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Semana Negra Gijón 2009
Mesa Redonda Fund. Juan Muñiz Zapico
"Memoria y exilio"
   » "Memoria y exilio", 15.07.2009
» Ediciones anteriores: 2008, 2007, 2006

 
Miércoles 15 de julio de 2009
a las 18:00
Carpa de Encuentros
Memoria y Exilio
Memoria y Exilio

Presenta Alejandro M. Gallo,
      autor de Operación Exterminio

Con la intervención de:
Evelyn Mesquida
      autora de La Nueve (Los españoles que
      liberaron París)
Irene Díaz Martínez
      Coordinadora del Archivo de Fuentes Orales
      para la Historia Social de Asturias
Jorge Belarmino Fernández Tomás
      Nieto de Belarmino Tomás
Constantino Alonso González
      Tinín el de Turón

Organizan:
Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. de Asturias
Semana Negra Gijón 2009
Colaboran:
CajAstur
Consejería de Cultura y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias
Semana Negra 2009


FOTOS
 


PRENSA
 
Memoria y exilio
La isla inexistente, 15 de julio de 2009
El Sindicato, septiembre/octubre 2009

Múltiples formas de exilio pero un dolor único

Javi Álvarez

El escritor Alejandro M. Gallo que moderó la mesa
Todos los años en la Semana Negra de Gijón la Fundación Juan Muñiz Zapico organiza una mesa redonda con el objetivo de preservar la memoria del movimiento obrero asturiano y difundir la cultura del sindicalismo. La de este año, que se encargó de moderar el escritor Alejandro M. Gallo, llevaba por nombre «Memoria y Exilio» y se celebró en la carpa del Encuentro. No usó el moderador demasiadas palabras para presentarla, pues tenía en la mesa suficientes voces para representar las diferentes formas que tomó el exilio asturiano tras la guerra civil. Quizá, dijo, falte una, la de aquellos a los que el fascimo se encargó de «exiliar forzosamente con un tiro».

Después cedió la palabra a Evelyn Mesquida, autora de «La Nueve. Los españoles que liberaron París» que habló de su trabajo para recuperar un trozo de nuestra historia. Recordó a aquellos jóvenes que lucharon en la guerra civil y que al perder la contienda cruzaron la frontera francesa dónde fueron recibidos en campos de refugiados, en los cuales recibieron humillaciones y maltrato. Jóvenes a los que se les planteó volver a la España franquista o incorporarse a la Legión extranjera para luchar primero en la guerra de Túnez y posteriormente en la segunda guerra mundial. Se convirtieron en fuerzas de choque, por su gran experiencia militar, donde fueron diezmados porque siempre eran los primeros que entraban en liza. Liberan París, y sus tanquetas son las primeras en entrar en la capital gala. Liberaron Alsacia, continuaron a Estrasburgo y llegaron hasta el bunker de Hitler. Pero su historia se borró de sus anales y se negó por su origen español y republicano.

Jorge Belarmino Fernández Tomás e Irene Díaz Martínez
Irene Díaz Martínez, coordinadora del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias, nos habló de los testimonios orales que han podido recoger para el archivo. Suman dos mil horas de grabación a la disposición de todos. Habló de dos tipos de exilio, el primero que se realizó en septiembre de 1937 y en el que básicamente salieron de España niños evacuados por el hambre y la guerra y el segundo, con la guerra ya terminada. Del primero habló como de un viaje de aventuras para aquellas criaturas y también del cariño y la solidaridad con que fueron recibidos, tanto en Francia como en la Unión Soviética. La segunda, en el 39, tras la guerra, con la derrota a cuestas no presentaba las mismas caras amigables al otro lado de la frontera. Los nuestros llegaban desde una tragedia, habiéndo dejado todo atrás, casi sin pertenencias y vencidos. A su paso van viendo que son mirados de lejos, con la distancia del recelo que despiertan y cierto temor. Todas estás voces narran en primera persona el periplo vital de cada uno de ellos, son testimonios valiosísimos que permiten reconstruir la memoria del exilio, de aquellos que se fueron para unos meses y tardaron muchos años en poder volver a su país. Como muestra, Irene lee un testimonio sobrecogedor de Luis Álvarez que cuenta el momento de cruzar la frontera.

