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EL FINAL DE LA DICTADURA Nicolás Satorius, Alfonso Sabio    » Presentación del libro, enero 2008

 
Resumen de prensa

enero/febrero de 2008 - El Sindicato
Nicolás Sartorius defiende el papel, fundamental y decisivo, de la lucha obrera en la conquista de la democracia

20 de febrero de 2008 - La Nueva España
«Peláez propagó la huelga del 62»

12 de febrero de 2008 - La Voz de Asturias
CCOO solicita una calle para Camacho

5 de febrero de 2008 - La Nueva España
«Unos cuantos obispos están haciendo política, y, además, muy de derechas»
«La democracia parlamentaria hubo que trabajarla, lucharla y pelearla; no se la regaló nadie al pueblo español»

27 de xineru 2008 - Les Noticies
Nicolás Sartorius: «Preocúpame lo que se mueve na base social de la derecha que tien pel PP»

23 de enero 2008 - Madrid Sindical
Nicolás Sartorius: «Ni el Rey ni Suárez, la democracia llega a España porque el pueblo español la impone, la pelea y la lucha»

23 de enero 2008 - La Nueva España
Sartorius: «La democracia la trajeron los ciudadanos que se movilizaron por ella»

 
 
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Nicolás Sartorius defiende el papel, fundamental y decisivo, de la lucha obrera en la conquista de la democracia
El Sindicato, enero/febrero de 2008

Extraordinario éxito del acto de presentación del ensayo sobre "El final de la Dictadura", organizado por la Fundación Juan Muñiz Zapico en Oviedo

Muñiz Zapico, la presentación del último libro de Nicolás Sartorius y el historiador Alberto Sabio, en el Club de Prensa Asturiana de "La Nueva España" el pasado 22 de enero, suscitó un gran interés y participación del público, que abarrotó la sala. La apertura del acto corrió a cargo de Javier Rodríguez, Director del Club de Prensa, que analizó la Transición en Asturias y la visión actual de la misma, así como el interés del ensayo que se presentaba.

Francisco Prado Alberdi, Presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CCOO de Asturias, resaltó la coincidencia de la publicación con la línea de trabajo de la Fundación. Destacó la importancia de obras como la presentada para aportar y demostrar documentalmente cómo la conquista de las libertades, y la consecución de una democracia auténtica, se realizó paso a paso mediante la movilización constante de los trabajadores y trabajadoras, frente a tergiversaciones interesadas y simplistas. Incidió también en la necesidad de trasladar la historia de lo realmente sucedido a las nuevas generaciones de sindicalistas y a la sociedad en general.

El coautor de la obra, Nicolás Sartorius, resaltó que la propia elección del título, "El final de la Dictadura" y no "Historia de la Transición", refleja la voluntad de dejar claro que la Democracia es el resultado de una ruptura con la Dictadura y no de un tránsito de una a otra. En cuanto a las dedicatorias del libro, Nicolás Sartorius realizó una especial mención a Juan Muñiz Zapico, compañero de luchas y amigo.

Las razones para la realización del estudio surgieron de la insatisfacción ante la explicación habitual que se hace de la Transición como una democracia otorgada, cuando realmente fue una conquista. Especialmente injusta ha sido la ocultación, cuando no negación, del papel que como motor del cambio tuvo la clase trabajadora. Se buscó, por tanto, desenmascarar documentalmente falsedades como que, por ejemplo, tras la muerte del dictador la democracia era un resultado automático, versión de aquellos que quieren reflejar una distorsionada imagen, europeizada y desarrollista de la España del momento, ignorando el atraso que el país sufría con respecto al resto de Europa como consecuencia de la Dictadura.

Llega el Rey, pero no trae la Democracia. Arias Navarro seguía siendo el presidente del Gobierno y durante 1976 el Tribunal de Orden Público abrió 4.500 expedientes. Fue el movimiento huelguista el que derribó a Arias Navarro, convirtiéndose en el primer momento clave del proceso, documentado por miles de informes de las diferentes estructuras del Estado que reflejaban las continuas movilizaciones de obreros, estudiantes, agricultores... Movilizaciones que suponen el motor real del cambio de la sociedad española.

El segundo momento clave se sitúa en la legalización del PCE, que no fue temprana ni fácil: Suárez no la asumiría hasta enero de 1977, tras la Matanza de Atocha. Buena parte de las potencias occidentales eran partidarias de atrasar la legalización hasta pasadas las elecciones. Se demuestra también la existencia de negociaciones con Suárez que llevan a la legalización del PCE, de CCOO, la amnistía y la ley electoral que convoca las primeras elecciones democráticas tras la II Republica.

El estudio profundiza, a su vez, en diversa documentación inédita sobre el papel que jugaron las potencias occidentales, descubriéndose, por ejemplo, la existencia de un plan del Gobierno de los EEUU para invadir Portugal desde el norte de España en el caso de que la Revolución de los Claveles llevase a los comunistas al poder. La diplomacia francesa, sin embargo, apoyaba la legalización del PCE, mientras que desde la República Federal Alemana, la socialdemocracia jugó un papel económico y político fundamental en apoyo al PSOE. Posturas como la inglesa fueron también fundamentales, defendiendo que sin democracia nunca habría integración económica y política de España en Europa.

Por último, Nicolás Sartorius explicó que quienes sostuvieron la Dictadura no trajeron la Democracia, sino que simplemente se sumaron al proceso. Proceso que se desarrollaba en un contexto de huelgas, cárcel, muertos... que ahora se pretende dulcificar. Tras el final de la dictadura, la democracia trajo los treinta mejores años de nuestra historia, sólo comparables con el breve período de la II República. Y tras tres décadas del cambio, es necesario reivindicar lo ocurrido y no caer en el error de confundir perdón con olvido, porque la única cultura democrática posible pasa por el rechazo a la Dictadura, cuestión que una parte de la derecha aún no ha asumido.

