|
29 de marzo de 2006 - asturnews.com
Les muyeres antifranquistes protagonicen la III Selmana Cultural Pasionaria de Llangréu
30 de marzo de 2006 - La Nueva España
La mujer en la guerra civil protagoniza la III Semana cultural "Dolores Ibárruri"
03 de abril de 2006 - La Nueva España
Mujer: la historia silenciada
04 de abril de 2006 - La Nueva España
Mujeres silenciadas, mujeres olvidadas
06 de abril de 2006 - La Nueva España
La República, la gran dama
06 de abril de 2006 - La Nueva España
Domingo: «La ley de paridad evidencia el retraso de la mujer en la sociedad»
07 de abril de 2006 - La Nueva España
La República y las mujeres: pocos años, grandes avances
Les xornaes entamaes pola estaya local del PCA y la Fundación Muñiz Zapico rinden homenaxe a les represaliaes pola dictadura española
Redacción
Los actos escomiencen el prósimu llunes 3 d'abril col coloquiu "La llucha de les muyeres: protagonistes invisibles", presentada por Dolores González y na qu'intervienen Carmen Domingo, autora de los llibros "Con voz y voto" y "Nosotras también hicimos la guerra"; y Marisa Castro ex diputada d'Izquierda Unida. El xueves 6 de abril celébrase l'alderique tituláu "Histories lleíes. Relatos de muyer" y darréu va actuar el Coro Pasionata Langreana. La proyección del documental "Que mi nombre no se borre de la historia" centra l'actividá del viernes 7 d'abril, cola presencia de Javier Ruiz, secretariu de Memoria Histórica del PCE, xunto a Concha Carretero y Maruja Morrel, veteranes militantes comunistes qu'intervienen nel llargometraxe.
El pieslle de la Selmana Cultural va ponese el sábau 8 d'abril con una concentración al meudía nel monolitu que recuerda a la Pasionaria en La Felguera y un actu políticu nel qu'intervienen dirixentes locales del PCA, xunta la diputada d'IX-BA Noemí Martín y el secretariu xeneral de PCE, Paco Frutos. Darréu va entamar un homenaxe a toles muyeres víctimes del franquismu y una corderada nel local del Partíu Comunista en El Carbayu, pondrá'l remate a esta tercer selmana cultural.
Francisco Frutos, secretario del PCE, participará el día 8 de abril en el acto político que cerrará las jornadas
Langreo, Aitana Castaño
Foto: Fernando Rodríguez |
La actividad cultural culminará el día 8 de abril con un acto político frente al monolito a Dolores Ibárruri, en el que intervendrá Francisco Frutos, secretario general del PCE. El complemento a esta concentración serán charlas, lecturas y proyecciones de películas que se van a llevar a cabo en Langreo durante toda la semana con motivo de la celebración de las jornadas en honor de Pasionaria. El lunes 3 de abril, a las siete de la tarde, en la Casa de Cultura de La Felguera, tendrá lugar la conferencia "La lucha de las mujeres: protagonistas invisibles" a cargo de Dolores González, secretaria de la mujer de CC OO en Asturias. El jueves 6 de abril, a las siete de la tarde, en el centro cultural felguerino, el área de la mujer de IU pondrá sobre escena "Relatos de mujer" y actuará el Coro "Pasionata Langreana". El viernes 7 tendrá lugar la proyección del documental "Que mi nombre no se borre de la historia".
ANGELITA CUEVAS
Éstos fueron los motivos que nos animaron a trabajar en esta dirección y así aparecieron mujeres asesinadas, torturadas, desterradas, encarceladas, perseguidasÉ, a las que sólo sus familiares y amigos más cercanos recordaban, y, en justicia, no debemos permitir que su memoria se borre y desaparezca en el tiempo, como si no hubieran existido.
Cuando se recuerda esa época aciaga, no se hace con ánimo revanchista, se hace con dos objetivos claros: que las generaciones que no lo han vivido sepan que existió y conozcan las consecuencias para que nunca más se repita y, sobre todo y más importante, difundir los valores por los que estos/as luchadores y luchadoras dieron su vida o su libertad.