Jorge Belarmino Fernández Tomás, nieto de Belarmino Tomás, nos habla de dos tipos de exilio. De uno duro, el de Francia y de otro más amable en México, un país que se convirtió en la tierra del asilo por excelencia durante el siglo XX. Dice más amable porque allí se mantenía la República con un gobierno en el exilio. Pero no nos dejemos engañar, los que se fueron a México vivieron un proceso muy dramático, encerrados en una vida fantasma, pues sus pensamientos e ideas seguían manteniendo una realidad que dejaron atrás pero que ya no existía. Cuando regresaron volvieron a una España distinta, donde había desaparecido toda seña de su identidad, esas que ellos habían sustentado durante todo el tiempo. Al volver se veían obligados a reinventarse de nuevo.

Evelyn Mesquida y Constantino Alonso González, «Tinín el de Turón»
Finalmente tomó la palabra Constantino Alonso González, «Tinín el de Turón», que con sus casi 87 años que cumplirá a finales de septiembre aún conserva la mayor parte de su vitalidad. Él es uno de los «niños de la guerra» que viajó a otro país sin desear salir de su valle asturiano. A Francia llegó en la bodega de un barco, huyendo de los cañonazos franquistas, con otros niños asturianos y vascos. Allí le acogió una familia comunista que tenía cuatro hijos. Su hermano estaba cerca, con otra familia en el mismo pueblo. Guarda buenos recuerdos de aquellos días, y se acuerda especialmente de las campañas de recogida de alimentos para los republicanos españoles, campañas a las que le llevaban como mascota. Se vió obligado a volver a España cuando estalló la segunda guerra mundial. Viajó en tren y recuerda que al cruzar la frontera los soldados españoles se ensañaban con ellos. La primera noche la pasaron en un convento, donde las monjas se encargaron de vaciar sus maletas de la comida que traían. Después la vuelta a casa, en la que se respiraba un terror indescriptible y una vida atemorizada cargada de silencios, donde muchos vecinos habían sido asesinados o encarcelados. Aquí se calla, el tiempo de la mesa ha terminado sin que pueda contarnos su experiencia como enlace de la guerrilla, sus años de cárcel, su participación en las huelgas mineras de 1962, sus destierros y otras muchas historias de su lucha sindical y humana.




SUEÑOS DE REGRESO: LA GESTA DEL EXILIO
A Quemarropa (Diario de la Semana Negra), 16 de julio de 2009

Lorena Nosti

Tenía sólo 12 años cuando estalló la Revolución de Octubre del 34 y apenas era un adolescente en el apogeo de la Guerra Civil. Sin embargo, y pese a su corta edad, se puede decir que estuvo en la brecha de dos de los acontecimientos más importantes en la historia de Asturias y de España del pasado siglo. Constantino Alonso y su improvisada biografía construida de anécdotas tan verídicas como emotivas y espeluznantes se convirtieron ayer en repentinos protagonistas de la mesa redonda de la Fundación Juan Muñiz Zapico "Memoria y exilio", que tuvo como contertulios de este superviviente de Turón a Evelyn Mesquida, Irene Díaz y Jorge Belarmino Fernández Tomás, todos ellos comandados por Alejandro M. Gallo, que hizo las veces de maestro de ceremonias.