 
   
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«Peláez propagó la huelga del 62»
La Nueva España, 20 de febrero de 2008

Nicolás Sartorius recuerda el papel del socialista entreguín, con el que fue encarcelado, en la revuelta de los mineros
NICOLÁS SARTORIUS, ABOGADO, FUNDADOR DE CC OO Y EX PORTAVOZ PARLAMENTARIO DE IU: «ENTRE NOSOTROS NUNCA TUVIMOS DISCUSIONES POLÍTICAS, LOS DOS ÉRAMOS DEL "FELIPE"»

Pablo Castaño

Manuel Peláez López. [Foto: Juan Plaza]
 
El abogado y periodista Nicolás Sartorius, fundador del sindicato CC OO y ex portavoz en el Congreso de IU, conoce como nadie el papel del entreguín Manuel Peláez en la lucha antifranquista y en la decisiva huelga de la primavera de 1962 en Asturias. Sartorius compartió con Peláez -fallecido en El Entrego el pasado domingo- amistad, militancia en el Frente de Liberación Popular (FLP), casa, labor profesional en un despacho laboralista, papel de agitador en la decisiva huelga de 1962, banquillo en un consejo de guerra y casi año y medio en la sombra en la sexta galería de la cárcel de Carabanchel.

Durante un intenso lustro, Sartorius y Peláez fueron uña y carne y sus vidas se separaron una tarde de septiembre de 1963 en la estación del Norte de Madrid. Ambos acababan de salir de la cárcel y Sartorius acompañó a Peláez a la terminal para despedirlo en su vuelta a Asturias. Siguieron caminos políticos distintos y pocas veces más se reencontraron, pero nunca perdieron la amistad.

Apenado por la muerte de su amigo, Nicolás Sartorius verbalizó para LA NUEVA ESPAÑA los recuerdos de aquella época junto a Manuel Peláez, que después de la transición fue delegado del Gobierno en Ceuta, gobernador civil en Burgos y, hasta su muerte, a los 69 años, responsable de Fomento en la Delegación del Gobierno de Asturias.

Sartorius pone en marcha el proyecto de la memoria e inicia el relato en 1959, en las aulas de la universidad, en Madrid. «Él estudiaba en aquella época Graduado Social y yo Derecho y ambos estábamos en el "Felipe" (como popularmente se conocía al FLP, una organización formada en buena medida por estudiantes y jóvenes licenciados comprometidos con la lucha obrera)», señala Sartorius, que recuerda a Peláez como una persona «muy extrovertida, alegre y muy listo, con el que en seguida entablé una gran amistad».

El segundo escenario de los recuerdos es El Entrego. «Cuando acabamos la carrera, Peláez me propuso ir a su tierra y montar un despacho laboralista. Acepté y al principio me alojé en El Entrego en la casa de su madre, Socorro, una grandísima persona que me trató como a un hijo, y después me mudé a un piso que había junto al despacho. Llevábamos algunos asuntos de la minería y, al mismo tiempo, con el apoyo de un hermano de Peláez que trabajaba en la mina, formamos un grupo del "Felipe"».

En mayo de 1962, una sanción impuesta a siete picadores del pozo Nicolasa de Mieres provocó el estallido de una huelga en la explotación. «A través de nuestros contactos nos enteramos de lo que pasaba en el valle del Caudal y comenzamos a repartir octavillas llamando a la huelga por el valle del Nalón. Peláez y yo logramos que la huelga saltara también a la otra comarca y que luego se extendiera fuera de zona minera». Aquella revuelta acabó movilizando a 300.000 trabajadores en España, tuvo un importante proyección internacional y abrió importantes grietas en el pétreo régimen franquista. «A raíz de aquellos hechos declararon el estado de excepción en Asturias, nos detuvieron al mismo tiempo a mí y a Peláez y nos trasladaron a Madrid, nos hicieron un consejo de guerra en el que pedían ocho años de pena y al final nos condenaron a dos años y medio de cárcel», destaca Sartorius.

Forzosamente, el nuevo escenario de los recuerdos es la cárcel de Carabanchel. «Entramos juntos, los dos estuvimos presos en la misma galería, en la sexta, y después de año y pico nos soltaron el mismo día». Era septiembre de 1963. «Yo me quedé en mi casa de Madrid y Manolo cogió un tren para Asturias. Nos despedimos en la estación y cada uno siguió su camino», señala Sartorius. Años después, Manuel Peláez se sumó al Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván y Nicolás Sartorius al PCE. «Entre nosotros nunca tuvimos discusiones ideológicas porque en la época en la que permanecimos juntos ambos éramos del "Felipe", no había diferencias», apunta Sartorius.

El fundador de CC OO coincidió años después, por casualidad, con Peláez en diferentes escenarios. «Sé que Manolo estuvo luego en Ceuta, en Burgos, en Santander... y allí creo que le vi por última vez, coincidimos comiendo en un restaurante. Él estaba con el ex ministro Fernando Morán», recuerda Sartorius.

Hace poco volvió a tener noticias de la familia de su amigo. «Una nieta de Socorro, la madre de Peláez, me escribió a la Fundación Alternativas diciéndome que había encontrado unos documentos míos que Socorro había escondido hacía casi 40 años para que no los encontrara la Policía, y que no sabía qué hacer con ellos. Me emocionó que alguien guardara con tanto mimo unos papeles y le pedí que me los mandara. Hace poco que los recibí». Son recuerdos escritos de una época y una amistad.

 
   
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CCOO solicita una calle para Camacho
La Voz de Asturias, 12 de febrero de 2008

"Es un líder indiscutible del movimiento obrero antifranquista".

Benjamín Gutiérrez Huerta, en el centro. [Foto: Xurde Margaride]
 
La Fundación Juan Muñiz Zapico, a través de su director, Benjamín Gutiérrez Huerta, se suma a la petición realizada por CCOO en el Nalón para que se dé el nombre del fundador del sindicato, Marcelino Camacho Abad, a una calle en el concejo de Langreo.

Benjamín Gutiérrez argumenta que el que fuera primer secretario general de CCOO, es figura histórica fundamental de la España de la segunda mitad del siglo XX, sigue viviendo en el barrio de Carabanchel, Madrid, en el mismo tercero sin ascensor que compraron hace 30 años largos. Gutiérrez Huerta dice que "la vida de Marcelino, como la de tantos otros antifranquistas, no podría entenderse sin el compromiso y entrega de Josefina Samper, su inseparable compañera".