En la primera época de la dictadura, cuando aún estaba activa la guerrilla, la represión ejercida sobre las mujeres fue terrible. Mujeres que tenían a sus maridos, hijos, hermanosÉ en el monte eran sistemáticamente detenidas, conducidas a las dependencias policiales y torturadas para que delataran a sus seres queridos. Hoy nos preguntamos ¿cómo es posible que se cebaran sobre el sector más vulnerable?. Ellas estaban en sus casas cuidando de su familia como podían. No hay respuesta, el fascismo es eso, y ellas lo sufrieron en sus carnes y en sus vidas. A estas mujeres sólo les quedaba resistir, algunas lo consiguieron, sobrevivieron y fueron fuentes orales de la historia, otras tuvieron menos suerte y pagaron con sus vidas el precio de la sinrazón y la barbarie.
Ya en época posterior, años 50 y 60, otra vez las mujeres se pusieron al lado de los hombres en la lucha por unas condiciones de vida más dignas y participaron en las manifestaciones de apoyo a los mineros en huelga y colaboraron en todas las actividades que desde la clandestinidad se organizaban para luchar contra la dictadura. Recogían alimentos para los presos políticos, firmas para pedir su libertad, distribuían la propaganda clandestina, actuaban de correos tanto en el interior, como en el exterior, protagonizaron piquetes, encierrosÉ, y una vez más fueron duramente reprimidas: detenciones, duros interrogatorios, cárcel, destierro, humillaciones, (cortes de pelo al cero) y además tenían sobre sus espaldas la responsabilidad de sacar adelante a su familia.
También soportaron la incomprensión de una parte importante de la sociedad, que si no entendía la lucha de los hombres, menos aún la de las mujeres que "debían estar en su casa ocupándose de cosas de mujeres y no metidas en política". Esa misma sociedad, cómplice silenciosa de un régimen dictatorial, más tarde, ya en los albores de la democracia, se invistió de los valores por los que otros/as lucharon, ha sido la responsable de este silencio interesado de tantos años.
No sólo no queremos que se olvide la historia, queremos, además, que estos valores sean defendidos en el presente y en el futuro por hombres y mujeres en condiciones de igualdad, para que su sacrificio no haya sido en balde.
Mujeres como Amada, Pilar, Josefa, Rosalía, Elvira, María, É y tantas otras, todas ellas están representadas en este sencillo homenaje que durante esta semana queremos rendirles.
Ellas trazaron con sus vidas caminos de lucha, de resistencia y de reivindicación. Ellas deben ser un ejemplo para todas y todos.
Se lo debemos, porque un pueblo que no tiene memoria, tampoco tiene futuro.
Angelita Cuevas es secretaria del PCA de Langreo.
LAURA GONZÁLEZ
Mujer, silencio. O mejor, silenciadas, mujeres. La historia la escriben los hombres, masculino, plural,, que así son los puntos con que la tejen y destejen, que la historia oficial pocas veces se adecua a la realidad narrada y oculta el trabajo, el valor, el sentimiento de las madres y hermanas, de las hijas, de las compañeras o, peor, que las niega.
No quiero hablar aquí de las grandes mujeres. Entiéndanme, grande en ese sentido de entrar en los anales señeros de las obras enciclopédicas; lo que pretendo es poner voz al trabajo, al sentido de la justicia, a la labor callada y anónima de tantas y tantas mujeres, que renunciaron a sus propios deseos e ilusiones, olvidadas en procurar a los otros lo mejor de sí mismas y de la vida.
Mi madre y mis abuelas lucharon con determinación por sacar a los suyos adelante, en unos años en los que el mando oficial y extraoficial se medía en pantalones, al menos en lo aparente porque, más allá de ese telón, muchas familias dependían casi en exclusiva de los brazos de la esposa o la viuda. Ahora mi casa es también de mujeres, con dos hijas y una nieta, con las que recuerdo los afanes de las que nos precedieron e intento mantener así vivas sus voces.
