despidió a Juanín en La Frecha. Más de 20.000 personas acudieron a dar el último adiós al «hombre de la unidad». Para Genita, «aquello fue tremendo, no nos podíamos imaginar algo así». Por eso, transcurridos treinta años desde entonces, asegura que «mi gratitud será eterna». Y la viuda de Juan Muñiz echa la vista atrás para recordar lo mucho que pasaron juntos. A su lado, aunque estuviera encarcelado a cientos de kilómetros de distancia. «Siempre lo apoyé en todo, y si naciéramos de nuevo, lo haría aún más». Genita está convencida de que su marido fue «un hombre bueno y justo, y que su causa era justa», porque «lo que más le importaban eran los humildes».
Entre los recuerdos imborrables de la familia están los relacionados con el denominado proceso 1001. Juan Muñiz Zapico fue detenido el 24 de junio de 1972 en el convento de los Padres Oblatos de Pozuelo de Alarcón, junto a otros nueve compañeros, acusado de reunión ilegal e ilícita como dirigente de Comisiones Obreras. La noticia llegó a La Frecha a través de la televisión. «Nos enteramos de que habían caído diez del sindicato y que uno de ellos era Juan, así que salimos de inmediato para Madrid». El juicio comenzó el día que la banda terrorista ETA asesinó al almirante Carrero Blanco, lo que puso el clima político al rojo vivo. La sentencia fue demoledora. Juan fue condenado a 18 años de cárcel. Su viuda acogió la noticia con serenidad, aunque ahora reconoce que «nunca pensamos que iba a estar en prisión todo ese tiempo». Así fue, Juanín recobró la libertad el 30 de noviembre de 1975 merced a un indulto real.
Su hijo Marcos, que entonces era un niño de corta edad y hoy tiene 35 años, no ha olvidado la llegada del cabeza de familia a la casa de La Frecha, una localidad que aquel 1 de diciembre de 1975 estaba tomada por la Guardia Civil: «Pensaba que mi padre debía de ser muy raro, ya que casi nunca estaba en casa, y cuando llegaba lo hacía acompañado de un montón de guardias».
Ni Marcos ni Yolanda tienen muchos recuerdos de Juan. Sólo algunos flases muy concretos. Marcos se acuerda de algunos partidos en la playa de Perlora, «que se suspendían cada poco, seguro que porque tenía que ir a algún acto del partido o del sindicato». Yolanda no ha olvidado que su madre y ella acompañaron a Juanín a una reunión en Caravia y que tuvieron que permanecer allí todo el día, paseando por la playa en pleno invierno o metidas en el coche, resguardándose del frío.
Pese a la dureza de la represión, a los malos tratos en las comisarías franquistas, a las condenas de cárcel o al poco tiempo que pudo estar con su familia, Genita asegura que Juanín nunca flaqueó en sus ideales de justicia social. «Por mucho que su madre le llamara algo la atención sobre los riesgos que corría, Juan estaba dispuesto a darlo todo por los más humildes; en eso siempre me recordó al Che Guevara», dice su viuda, para quien «tal compromiso hizo de él una persona muy querida, especialmente por la clase obrera». Para probarlo, explica que «en cierta ocasión, cuando estaba encarcelado en Pola de Lena, los guardias tuvieron que trasladarlo a Oviedo porque en la calle había una cola de más de trescientas personas que querían visitarle».
Juanín murió cuando tenía 35 años de edad, la que hoy tiene su hijo. Un mal golpe tras caer con su coche por un terraplén hizo que ni siquiera pudiera disfrutar un poco del régimen de libertades por el que tanto trabajó y sufrió. Su mujer está convencida de que «si llega a seguir viviendo, nunca hubiera cambiado». Y mientras rememora mil y una peripecias que hoy parecen ciencia ficción pero que ocurrieron hace sólo tres décadas -«como que uno vaya a prisión por el simple hecho de pertenecer a un sindicato»- sigue hablando con pasión de aquel apuesto soldado que un buen día conoció en Valladolid: «Juanín era muy bueno, una persona tan extraordinaria y maravillosa como sólo podemos saber quienes le conocimos y quisimos».