El director de la fundación indica que "Camacho es un líder indiscutible del movimiento obrero que, junto a miles de compañeras y compañeros, supo utilizar el falso sindicalismo del régimen para generar un movimiento sindical y sociopolítico que se convertiría en la principal organización antifranquista y motor de la Transición". Gutiérrez también recuerda que "Marcelino contribuyó a forjar un sindicato de nuevo tipo que, cumplidas cinco décadas tras la primera Comisión Obrera de la Mina La Camocha, sigue siendo el primer sindicato y la mayor organización del país, con más de 1.200.000 afiliados y afiliadas".

Benjamín Gutiérrez Huerta defiende en un escrito que se dé el nombre de Marcelino Camacho a una calle, recordando "su actividad durante la dictadura, cuando la simple defensa de los derechos de los trabajadores era causa de cárcel".

El responsable de la fundación Juan Muñiz Zapico reconoce que "Marcelino no es amigo de honores especiales, pero lo justo es darle ahora algo del reconocimiento que merece, decirle que sabemos por qué luchó y, en su nombre, recordar el sacrificio de miles de hombres y mujeres que lucharon por la libertad".

 
   
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«Unos cuantos obispos están haciendo política, y, además, muy de derechas»
«La democracia parlamentaria hubo que trabajarla, lucharla y pelearla; no se la regaló nadie al pueblo español»

La Nueva España, 5 de febrero de 2008

NICOLÁS SARTORIUS ESCRITOR Y PERIODISTA. VICEPRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN ALTERNATIVAS

Oviedo, Juan A. Ardura

Nicolás Sartorius, durante su visita a Oviedo. [Jesús Farpón]
 
El abogado y periodista Nicolás Sartorius (1938) ha publicado junto al profesor Alberto Sabio el ensayo sobre la transición española «El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España», que presentó semanas atrás en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, en un acto organizado con la Fundación Juan Muñiz Zapico. El que fuera portavoz de IU en el Congreso de los Diputados y vicepresidente de la Fundación Alternativas ofrece algunas de sus impresiones sobre aquella etapa y valora cuestiones del panorama político actual.

-¿Cuándo hubo más crispación, ahora o en la transición?

-Son dos épocas tan distintas que cualquier comparación sería errónea. Desde la muerte de Franco hasta las primeras elecciones democráticas hubo una batalla campal, pacífica, para traer la democracia a España. Hubo una gran movilización para romper el bloqueo que significaba el continuismo franquista y abrir el país a la democracia. Ahora es una crispación muy distinta, en un país democrático donde los partidos se pelean sobre cuestiones políticas, económicas o lo que sea, pero no tienen ningún elemento de comparación con aquello. -Treinta años después, ¿existe una visión demasiado idealizada de la transición española?

-La transición fue una operación muy positiva y muy inteligente, cuyo resultado ha sido muy bueno para España. Se pasó de una dictadura de 40 años a una democracia sin enfrentamiento civil. Fue un éxito indudable, pero eso no quiere decir que ese proceso fuera fácil o sencillo. Hubo muchos actos violentos, atentados de ETA y de la ultraderecha. Fue un proceso muy convulso. Ahora se ve todo fácil, pero no fue así. No se pasó a la democracia de un día a otro. -¿La democracia hubo que trabajársela?

-Hubo que trabajársela, lucharla y pelearla. La democracia no se la regaló nadie al pueblo español. Es una conquista, no algo otorgado. Ésta es una idea importantísima para la propia autoestima del pueblo español. Meter en la sociedad española la idea de que la democracia se la dio alguien o se la dieron algunas personas es letal, porque uno defiende lo que conquista. -¿Hubo riesgo de que todo siguiera atado y bien atado?

-Sin duda hubo riesgo. Hubo un intento muy serio con el Gobierno de Arias Navarro de que el franquismo continuase con otras formas. Arias Navarro nunca tuvo intención de abrir el país a la democracia. Él quería continuar la herencia de Franco. Hubo una amenaza muy seria de que en España se bloquease la situación, pero ese riesgo fue roto por los movimientos sociales.

-¿Hubo algún punto de inflexión decisivo para la transición?

-Hay dos momentos clave en el proceso. El primero, la destitución de Arias Navarro.

-¿A qué cabe atribuir la caída de Arias Navarro?

-Es el producto de la confluencia de dos hechos. Entre diciembre de 1975 y la primavera de 1976, en España se produce la movilización huelguística más fuerte que se había conocido. Es el elemento clave que hace totalmente inviable la continuidad de Arias. Y luego está la inteligencia y la valentía del Rey de quitarle. Era quien tenía la facultar de poderle quitar y nunca se llevó bien con Arias, pero necesitaba que la sociedad española le transmitiera esa necesidad.

-Antes hablaba de dos momentos clave para la transición. ¿Cuál fue el otro?

-La legalización del PCE. Sin ella, las elecciones no se hubieran podido celebrar. Las grandes manifestaciones en la calle, cuando los atentados de Atocha, llevaron a Suárez a pensar en la legalización del Partido Comunista.

-¿Existe ahora la tentación de reescribir la transición?

-Hay una tendencia de escribir la historia con un excesivo énfasis en el papel de las autoridades, olvidando lo que pasaba en la calle. Esa historia no se corresponde con la realidad. Sin la movilización de la calle, nadie hubiera pactado nada, no habría habido democracia. Hubo lecturas muy interesadas en destacar las figuras del jefe del Estado y del presidente del Gobierno. El verdadero motor de la transición y de la democracia fue el pueblo español.

-¿España se rompe con la reforma de los estatutos de autonomía?

-Enfrentar a unas comunidades autónomas con otras es malísimo. Eso es una manipulación interesada, una exageración que hay que cortar, porque es muy malo para la cohesión del país.

-Hace unos días Gaspar Llamazares se ofrecía a ser ministro en un Gobierno socialista. ¿No acabará IU engullida por el PSOE?

-Me parece inteligente lo que dice Llamazares. Está diciendo que si votan a IU no va a ser un voto inútil. Me parece una postura inteligente, pero no me gusta hablar de voto útil. En democracia, lo importante es votar.