En esta ocasión hablaré de mi abuela Mercedes, una mujer que, probablemente sin saberlo, fue feminista, luchando toda su vida por su propia independencia. Y tomo su voz por muchas razones: primero, porque es una de esas personas que han contribuido a forjar mi personalidad, porque es una de esas tantas mujeres anónimas que tuvieron que salir adelante solas, porque ella sufrió la barbarie del fascismo, quedando viuda muy joven después de la tortura y asesinato de su compañero en la casa Pedregal de Avilés; segundo, porque ya antes de sentir en su propia piel la injusticia, luchó por inculcarnos un sentimiento de autonomía y de responsabilidad en nuestro propio gobierno, inculcándonos con su ejemplo una forma de ver la vida; y, en tercer lugar, porque traer aquí su memoria es una forma de homenajear a esas mujeres que, como ella, lucharon y vivieron sin que la sociedad les reconociera el valor de su esfuerzo y la importancia de su trabajo.
Hemos recorrido un largo camino y se ha avanzado mucho en lo que al reconocimiento de los derechos de las mujeres se refiere, pero todavía queda un largo camino para lograr la igualdad. Aún son muchas -lo serán mientras haya una sola- las que sufren el maltrato, o unos salarios más bajos que los hombres a igual responsabilidad, mérito y capacidad, o que tienen que asumir el trabajo dentro y fuera del hogar.
Mi abuela Mercedes fue una de esas mujeres silenciadas, no porque su voz no fuera alta y clara, o porque su ejemplo no hiciera mella en nosotras, sino porque tuvo que vivir en un mundo de hombres, que ha invisibilizado una labor indispensable para que el mundo camine.
Las mujeres silenciadas deben recuperar la voz, con nuestro recuerdo, con nuestro reconocimiento y, cómo no, con avances que, de una vez por todas, garanticen la igualdad de género. Sólo en ese momento, cuando esa igualdad sea una realidad, la mujer podrá alzar la palabra y aquellas que no la tuvieron podrán hablar por sus bocas.
Laura González es Consejera de Vivienda y Bienestar Social (IU).
MARISA CASTRO
Era ya el siglo XX, pero sólo describiendo la ignominia podremos comprender lo lejos que estaban las mujeres de ser sujetos de derechos.
Expulsadas de la educación y del mercado laboral, con escandalosos índices de analfabetismo femenino que alcanzaban límites dramáticos, y más aún en el medio rural, donde las más jóvenes se veían obligadas a inmigrar a las grandes ciudades como Madrid y Barcelona, abocadas al servicio doméstico como única alternativa laboral, con jornadas agotadoras, sin horario, sin derechos sociales y bajos salarios; a veces en régimen de semiesclavitud, trabajando por la comida y viviendo en condiciones muy penosas en habitáculos sin ningún tipo de dignidad.
La violencia institucional las hacía aparecer como seres inútiles, «miembros de familia» estadísticamente hablando, mientras que la misma Dirección General de Estadística situaba únicamente a los hombres en los grupos de actividades económicas. No tenían derecho ni a ser elegidas ni a votar. Los derechos sexuales y reproductivos brillaban por su ausencia. El Código Civil de 1889 subordinaba a la mujer casada al marido, a quien debía obediencia ciega. El marido pasa a ser administrador de los bienes del matrimonio, representante legal al que hay que pedirle permiso hasta para soñar. Y esta pesadilla de Código Civil ha estado vigente hasta 1981 en todo lo relativo a la discriminación de las mujeres. Las mujeres, aun sin «burkas» de tela, éramos invisibles.
Como consecuencia de esta compleja y lamentable situación se pone de relieve la escasa militancia de las mujeres en las asociaciones obreras y en los sindicatos. Es con la incorporación de las mismas a los talleres y a las fábricas cuando empieza a crecer la afiliación sindical. Entre 1910 y 1920 crecen como la espuma asociaciones de mujeres con considerable número de afiliadas. Incluso hay mujeres como Ana Vigra y Encarnación Novoa que forman parte de la ejecutiva de la Federación Nacional de Obreras y Obreros Cerilleros.
