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Gijón acogió un homenaje al abogado comunista Manuel López con la presentación de las memorias de un comprometido «con los machacados por la vida»
J. M. Ceinos
Así lo expuso anoche su hijo, Manuel López Sacristán, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón, donde se presentó «Mañana a las once en la plaza de la Cebada», el libro con las memorias de su padre que acabó de redactar uno de sus mejores amigos: el gijonés José Manuel Torre Arca, íntimos desde sus años de estudiantes en París, a mediados de la década de los cincuenta.
En la sala, entre el público, tomaron asiento muchos asturianos a quienes Manolo López defendió en los tribunales. Lo mismo que en la mesa presidencial: Vicente Álvarez Areces, presidente del Gobierno de Asturias, antiguo dirigente comunista, desde hace lustros en las filas del PSOE, quien aseguró que el libro también es «una parte muy importante de nuestra propia vida, en el que hay mucha carga emocional y emociones compartidas».
Entre los asistentes a la presentación se encontraban, entre otros, la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, y el consejero de Educación y Ciencia, José Luis Iglesias Riopedre.
También desde la mesa, Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, animó a la lectura del libro de las memorias «de un abogado que estaba con nosotros», una obra «que se lee muy bien» y en la que «encontré la trayectoria vital de una persona que se comprometió con los machacados por la vida». Un libro, remató Alberdi, «con el que se aprende, se pasa bien, y emociona».
José Manuel Torre Arca, cuñado de Vicente Álvarez Areces, fue el encargado de redactar el apéndice de la obra, en la que se cuenta la salida de Manolo López del Partido Comunista a causa de su enfrentamiento con el gijonés Santiago Carrillo Solares, entonces secretario general del PCE, «uno de los dirigentes políticos cuyo comportamiento le produjo a Manolo mayor rechazo», como se puede leer en «Mañana a las once en la plaza de la Cebada», un título que tiene que ver con una cita de Manolo López con Jorge Semprún en la citada plaza madrileña donde ejecutaron al militar liberal asturiano Rafael del Riego.
En su prólogo, Torre Arca también aprovecha para pasar factura a Santiago Carrillo a propósito de la Conferencia de Perlora de 1978, en la que un centenar de militantes comunistas, encabezados por Vicente Álvarez Areces, decidieron abandonar el PCE, en desacuerdo con la dirección, «lo que constituye el punto culminante del paulatino alejamiento de Manolo López respecto a la institución que había dado sentido a una gran parte de su vida, el PCE», relata Torre Arca.
En la contraportada se puede leer que Manuel López fue «a menudo muy crítico con las estructuras comunistas, pero sin renegar nunca de los principios solidarios e igualitarios que le llevaron a hacerse comunista».
«Es como una novela de Galdós, al que tanto admiraba», afirmó, en el acto de anoche, Torre Arca sobre el libro, quien enfatizó que «es importante que las nuevas generaciones lo lean para que personas como Manolo López no caigan en el olvido».
El principal protagonista de la Conferencia de Perlora, a quien Manuel López defendió ante el Tribunal de Orden Público (TOP), Vicente Álvarez Areces, definió a su antiguo abogado como una persona «fiel a sí mismo y coherente en lo personal, con inteligencia y pasión por la justicia», un personaje, afirmó el jefe del Ejecutivo del Principado, que con su libro de memorias «nos hace volver a un tiempo que no debemos olvidar».
Se refirió, cómo no, Álvarez Areces, aunque de paso, a que con el retorno de las libertades a España también llegaron «las contradicciones en el PCE», aunque pronto volvió al protagonista del acto, del que dijo que «el hilo conductor de su vida fue la defensa de los trabajadores a través de Comisiones Obreras».
Y terminó Álvarez Areces afirmando que «debemos rendir un homenaje a los abogados laboralistas», como exponentes de «una generación que luchó por la libertad».
Cerró el turno de intervenciones Manuel López Sacristán, destacando «la voluntad de unir de mi padre, en lugar de separar», y que a Santiago Carrillo «le van a fastidiar varias cosas» de las que se relatan en el libro.