-Los obispos salen a la calle. ¿Qué le parece?

-Los obispos deberían preocuparse más por el cuidado de las almas que por cuestiones políticas, terrenales, donde no se deberían meter. Unos cuantos están haciendo política, y, además, de derechas, muy de derechas.

 
   
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Nicolás Sartorius
«Preocúpame lo que se mueve na base social de la derecha que tien pel PP»

Les Noticies, 27 de xineru 2008

Conocíu nun tiempu como'l «delfín de Carrillo», el fundador de CC OO, Nicolás Sartorius, ye abogáu y periodista de profesión. Vicepresidente de la Fundación Alternativas, ta acabante de publicar, xunto col profesor Alberto Sabio, «El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España. Noviembre de 1975-Junio de 1977» (Temas de hoy), un ensayu nel que se-y ponen les comines del custionamientu a la palabra «transición».

Vanessa Gutiérrez

-La pirámide de responsabilidá que llogró qu'España avanzare a la democracia, según defende, habría de mostrase invertida a como s'aveza a facer. Quiero dicir, la movilización empieza nel pueblu y n'última instancia tien que ser asumida pol Rei como una demanda que nun tenía espera. Nun foi un actu de conmiseración de Juan Carlos I y Suárez pa cola sociedá española.

-Foi la Xente que se movilizó daquella la que truxo la llibertá y la democracia a España. Eso demmostrámoslo cumplidamente nel llibru con munchísimos datos de fuelgues, de manifestaciones, d'encierros... que se producieron nun momento decisivu de la historia del nuestro país, que foi'l momentu en que'l dictador muerre hasta que se noma a Suárez xefe del Gobiernu. A partir d'ehí empieza un periodo de seis o siete meses decisivos, al ser cuando se fixo inviable que la dictadura siguiere baxo otros formes. La xente yera totalmente consciente de que'l progresu d'España dependía de qu'hubiere democracia y que, nesi sen, la dictadura frenaba amás otros avances como l'entrar n'Europa, amás de ser un país modemu y avanzáu. Yera una llucha mui importante.

-Una llucha na que se consigue aprobar la Llei pa la Reforma Política, pieza clave pal desmantelamientu de la Dictadura, anque a costa d'unes negociaciones un tanto peculiares, como mandar a 17 procuradores al Caribe...

-Eso contamos, sí. Suárez saca alantre la Llei pa la Reforma Politica a partir d'unes Cortes que foron nomaes a deu por Franco y que taben compuestes por unos «paniaguaos» que llevaben ehí munchos años; polo tanto, había que convencelos. Per una parte, hubo un sector, en total diecisiete procuradores, al que se-yos pagó unes vacaciones nel Caribe pa que nun tuvieren esi día ehí y que nun votaran. Quitáronlos del medio. Y depués hubo otros a los qu'hubo que saca-yos los colores de manera discreta. Eso cuéntalo Areiza, conde de Motrico, que yera daquella ministru d'Asuntos Exteriores, cuando diz que'l que más y el que menos tenía coses guardaes nos armarios de diversu tipu, y hubo quien-yos aconseyó qu'había que votar que sí pa que nun salieren dalgunos temes del armariu. Fíxose de too: coses confesables y coses menos confesables pa qu'esa votación saliere alantre. Ente otres coses porque Suárez, mui lúcidu, diz: «Si esto nun sal, lo que va salir más alante, anque va tardar más, va ser más violento y muncho peor pa vosotros». En tou casu, ellos los muebles guardáronlos porque naide-yos pidió cuentes poles sos fortunes nin polos delitos que pudieren tener cometío. Foi una operación rentable pa toos, non como n'otres dictadures.

-Pal ensayu trabayaron con mucha documentación qu'hastal momentu nun se tratare. ¿Qué destacaría d'esa información?

-Una de les coses que señalaría yel plan que teníen los americanos pa invadir Portugal pel Norte, ye dicir, per Galicia. El ministru d'Asuntos Exteriores alemán, cuando va a EEUU y s'entrevista con Nixon, queda mui sorprendíu con esta estratexa y desaconseya l'acción. El casu ye que tol mundu tenía los sos planes por si les coses s'escapaben de les manes. Hai munchos datos nos documentos qu'estudiemos: como'l fechu de que Kissinger nun momentu detemiináu diz que nun hai que legalizar el Partíu Comunista (PC) polo menos hasta que nun pasen les elecciones. Los alemanes, per Billy Brandt, ayuden al PSOE y xueguen un papel mui positivu na transición, mentes que los franceses xueguen otru al traviés del so embaxador. En fin, contamos tolos detalles de les cartes que se crucen ente los embaxadores y los gobiemos.Ye mui interesante saber cómo se mueven les cancilleríes de los cuatro países más importantes del mundu en tou esi periodu y yera dalgo que tovía nun se contare. Por exemplu, l'embaxador francés fala d'un intentu de golpe militar qu'a él-y llega al traviés de los servicios d'intelixencia franceses. Sicasí, lo más destacable ye qu'una cosa ye que nós digamos que la democracia trúxola la xente y otra ye demostralo al traviés de los archivos d'ellos. Porque nós trabayemos los archivos de la Guardia Civil, de les Delegaciones de Gobiernu o de la Política Social, colos que nun se trabayare a fondo, de manera que tampoco nun se tenía constancia de cómo víen ellos lo que taba pasando. D'esta manera, comprobemos qu'ellos, nesti casu l'alversariu, nun se facíen trampes nel solitariu: a los sos xefes dicíen-yos la verdá y lo que cuenten ye tremendo, porque demuestra la enorme movilización qu'había nel Estáu hasta'l puntu de que lleguen a reconocer que tán desbordaos. Hai coses tan singulares como qu'hai sitios como Sabadell nos que, nun momentu determináu, el gobernador civil de Barcelona diz: «L'autoridá del Estáu desapareció y quien controla esos pueblos ye CC OO». Asina demuéstrase cómo foron d'importantes toes estes movilizaciones, fundamentales per otra parte pa la llegada de la democracia. Un tema pel qu'hasta agora se pasó penriba. Dizse que'l Rei y que Suárez truxeron la democracia y non: cumplieron un papel mui positivu pero a cuenta de la presión qu'había per baxo y que yera fortísima. Sinón, Arias Navarro nunca cayere, siendo la so caída decisiva. O tampoco se legalizaría'l PC si nun fuere poles movilizaciones qu'hubo tres del asesinatu de los abogaos llaboralistes d'Atocha.