Una mañana de martes, el 14 de abril de 1931, amaneció la esperanza y las mujeres pasaron a ser ciudadanas con derechos. La Constitución del 31, a pesar del machismo omnipresente en todos los ámbitos de la sociedad, supuso un avance importantísimo para ellas. Las equiparaba en derechos al hombre por primera vez en la historia. El artículo 43, sobre la familia, es clave. Libera a la mujer del sometimiento al hombre, abandona la filosofía del rol asignado históricamente (la pata quebrada y en casa) y da la espalda al modelo de familia que la Iglesia católica promovía. Se legislan leyes progresistas en materia de divorcio, aborto, prostitución, reconocimiento de la maternidad como bien social; obtuvieron el derecho al voto, recuperando aun así sólo parte de lo anhelado, y volvieron a ser visibles. De pronto, se acabó el sueño. El golpe militar de Franco y su victoria en la guerra civil devolvieron a las mujeres a las catacumbas; pero ellas se habían organizado, habían peleado, habían desarrollado complicidades de género. No obtuvieron regalos de los gobiernos republicanos, fueron ellas, con su coraje, su rebeldía y sus ganas de cambiar las cosas, las verdaderas protagonistas del cambio. Los valores de la igualdad se abren paso cuando las mujeres se organizan.
Proliferaron asociaciones comunistas, anarquistas y de signo republicano; también se organizaron las conservadoras. La asociación más potente del momento, promovida por las comunistas, y anterior al alzamiento militar, la AMA, integraba a mujeres de diversas culturas de izquierdas con el objetivo común de plantar cara al fascismo y reivindicar sus derechos como mujeres. Cabe destacar, también, Mujeres Libres, de signo anarquista, que llegó a tener una gran implantación en toda España e incorporaba los derechos de las mujeres como prioridad en sus reivindicaciones. Pero la guerra y su desarrollo aparcaron los valores feministas.
Fueron cientos de miles las mujeres anónimas que en la República, en el frente, en la retaguardia, en la guerrilla, en la resistencia al franquismo, dieron lo mejor de su vida y a veces la propia vida.
Son tiempos de recuperación de la memoria histórica, es hora de que el actual Gobierno socialista lleve al parlamento la ley de Memoria Histórica que permita hacer justicia con los perdedores y poner en valor el trabajo de todas las mujeres republicanas.
Me gustaría escribir cada uno de sus nombres, sin sectarismos ni ramplonería, pero por razones obvias no es posible. Quiero reivindicarlas a todas. Valgan estos nombres como expresión simbólica del coraje, sufrimiento y compromiso con la República de las mujeres: Margarita Nelken, Clara Campoamor, Aurora Hildegart, Federica Montseny, María Zambrano y nuestra querida Dolores Ibarruri, ilustre expresión, todas ellas, del extraordinario papel de las mujeres republicanas.
Vuestras voces siguen vivas, vuestras ideas y valores también. Están allí donde hay una mujer luchando por una escuela laica, por la paz, la solidaridad, los derechos humanos, la felicidad cotidiana. Vuestras voces vibran de nuevo en las tribunas parlamentarias defendiendo leyes y derechos que hemos tenido que reconquistar en democracia. Seguís vivas en cada rostro de mujer que lucha contra la feminización de la pobreza, en cada sindicalista, en cada feminista, en cada comunista. Las mujeres comunistas saludamos vuestro trabajo, nos sentimos orgullosas herederas de vuestro legado; nos sentimos hijas de ese útero generoso y prolífico que parió libertades y, desde el corazón, gritamos: ¡Gracias madre, mujer, República!
Porque sin desmerecer, ¿quién imagina la República con cara de hombre?