No dejó pasar la ocasión el único hijo de Manuel López para reivindicar la figura de su madre: Dolores Sacristán Pérez, motor de la vida de su padre, fallecida prematuramente, de quien aprendió que «no debo afiliarme a nada».
A pesar de ello y de que «no acabé de entender bien lo que era el comunismo», tras leer las cuartillas que su padre comenzó a escribir para explicárselo, Manuel López Sacristán, como su progenitor, sigue creyendo «que algún día algo tendrá que cambiar», es decir, «los ideales que hacen que unas personas quieran defender a los machacados por la vida».
V. B. Q.
Las autobiografía incompleta de Manolo López, que concluyó en un apéndice su amigo del alma y compañero en el Partido Comunista de España 'Pin' Torre Arca, resume en más de 700 páginas una visión, comprometida y crítica a la vez, sobre la lucha contra la dictadura franquista y la recuperación de la memoria histórica de una generación que perdió jirones de su vida buscando un mundo menos injusto y más libre.
En este contexto, el hijo del autor, Manuel López Sacristán; el director de la Fundación Juan Muñiz Zapico, que impulsa su edición, Francisco Prado Alberdi; Torre Arca y el presidente del Principado de Asturias, Vicente Álvarez Areces, cuñado de este último y camarada de militancia y amigo en la adversidad de Manolo López, reflexionaron sobre un tiempo que marcó la historia de un país y en el que la figura del fallecido abogado «fue todo un referente».
El título del libro le viene como consecuencia de la preocupación de Manolo López por aguantar las torturas policiales hasta transcurrir la cita que había concertado a las once de la mañana en la madrileña plaza de la Cebada con Jorge Semprún, en aquellas fechas máximo dirigente del PCE en el interior del país.
Manolo López fue uno de los pioneros del popular despacho laboralista de Atocha, brazo legal de los militantes comunistas y de Comisiones Obreras y desde el cual defendió durante décadas a más de 70 antifranquistas asturianos, algunos de ellos presentes en la sala, entre ellos el propio Álvarez Areces.
Una autobiografía que se presenta hoy en el Antiguo Instituto relata la trayectoria vital e ideológica del histórico laboralista
F. G.
López defendió ante el Tribunal de Orden Público, el principal instrumento represivo de la última etapa del franquismo, a presos políticos y a destacados militantes de la izquierda asturiana como Santiago Carrillo, Horacio Fernández Inguanzo, José Manuel «Pin» Torre Arca, «Juanín» Muñiz Zapico o Vicente Álvarez Areces, con quien el abogado mantuvo una estrecha relación. La afinidad ideológica y personal le acercó a otros asturianos, como José Ramón Herrero Merediz.
Con el advenimiento de la democracia, y siempre vinculado a Comisiones Obreras, López participó en los pleitos más relevantes de la Federación Minerometalúrgica, derivados la mayoría de ellos de la reconversión industrial, así como en juicios penales por accidentes de trabajo.
Juan Manuel López nació en Madrid el 19 de julio de 1930. Se licenció en Derecho en 1954 y marchó a París, donde obtuvo el certificado de Sociología en la Facultad de Letras de La Sorbona. A los 28 años ingresa en el Partido Comunista de España y acude a Pekín como delegado al Congreso de la Unión Internacional de Estudiantes. A su regreso a España -corre el año 1959- es detenido y torturado en la Dirección General de Seguridad de Madrid.
Sufre consejo de guerra y es encarcelado, primero en Carabanchel y posteriormente en el penal de Palencia, donde es el único preso político entre rejas. Excarcelado en 1962, interviene como abogado laboralista en numerosos pleitos y se significa en la defensa de obreros, huelguistas y mineros asturianos ante el Tribunal de Orden Público, hasta un número de setenta.
Vuelve a la cárcel en 1971 y ese mismo año contrae matrimonio con Dolores Sacristán, «Lolita», otra histórica del PCE y miembro de su Comité Central. Ambos abandonarían el partido, desengañados de la falta de democracia interna, pero nunca renegarían de su condición de comunistas.
El pasado año, López recibió a título póstumo el Premio Abogados de Atocha, que otorga la Junta de Castilla-La Mancha.