La destreza de Mesquida en su intento de recuperar un trozo de la Historia aparcado en el olvido del imaginario colectivo fue reconocido por el numeroso público que acudió a la Carpa del Encuentro para hacer un verdadero ejercicio de memoria histórica. Las vicisitudes de los 146 españoles que conformaban la menoscabada Compañía 9, que desde 1936 hasta 1945 blandió las armas en cuatro guerras para terminar en el nido de águilas de Hitler sin más reconocimiento que el de sus seres queridos, volvieron a llenar el presente para reclamar su lugar en el futuro. También Irene Díaz ilustró a los presentes con legados extraídos de los más de 2.000 testimonios que conserva el Archivo de Fuentes Orales para Historia Social de Asturias, en especial la experiencia de Luis Álvarez, que narraba con terrorífica naturalidad el hacinamiento, las "cacerías" de piojos y el verdadero significado de las fronteras en un viaje hacia su memoria personal. Lo mismo que hizo Jorge Belarmino Fernández Tomás, recordando su propia infancia cuando sus padres tuvieron que exiliarse a México. "Yo no me daba cuenta muy bien de lo que pasaba, pero sí de que mis padres estaban pero no estaban. En su cabeza seguía el país que habían dejado, igual que les ocurría a muchos otros exiliados, y eso no cambiaba hasta el final de sus días o hasta que regresaban acá", explicaba el nieto de Belarmino Tomás.

Sin embargo, el testimonio más impactante fue, quizás, el de Constantino Alonso, que narró con la frescura propia de quien lo hubiera vivido ayer su propia "aventura" de infancia alejado de su tierra y de sus seres queridos a causa del franquismo. "No había comida. Mi madre quedó viuda y mi hermano y yo tuvimos que irnos a Francia, junto con muchos otros que se encontraban en las mismas condiciones que nosotros. Allí me quedé en casa de un matrimonio comunista que tenía cuatro hijos y, aun así, tuvieron la fuerza de acoger a uno más para mantenernos. Mi hermano estaba en otra casa. Fuimos acogidos como si fuéramos de la familia de toda de la vida. Incluso nos llamábamos padre, madre, hijo o hermanos, e íbamos a la escuela con los niños franceses. Solo tengo buenas palabras para aquella gente", rememoraba Alonso con una sonrisa agradecida, evocando la actitud solidaria de las juventudes socialistas y comunistas francesas cuando, al estallar la guerra, organizaban y promocionaban recolectas de alimentos, "conservas, fundamentalmente", para los republicanos españoles. "A mí me llevaban como mascota", rió, "pero todo aquello a mí me animaba mucho porque era todo un éxito y, cuando al día siguiente veía en los periódicos fotografías de los camiones que cruzaban la frontera hacia España, siempre pensaba que algo de todo aquello iría a parar a mi familia".

Pero los buenos recuerdos de le petit espagnole, como le llamaban en Francia, llegaron a su fin a la hora de evocar su vuelta a casa. "En el tren, antes de llegar a Bilbao, los soldados que nos custodiaban se ensañaron con nosotros, incluso nos pegaban. Una nena pequeña que iba al lado dijo algo en francés a su hermano y uno de los soldados la sacó de su asiento, le dio un tortazo y la tiró en el pasillo diciendo que aquí no se podía hablar ruso, que estábamos en España. Así estaban las cosas". Su breve estancia de apenas dos días en un convento, a mitad de camino, no fue mucho mejor. "Nos hicieron dejar las maletas y luego nos las tiraron al suelo y nos quitaron la comida que llevábamos, que eran casi todo latas. Las monjitas fueron muy melodiosas… ¡No, muy sinvergüenzas!", añadió para rectificar la ironía.

El tiempo de la mesa redonda llegaba a su fin y, pese a las disculpas reiteradas de Alonso por su extensión, nadie deseaba que parase. La frustración de llegar por fin a casa y encontrarse de bruces con el secretismo y la obligada discreción, "cuando veníamos de un sitio en el que se podía hablar de todo", y el terror de sus seres queridos ante algunos temas de conversación fueron dos de los aspectos más impactantes para este hombre de Turón. "Estaban atemorizados. No te dejaban preguntar por todo aquello, por el paradero de uno o de otro. Era indescriptible", confesó. La posterior evocación de sus periplos en la mina fue truncada por el implacable reloj que señalaba el fin de la mesa redonda. "Es una verdadera gesta, lo que hicieron nuestros exiliados", reconoció Alejandro M. Gallo. Y para narrarla, ayer la Semana Negra tuvo el privilegio de contar con unos juglares de excepción.