La escritora destaca que, en la guerra civil, las labores femeninas «fueron tan importantes como las del hombre»
Langreo, Lorena Canto
Foto: Fernando Rodríguez |
Domingo ya cuenta con numerosas publicaciones, entre las que se encuentra «Con voz y voto», donde narra la situación de la mujer durante la II República. «El papel de la mujer en la II República fue más intenso que en la guerra civil», explicó la autora. «Hay que tener en cuenta que la igualdad entre el hombre y la mujer era más estrecha durante este período, en el que la mujer comenzó a tener puestos de poder a través del asociacionismo y los sindicatos», admitió. A pesar de todo, Domingo recordó que a la mujer todavía «le queda mucho por caminar», ya que su figura «está todavía está muy estereotipada».
La escritora catalana reivindica en ambas obras el protagonismo femenino en importantes acontecimientos. «Las mujeres, en la guerra, siempre ha tenido una labor "de segunda", aunque su trabajo era tan importante como el de los hombres». Según la autora, «mantenían las armas y realizaban labores que los hombres, por estar en el frente, no hacían».
Domingo no rescata a una mujer frente a otra porque, según concluyó: «todas son importantes para crear la historia».
MAITE MOLA
El primer tercio del siglo XX es sin duda el momento en el que por primera vez en la historia de España las mujeres se incorporan de forma masiva al trabajo remunerado, colaborando así al inexorable proceso de modernización de la economía española. A partir de los años veinte, el feminismo español comenzó a añadir demandas políticas a las reivindicaciones sociales. En 1918 en Madrid se crea la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), formada por mujeres de clase media, maestras, escritoras, y universitarias que planteaban ya claramente la demanda del sufragio femenino. Comienzan a participar en la enseñanza superior, en la creación de la ciencia, en la cultura, en la vida política y en profesiones hasta entonces vedadas a su sexo: arquitectas, ingenieras, aviadoras, periodistas. Aun así, conviene destacar que en el censo de 1930, se registraba que el 44,4% de mujeres eran analfabetas en España.
Cuando se instaura la II República, en abril de 1931, la corriente de pensamiento democrático que en ella participará llevó a una revisión de las leyes discriminatorias y a la concesión del sufragio femenino, siendo el proceso bastante complejo y paradójico. Era opinión general, tanto en los partidos de izquierda como de derecha, que la mayoría de las mujeres, fuertemente influenciadas por la Iglesia católica, eran profundamente conservadoras, por lo que su participación electoral devendría inevitablemente en un fortalecimiento de las fuerzas de derecha. Este planteamiento llevó a que importantes feministas como la socialista Margarita Nelken (1898-1968) y la radical-socialista Victoria Kent (1897-1987), que habían sido elegidas diputadas a las Cortes Constituyentes de 1931, rechazaran la concesión del sufragio femenino. Clara Campoamor (1888-1972), también diputada y miembro del Partido Radical, asumió una apasionada defensa del derecho de sufragio femenino. Argumentó en las Cortes constituyentes que los derechos del individuo exigían un tratamiento legal igualitario para hombres y mujeres y que, por ello, los principios democráticos debían garantizar la redacción de una Constitución republicana basada en la igualdad y en la eliminación de cualquier discriminación por razón de sexo. Al final triunfaron las tesis sufragistas por 161 votos a favor y 121 en contra. En los votos favorables se mezclaron diputados de todos los orígenes, movidos por muy distintos objetivos. Votaron «sí» los socialistas, con alguna excepción, por coherencia con sus planteamientos ideológicos, algunos pequeños grupos republicanos, y los partidos de derecha. Estos últimos no lo hicieron por convencimiento ideológico, sino llevados por la idea, que se demostró errónea, de que el voto femenino sería masivamente conservador.
La Constitución republicana no sólo concedió el sufragio a las mujeres sino que todo lo relacionado con la familia fue legislado desde una perspectiva de libertad e igualdad: matrimonio basado en la igualdad de los cónyuges, derecho al divorcio, obligaciones de los padres con los hijos... y la ley del divorcio (1932), que supuso otro hito. El régimen republicano estaba poniendo a España en el terreno legal a la altura de los países más evolucionados en lo referente a la igualdad entre los hombres y las mujeres. Tanto desde las filas socialistas como desde las conservadoras, aunque siempre con matices y diferentes grados de entusiasmo, se oyen voces partidarias de un nuevo tipo de mujer, que viste y se comporta de acuerdo con las pautas vigentes en otros países europeos. En un país con un patriarcado tan arraigado, era, sin duda, demasiada audacia, pero el sentimiento general era el de vivir una nueva época.