-«Como Rei d'España, titulu que me confier la tradición histórica, les lleis fundamentales del Reinu y el mandatu lexítimu de los españoles». Usté diz que nunca en tan pocos vocablos se dixeron tantísimes inexactitúes.

-El Rei fai esti discursu nes Cortes, que yeren les franquistes, y diz toes estes coses que yo cito pa explicar cómo, cuando llega a ser xefe d'Estáu depués de la muerte de Franco, les fuerces democrátiques d'oposición nun se fien d'él precisamente polo que diz. Evidentemente depués la trayectoria foi otra y la so evolución marchó nun sentíu positivu, pero cuando asume la xefatura d'Estáu, como ye l'heriede de Franco, diz un montón d'inexactitúes. Porque nin él tenía'l mandatu de los españoles (a nun ser que consideremos que les Cortes franquistes teníen el mandatu de los españoles), nin yera'l sucesor natural de la Corona puesto que lo yera so padre. Nada de lo que se dixo nesa frase yera verdá. Lo cierto ye que depués too eso foi cambiando. Evidentemente él tenía tolos poderes qu'heredó de Franco y usólos en dos direcciones mui positives: una, pa quitar nun momentu determináu a Arias Navarro y pa tranquilizar al exércitu, que vera importantísimo daquella. Y tamién pa ceder al final toos esos poderes, quedando finalmente ensin nengún na Constitución de 1978. Asina que la figura del Rei nun sal tan mal parada nel llibnu como m'achacaron dalgunos periodistes estranxeros. Ye más, nos sostenemos que'l Rei Juan Carlos ye l'heriede nomáu por un dictador, nel momentu de la muerte de Franco. Pero a partir de la Constitución eso cambia porque l'actual situación del Rei nel esquema institucional español naz de la Carta Magna.

-Usté xuega col enquívocu fonétiu pa explicar qu'hai quien ya daquella confundió amnistía con amnesia.

-Hai xente que confundió esto diciendo qu'hai qu'olvidar tolo que pasó porque l'amnistía tapeciólo too. Y ye verdá que cuando negociemos l'amnistía, ésta yera nun doble dirección: yera pa nos pero tamién hacia los verdugos. Anmistiáronse a toos. Muncha xente creyó que sólo se nos amnistiaba a nós pero nun foi asina, por eso nun se xulgó a naide. A partir d'ehí quedaba too liquidao, porque yera la única manera d'avanzar. Pero hai quien dixo que'l perdón mutuu significaba tamién olvidu. Y eso son coses distintes. Uno ye amnistía, que ye un actu políticu que pol interés de pasar a una democracia ensin sangre aceptemos, y lo otro ye amnesia: yo puedo políticamente aceptar la reconciliación política nun estáu democráticu con Fraga, pero nun olvido que Fraga votó'l fusilamicntu de Grimau tando yo con él na cárcel. Nun lo tengo por qué olvidar, nin tengo por qué nun contar la historia como foi. La xente tien derechu a saber cómo foi'l pasáu.

-El pasáu que, según la cita de Faulkner que recuerden nel ensayu, «a veces nin tan siquiera ta pasáu».

-El pasáu ye fundamental y por eso, si se quier superar, o si se quier siguir avanzando, hai qu'arreglar les cuentes con él. Amás, si ún mira la historia de los pueblos, o la d'uma persona, ésta ye'l conxuntu del so pasáu. Nós agora tamos equí y somos too d'equí p'atrás. Sin embago, hai muncha xente, sobre too na derecha onde se punxo de moda últimamente, que diz qu'esto nun interesa.

-Volvemos a l'amnesia. ¿Nun-y interesa a la derecha asumir el so propiu pasáu?

-Una parte de la derecha claramente nun lu asume porque nun hai más que ver que nun condena lo que foi la Dictadura. Pero hai que tener en cuenta que la derecha nun ye namás el PP; ve la base social que tien pel PP. Y yo creo qu'hubo una evolución de la derecha mesmo social, que política, que mediática, que relixosa, qu'avieyó mal. En cuenta de dir hacia posiciones más moderaes, más europees o centristes por entendenos, foi radicalizando'l so discursu hacia l'estremu. Y nun ye que tola derecha tea ehí. Ye que la derecha que manda nel PP, na Conferencia Episcopal, nos medios de comunicación de la derecha, son demasiao radicales. En Francia, n'Inglaterra, o n'Alemania, diba ser inconcebible una radio como la COPE. Nun diba poder existir. Y nun podríen existir periódicos como La Razón o como l'ABC. Eso n'Europa yá nun existe. En Francia cuando'l Gobiemu francés toma decisiones, los cardenales y los obispos nun gorguten. Nun se conciben manifestaciones como la del (otru día en Madrid. Y ye lo que me preocupa: el problema de fondo ye qué se ta moviendo nesa derecha d'abaxo. Lo de Gallardón y Rajoy ye una anécdota. Nel centrismu de Suárez hubo la esperanza d'una derecha moderna, pero foi endureciéndose. Y yo creo qu'eso a mui curtiu plazu va veni-y bien al PSOE pero a mediu y llargu plazu va perxudicar al Estáu. Yo quería más una derecha avanzada, centrista y civilizada que pudiere alternar gobiernos cola esquierda. Pero esta derecha nun puede mandar. Y creo que va di-yos mui mal. Veremos lo que pasa'l 9 de marzu.

«Voi collaborar tolo que pueda col proyectu del Gobiernu actual»

-De les lluches internes nel PC, usté aseguró que, nuna sociedá permeable como ésta, nun se pueden resolver sólo cola lóxica interna habida cuenta de lo que va pensar el común de los mortales. ¿Cuála cree que ye la imaxe del partíu nesti momentu?

