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La historia y las evocaciones personales del presidente Areces, entre otros, se fundieron en la presentación del libro "El proceso de los 23"
J. C. GEA
La presentación de un libro sobre unos hechos históricos se convirtió en un ejercicio de memoria, casi en una reconstrucción de época. Tal como se pretendía, un ejercicio de memoria colectiva. Pero también marcadamente personal. Y buena parte de esa evocación autobiográfica que ayer escucharon los asistentes, en la Librería Central, en la presentación del libro "El juicio de los 23", la rememoró en voz alta y por extenso el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces.
El volumen que dio pie a la remembranza -firmado por Enrique Barrera, José Torregrosa y Rafael Pillado, y editado por la Asociación Cultural "Fuco Baixán" de Ferrol y la Fundación 10 de Marzo de Comisiones Obreras en Galicia- reconstruye los hechos que originaron el que el director de la Fundación, Víctor Santidrián, aludió como "el último gran proceso del Tribunal de Orden Público" franquista, en el que sus 23 procesados llegaron a recibir peticiones de 17 años de cárcel con acusaciones tan graves como las de terrorismo "a pesar de que no se rompió ni un solo cristal".
Así lo recordaba Rafael Pillado, hijo de histórico dirigente obrero y participante directo en los hechos. Éstos tuvieron lugar el 10 de marzo de 1972, a raíz de las protestas de los trabajadores de los astilleros de Bazán en Ferrol, promovidas por Comisiones Obreras para demandar unos convenios de factoría específicos. Pero una movilización laboral era en aquel tiempo una movilización política. Primero, porque, como recordó Pillado, era el propio régimen el primer interesado en "politizar la protesta para desguazar la organización política y sindical". Y segundo, porque una movilización en Ferrol, ciudad natal de Franco, contribuía a "romper el velo desinformativo del régimen" y a "dar una imagen de los gallegos que no era la de un pueblo manso, callado y obediente al dictador". Era "una contribución a la lucha general por la democracia", según recalcó Pillado.
Lo cierto es que la concentración de los trabajadores, que arrastró a un Ferrol "que ya estaba muy movilizado y sensibilizado", acabó con dos muertos, cientos de detenidos, algunos exiliados y una dura respuesta del franquismo terminal que concluyó con los procesos contra los detenidos en 1975, unos meses antes de la muerte de Franco.
La unión en torno a los 23 procesados de abogados y apoyos del PCE, PSOE o la democracia cristiana "visualizó", según Pillado, "el proceso de entendimiento entre fuerzas democráticas" que ya se había puesto en marcha y que culminaría en la transición.
La memoria colectiva empezó a hacerse personal en los recuerdos de Álvarez Areces ya al principio del acto, cuando Fernando Ocampo, de la Asociación "Fuco Baixán", dio lectura a un largo poema en gallego, "Días negros", del que es autor el actual director del Instituto Cervantes en Lisboa, Ramiro Fonte. Porque se dio el caso de que, aunque no conocía el poema, el presidente del Principado sí recordó inmediatamente en Fonte a uno de sus alumnos de Matemáticas.
Álvarez Areces vivió de cerca todo aquel tiempo en Galicia, según detalló en sus recuerdos de una región, y en particular de una ciudad de Santiago de Compostela, donde había una resistencia que excedía con mucho las organizaciones clandestinas, "como se probó en las movilizaciones de 1968, en las que confluyó toda la sociedad, no sólo el movimiento estudiantil".
Areces se había trasladado a tierras gallegas a mediados de los sesenta para estudiar Exactas, pero también para trabajar activamente como miembro del PCE en la resistencia antifranquista. Ya había sido detenido en una ocasión y encerrado en una prisión preventiva de La Coruña, donde conoció, entre otros dirigentes, a Rafael Pillado. Volvió a ser detenido cuando el régimen reaccionó con dureza tras unos hechos que provocaron, según Areces, "algo insólito que no había sucedido durante todo el franquismo: que se perdiera el control de una ciudad entera".
El presidente del Principado aprovechó para realizar un cálido homenaje "al trabajo de los abogados laboralistas" que defendieron a los procesados ante los tribunales franquistas, y recordó que la superación de aquel tiempo, "que no debe olvidarse para que nunca se repita", se realizó "sin rencor pero sin desmemoria".