La campaña electoral de 1933 fue utilizada tanto por la derecha como por la izquierda en un claro intento de manipular a las mujeres. Los lemas: «Que no pese sobre la mujer la derrota de la derecha» o «Madres, que vuestros hijos no piensen que su falta de libertad se debe a que sus madres no consiguieron liberarlos» eran un claro chantaje hacia las mujeres de uno u otro bandos. Feministas y republicanas se negaron a dar consignas de voto: el derecho al sufragio era una victoria, y se interesaron por la política interior con tareas a largo plazo tales como salud, enseñanza o la paz internacional. A estas mujeres se deben las primeras denuncias contra el nazismo y los campos de concentración. El Komintern, ese mismo año, reorganiza el Partido Comunista de España, con Pepe Díaz a la cabeza, y aparece arrolladora Dolores Ibárruri participando con las comunistas españolas, en agosto en París, en el Congreso Antifascista y organizando en septiembre las primeras manifestaciones en España.
Los acontecimientos del verano de 1934, con las mujeres de Andalucía y Euskadi organizando manifestaciones y motines por la apropiación del pan, dentro de la terrible crisis, culmina con la huelga general de octubre, que fracasó en casi todo el país, pero que en Asturias desarrolló una revolución, en la que las mujeres participaron en la lucha integrando comités y empuñando las armas. La actitud ante esta revolución de las mujeres de tendencias de izquierdas fue inequívoca: denunciaron la represión y las mentiras de la versión oficial, tanto desde fuera de España en el exilio (Margarita Nelken), como desde dentro, donde Victoria Kent, Clara Campoamor, Dolores Ibárruri, y muchas otras, organizaron Pro Infancia Obrera para salvar de la muerte a los niños asturianos. También se observa entre las oficialistas actitudes incomprensibles en el feminismo, como la de pedir la pena de muerte para los revolucionarios.
Los partidos de izquierdas se unieron como una piña ante la represión de Asturias firmando el programa del Frente Popular. En 1936, en su propaganda electoral, la desgracia de las mujeres asturianas se convirtió en un símbolo y los discursos de Pasionaria tejían la cadena de las revoluciones marxistas, desde la Comuna de París hasta Asturias en Octubre de 1934.
La guerra civil española no paralizó los progresos culturales y legislativos, se legalizaron las uniones libres, las mujeres se incorporaron a la industria de la guerra y la ministra de Salud, Federica Montseny, en 1936, consigue que se legalice el aborto, reparando un inaceptable olvido. La historia de las milicianas es también digna de mención, muchas muertas en combate. Los partidos y sindicatos debatieron de forma desgarradora si las mujeres debían estar en la vanguardia o en la retaguardia. En el verano de 1936 las mujeres participaron en las milicias igual que los hombres, pero ya en otoño fueron enviadas a retaguardia. La Unión de Muchachas defendió Madrid durante los tres años de sitio, luchando también por la emancipación de las mujeres; Mujeres Libres, anarquistas, organizaron la retaguardia en Cataluña; y la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), bajo la dirección de Pasionaria, organizó a las mujeres en las fábricas, siendo denominador común de todas que lo público y lo privado era indisociable.
La República, en tan corto período, supuso, sin duda, un avance espectacular para la mujer, al menos en el plano legal. Se vivió en tiempo récord bajo una legislación avanzadísima, algunas mujeres, como las asturianas, vivieron una revolución, y casi todas la guerra, las menos la guerrilla. Las que sobrevivieron y no pudieron o quisieron huir, la represión franquista. Pocos años de régimen republicano, grandes avances: ésta es la historia, no la olvidemos. Todos los regímenes «democráticos» no son iguales. A las pruebas nos remitimos.
Maite Mola es responsable de la secretaría federal de la mujer del Partido Comunista de España