-Nesti momentti del PC nun sé nada. Y nun sé nada dende hay quince años polo menos. Nun tengo nin idea. Tocante a la imaxe que se da del PC ye que'l PC qu'anguaño existe na mío opinión nun tien nada que ser col PC que yo conocí: nada que ver. Desconozo dafechu lo que piensen y lo pretenden. Pero la imaxe que creo que tan dndo polo qu'aparez nos medios de comunicación ye más bien mala. Tán dientro d'Izquierda Unida (IU) llevando la contra a l'actual dirección de la coalición, tán en posiciones mui ciarraes y sectaries, por llamales de dalguna manera, y nun ye per ehí per onde yo creo qu'hai que progresar.

-Foi fundador de CC OO y militó nel Partíu Comunista, siendo escoyíu primer secretariu en 1981. Diputáu nel Congresu tres lexislatures y portavoz de la coalición IU hasta 1993, acabaría perteneciendo a «Nueva Izquierda», una corriente na que tamién taba Cristina Almeida y Castellano, y que tiempu depués terminaría por estremase. ¿Ónde ta agora Nicolás Sartorius?

-Actualmente nun tengo afiliación orgánica en nengún partíu: nun pertenezo al PSOE, nun pertenezo a IU y, polo tanto, nun tengo una adscripción a un partíu en concreto. Pero sigo considerándome una persona claramente d'esquierdes, demócrata, y que quier que nesti país avance un proyectu progresista. Nesi sentíu, collaboro y voi collaborar tolo que pueda col proyectu del Gobiernu actual. Lo que nun quiero enguna manera ye que venga'l PP, porque diba ser un retrocesu espectacular. Polo tanto, como la otra opción posible ye ésa, hai que facer lo que se pueda porque siga y siga desarrollando polítiques. Eso unu quier dicir que tea d'alcuerdu en tolo que fai esti Gobiemu pero creo que fixo coses positives en munchos temes, como foi la política exterior, les polítiques sociales, no tocante a los derechos civiles o a la sensibilidá ambiental. Yo toi ehí: faciendo lo que pueda pa que se siga per ehí pero ensin tar nesti momentu nun partíu concretu.
D'otra manera, la Fundación Alternativas, onde toi, fai munchos trabayos en tolos campos de les politiques públiques y collaboramos col Gobiemu.

 
   
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Nicolás Sartorius: «Ni el Rey ni Suárez, la democracia llega a España porque el pueblo español la impone, la pelea y la lucha»
Madrid Sindical, 23 de enero 2008

Nacho Abad Andújar

«Las versiones que se han hecho sobre la Transición no son satisfactorias. A la sociedad española se le ha vendido la idea de que cuando el dictador muere, la democracia llega cuanto menos que otorgada. Es decir, el rey y una serie de políticos pactan, y se alcanza la democracia. Eso supone hurtarle a la sociedad española el mérito histórico de haber terminado con la dictadura». Ser uno de los fundadores de Comisiones Obreras es lo que más le enorgullece de su vida. Nicolás Sartorius, abogado y periodista de profesión. Diputado nacional por el PCE e Izquierda Unida y portavoz de esta última formación en el Parlamento español hasta 1993. Actualmente es presidente de la Fundación Alternativas. Su activismo contra la dictadura de Franco lo pagó con seis años entre rejas. Es autor de ensayos que ayudan a comprender mejor nuestro pasado (La memoria insumisa, Carta a un escéptico sobre los partidos políticos, entre otros). Acaba de publicar, junto al profesor de Historia Contemporánea Alberto Sabio, El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España, un pormenorizado y ameno repaso a los 18 meses que van desde la muerte de Franco (noviembre de 1975) a las primeras elecciones democráticas (junio 1977). Se trata de un ensayo que incide de manera rotunda, y pionera, en la supremacía que tuvo el movimiento obrero, y especialmente Comisiones Obreras, en la llegada de la democracia a nuestro país. Muerto Franco, no acabó el franquismo. Y como dice Sartorius, «la democracia española no fue otorgada, sino conquistada por el pueblo». «Y nada hubiera sido posible sin la lucha en la calle de los movimientos sociales», dice en su despacho de la Fundación Alternativas. El final de la dictadura es un libro de lectura recomendada: en él se cuenta que sin el activismo de la clase trabajadora, y especialmente CCOO -principal fuerza de choque contra el régimen-, la historia de España no hubiera sido la misma.

Pregunta. Dejémoslo claro desde el principio: con la dictadura acabaron las movilizaciones sociales. Muerto Franco, no acabó el franquismo. Y como se dice al final del libro, «la democracia española no fue una democracia otorgada», la trajo el pueblo.

Respuesta. Las versiones que se han hecho sobre ese período que se ha llamado la Transición no son satisfactorias. En su conjunto han dado una versión a la sociedad española de una transición que no fue real, excesivamente por arriba, elitista, de pactos y conciliábulos entre fuerzas políticas y líderes, pero sin relacionarlo con la lucha social. Decidimos escribir este libro para acabar con un problema también de autoestima colectiva. A la sociedad española, de alguna manera, se le ha vendido la idea de que cuando la dictadura termina, cuando el dictador muere, la democracia llega cuanto menos que otorgada. Es decir, el rey y una serie de políticos pactan, y se alcanza la democracia. Eso supone hurtarle a la sociedad española el mérito histórico de haber terminado con la dictadura. Se ha dicho muchas veces que el dictador murió en la cama. Pero la dictadura murió en la calle. Muerto Franco no murió la dictadura. Y hubo un periodo, al que nosotros nos referimos, desde noviembre del 75 hasta junio del 77, 18 meses, que no existió democracia y siguió habiendo una represión dura. La democracia llega a España porque el pueblo español la impone, la pelea y la lucha. Si no hay movilización de la gente, y especialmente del movimiento obrero y de Comisiones Obreras, no hubiera habido democracia o hubiera tardado mucho más.

P. De la monarquía decís que se ponía del lado de la democracia o «corría el riesgo de ser arrollada».

R. El rey tenía dos opciones: mantenerse en lo que venía de atrás, lo que significó el Gobierno Arias Navarro, un franquismo sin Franco, una especie de dictadura más o menos reformada, pero una dictadura al fin y al cabo, o aceptar que España tenía que ir a la democracia, que era lo que la gente estaba pidiendo en la calle. En el libro no se dice que al rey se le impusiera la democracia. Lo que sostenemos es que se crearon unas condiciones, de presión social, por las cuales el rey quitaba a Arias y nombraba a un nuevo presidente que iniciase conversaciones con la oposición o corría el riesgo de irse al traste. La oposición ya se había unido en la famosa Platajunta. Había una presión en la calle muy importante. Y había una presión importante en Europa. Si España quería ingresar en Europa tenía que ser con la adopción de un sistema democrático.

P. ¿Y por qué ese vacío bibliográfico que nunca ha otorgado la importancia merecida a la lucha obrera y social cuando ya han pasado 30 años del final de la dictadura?

R. Hay varios motivos. Primero, se confundió amnistía con amnesia. Segundo, a la derecha no le interesa para nada contar la historia como fue. Poco más o menos ha venido a decir que la democracia la han traído las fuerzas que estaban en el Régimen: Suárez, el rey y algunas personalidades políticas. No le interesa hablar de la presión de la sociedad española, entre otras cosas, porque no participó en ella.

P. ¿Esa es la versión de la derecha: la democracia la trajo el rey, Suárez y Fernández-Miranda?

R. Hay una versión de la derecha muy elitista y muy de personajes del régimen anterior. Es una versión que presume de los pactos con la oposición. La derecha, y me refiero a la versión canónica que se ha dado del final de la dictadura, nunca reconoce la labor de la lucha en la calle. Y hablan de reformas, como si la democracia hubiera sido una reforma de la democracia. Y la dictaduras no tienen reformas. Las dictaduras son la negación de la democracia.

P. Te preguntaba por los vacíos bibliográficos. Has mencionado dos motivos, ¿hay más?

R. Probablemente en el campo del pensamiento progresista hasta ahora no se había hecho un análisis a fondo.

P. Pero ha habido gobiernos socialistas que permitían encarar el pasado.

R. Diferentes socialistas lo han explicado: no remover la historia. Pero es también un problema de historiadores. No ha habido tampoco un estudio a fondo de lo que significaron los movimientos sociales. Entre otras cosas, porque el protagonismo de esa lucha, en ese periodo concreto, es fundamentalmente de Comisiones Obreras.

P. ¿No te puede el sentimentalismo?

R. Es lo que se deduce de los archivos de la policía. Todo lo que decimos son cosas que salen en los archivos de la policía, de lo Social, de la Guardia Civil o de los gobernadores. Y lo que dicen es que la movida por abajo la estaba haciendo Comisiones Obreras. Otras fuerzas no estaban organizadas en ese momento. No quiere decir que no participaran, que también, pero en menor medida. La fuerza de choque fue CCOO. Y en el campo político el PCE.

P. Incluso el protagonismo del sindicato es mayor que el del PCE.

R. Pero por una razón muy sencilla. Comisiones tiene la capacidad de movilizar. El PCE no convocaba huelgas. Quien tenía capacidad para politizar a los trabajadores por razones económico sociales era CCOO.

P. ¿Es la Transición española tan modélica como se nos ha tratado de vender?

R. La manera como acabamos con la dictadura fue un éxito porque se consiguió traer la democracia sin un enfrentamiento civil, sin una nueva guerra. Después de 40 años de dictadura, esa era una operación complicada. Y se hizo bien. Y a eso contribuyó mucha gente: el rey, Suárez, algunos políticos, los sindicatos. Pero el motor fue la movilización social. Ahora, la versión que se ha dado de que eso se hizo de forma natural, sencilla y tranquila, como si no pasara nada, es falsa. El período comprendido entre la muerte del dictador [noviembre de 1975] y las primeras elecciones [junio de 1977] hubo mucha represión, bastantes muertos, torturas y violencia por parte del régimen y de sectores ultras más o menos controlados por la policía. El Tribunal del Orden Pública (TOP) no desaparece, por ejemplo, hasta enero de 1977. Es decir, con Arias Navarro y Suárez sigue habiendo expedientes y se detiene a gente. 1976, cuando ya no está Franco, es el año que más expedientes abre el TOP.

P. Pasado el tiempo, ¿se puede decir que hemos alcanzado la orilla soñada?

R. España hoy es un país democrático, con una Constitución avanzada bastante mejor que muchas europeas. Es un país que ha conseguido un desarrollo social, cultural y económico espectacular. Estamos homologados con Europa. Tenemos un estado de bienestar, evidentemente mejorable, pero que existe.

P. ¿Y esas voces que dicen que «España se rompe»?

R. Es la propaganda tremebunda que hace la derecha. Evidentemente España no tiene el más mínimo riesgo de ruptura por ningún lado. Es la octava potencia económica del mundo. Crece a un ritmo espectacular, el triple de lo que crecen algunos países de Europa.

P. Pero te preocupa que la crispación de la vida política y mediática se traslade a la sociedad, a la calle.

R. Si se continúa con esta crispación exagera durante mucho tiempo por parte de los líderes del PP, diciendo que España se rompe, se rinde a ETA y demás barbaridades, la última la de Aznar diciendo en Catalayud que vivimos un clima como en los tiempos de la guerra civil, la crispación puede calar en la gente de a pie y se puede llegar a cierto enfrentamiento.

P. Mientras la derecha esté instalada en ese discurso y descuide el centro, ¿tiene posibilidades de recuperar el poder?

R. Creo que no. Porque el país no está en sintonía con ese discurso catastrofista y extremista. Ahora, eso lo deciden los votantes. Pero a la derecha no le resulta rentable ese tipo de discursos. Le iría mejor una postura más centrada, tolerante y menos crispada, lo que era la UCD. El núcleo duro del PP, los Aceves y compañía, como Aznar, no se sienten herederos del centro político.

P. Sácame del error. Tengo la impresión de que todos los que dicen ser de centro, cuando se discute con ellos, se revelan de derechas.

R. La pega de la derecha española es que es una derecha que tiene un componente muy importante de la época de la dictadura. Y ha estado haciendo concesiones importantes a la derecha extrema. El discurso del PP es más propio de la extrema derecha que de centro. En cambio, en Francia, cuando gana Sarkozy, un hombre de la derecha francesa, mete gente progresista en el Gobierno, dice que en todas las escuelas hay que leer una carta que escribió un joven comunista cuando fue fusilado por los nazis y lo primero que hace es ir a la tumba de la resistencia que luchó contra los nazis. Es decir, se siente heredero de los que lucharon contra los nazis. En cambio, la derecha española no se siente heredera de los que lucharon contra la dictadura.

P. Siempre has advertido del peligro que se corre al olvidar los 40 años de franquismo. De no recordar, las nuevas generaciones creerán que Franco fue un «estadista benevolente», un abuelete que trajo algo de progreso a este país.

R. Cuando la historia no se cuenta, se desconoce. Las nuevas generaciones no saben lo que fue la dictadura. En los colegios no se llega a esa época. Y lo que les han contado es una película que tiene poco que ver con la realidad. Ahora empiezan a aparecer cosas sobre la guerra y la memoria histórica, pero hasta ahora no ha habido esa pedagogía. Un país se hace con la gente joven. Y no desarrolla una cultura democrática profunda si no hace una crítica a fondo de lo que es una dictadura. Y el libro que hemos escrito es una contribución a eso. Uno no es un demócrata profundo si no rechaza la dictadura. Por eso no entiendo a la gente del PP, que está por la libertad y la democracia, pero le preocupa condenar la dictadura. Supongo que obedece a que buena parte de sus votantes no estarían de acuerdo. Y, claro, condenar la dictadura cuando tienen de presidente de honor a un ministro de Franco [Manuel Fraga Iribarne].

P. ¿Qué hubiera pasado en Izquierda Unida si hubieras ganado la tercera asamblea?

R. No tengo ni idea. Es difícil de saber.

P. ¿Estaría mejor la coalición?

R. No lo sé. Creo que sí. Pero eso ya es muy opinable. La idea de Izquierda Unida era una buena idea que tuvo su momento y parecía podía ser un proyecto positivo. Pero no se quiso ir en una dirección mucho más abierta, tal como proponía el sector que renovaba más el pensamiento, y dominaron los sectores conservadores y tradicionales. El proyecto, en mi opinión, se ha malogrado. Ahora IU juega un papel positivo, y espero que lo siga jugando y tenga éxito. Están colaborando en ayuntamientos y en comunidades autónomas.

P. ¿Lo mejor que te ha dado la vida?

R. Lo mejor que he hecho en la vida es contribuir a crear Comisiones Obreras. Lo segundo, contribuir a que llegue la democracia a España. Son las cosas de las que me siento orgulloso en mi vida.

P. ¿Por dónde pasa el nuevo sindicalismo?

R. Veo muy asentado al sindicalismo español. Ha contribuido de manera magnífica a una política de concertación social que ha estabilizado el país y ha creado riqueza. Pero tengo dudas de si es tan positivo para la situación personal de la gente. Es decir, se ha contribuido a que el país vaya bien, pero el reparto no está siendo suficientemente adecuado. Preocupa leer estadísticas diciendo que la renta salarial ha perdido posiciones respecto a la renta nacional. Las empresas están ganando mucho dinero, cosa que me parece muy bien, pero me gustaría que se repartiera mejor. La gente tiene dificultades para llegar a fin de mes.

 
   
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Sartorius: «La democracia la trajeron los ciudadanos que se movilizaron por ella»
La Nueva España, 23 de enero 2008

El abogado y dirigente de IU afirma que es «totalmente falso» que las libertades fueron «otorgadas» a los españoles en cuanto murió Franco

Oviedo, Luján Palacios

El abogado y periodista Nicolás Sartorius, fundador de CC OO, ex diputado y activo militante de Izquierda Unida, presentó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA su último libro, «El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España», escrito junto con Alberto Sabio con el objetivo de repasar un episodio de la historia española «no demasiado conocido», tal y como apuntó Sartorius.

El autor explicó que el volumen, 700 páginas de historia casi novelada, incide en una idea que considera fundamental: que la democracia española no le fue otorgada al país, sino que fue conquistada por la movilización de «cientos de miles de trabajadores, intelectuales, estudiantes y profesionales que se movilizaron en toda España».

Nicolás Sartorius subrayó su «insatisfacción» por el modo en que está siendo contado el final de la dictadura, toda vez que «parece que cuando murió Franco inmediatamente llegó a España la democracia, y eso es absolutamente falso».

Del mismo modo, el abogado y periodista insistió en el hecho de que España no era equiparable «ni mucho menos» al resto de Europa en el momento de la muerte de Franco, «como se ha insistido hasta la saciedad». «Lo que ha modernizado a España ha sido la democracia», sostiene Sartorius, que incidió en que «la dictadura murió en la calle».

El autor repasó algunos episodios inmediatamente posteriores a la muerte del dictador, durante los meses de gobierno de Arias Navarro. «De demócrata no tuvo nada; siguió reprimiendo de manera brutal», subrayó Sartorius, quien aseveró que hasta el año 1976, con la llegada de Adolfo Suárez al Gobierno, «vivimos unos meses durísimos, en los que se pegaron muchos tiros y se abrieron 4.500 expedientes desde el Tribunal de Orden Público».

En el libro presentado ayer se desgranan algunos momentos históricos hilados a partir de la investigación en los archivos de la época. Como el recado que envió don Juan de Borbón a su hijo, el Rey Juan Carlos, advirtiéndole de que «si no quitaba a Arias Navarro, se perdía todo», relató Sartorius.

Otro de los capítulos clave del proceso fue la legalización del Partido Comunista de España (PCE), algo para lo que Suárez «tuvo muchas dudas y debió consultar con los fiscales». O la postura de las potencias europeas ante el momento que se estaba viviendo en España. El libro revela cómo Estados Unidos tenía un plan para invadir Portugal desde España en el caso de que la Revolución de los Claveles se radicalizara y acabara influyendo en el proceso español.

Nicolás Sartorius concluyó la presentación del libro subrayando que la democracia «la trajo la gente que luchó por ella», y que los treinta años de democracia «han sido los mejores de España». Y también advirtió: «Hasta que no se arreglen las cuentas con el pasado no tendremos una democracia profunda».

 
   
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