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La Fundación Juan Muñiz Zapico, en colaboración con la Semana Negra de Gijón, ha organizado para la presente edición del certamen literario una jornada de debate y reflexión en relación al hecho literario y la memoria. En años anteriores se trató sobre la memoria y el exilo, la literatura y la Revolución de Octubre de 1934, la guerrilla o la literatura y la mina. Siguiendo esa trayectoria, la propuesta de la Fundación Juan Muñiz Zapico para este año es "Literatura y memoria histórica".
El objetivo de la actividad es desarrollar un coloquio sobre la literatura en relación a la memoria histórica y más especialmente ante la impunidad del franquismo y la persecución al juez Garzón. En la mesa de la charla-coloquio contaremos con Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, el poeta Luis García Montero, el escritor de novela negra Alejandro M. Gallo, la autora asturiana Vanessa Gutiérrez y el historiador Francisco Erice, que ha publicado recientemente el ensayo "Guerras de la memoria y fantasmas del pasado. Usos y abusos de la memoria colectiva".
Viernes 16 de julio de 2010. Semana Negra. Playa del Arbeyal. La Calzada. Gijón
Javi Álvarez
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Francisco Prado Alberdi, Alejandro Gallo, Vanessa Gutiérrez y Francisco Erice | |
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La presenta Francisco Prado Alberdi Pipas, memoria sindical de Gijón y presidente de la Fundación, que informa de la ausencia en la mesa de Luis García Montero, a quien se le ha retrasado el vuelo y en estos momentos todavía está volando.
Alberdi cita al sociólogo Jesús Ibañez como preámbulo: «El orden dominante nos impone el olvido..., y el olvido de que hemos olvidado». A él le gusta más el término memoria colectiva que el de memoria histórica. El ser humano no puede vivir sin memoria, así que se reescribe la Historia. El debate que quiere abrir es para encontrar lo que debe hacer la Literatura en ese esfuerzo para recuperar la memoria. Los tres ponentes que le acompañan en la mesa son el escritor de novela negra Alejandro Gallo, la escritora en asturiano Vanessa Gutiérrez y el historiador Francisco Érice.
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Francisco Alberdi y Alejandro Gallo | |
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Lentamente los libros de los vencedores van siendo sustituidos por las voces de los hijos de la dictadura que piden que no nos reinventen más la Historia los mismos. Con lentitud vamos viendo una justicia que no puede hacer justicia, así que tendrá que hacerla la Literatura. Literatura que tendremos que fabricarla entre todos, porque hay que reconstruir la Historia para hablar de nuestra gente, de su épica que han querido ir destruyendo en todo este tiempo. Lo que ocurrió en este país no tiene nombre, a los perdedores se les convirtió en esclavos y todas esas historias están pendientes de ser contadas. Hay que devolver la voz a los nuestros, a quienes fueron exiliados, a los que se asesinó con vileza, a nuestros familiares, a nuestros amigos, porque como decía Quevedo, «uno a uno somos todos mortales, pero juntos somos eternos».
Todos los países reconstruyeron su historia tras la Segunda Guerra Mundial, pero qué pasó en España. Aquí se mantenía una dictadura que no nos dejó reconstruir nada y nos fuimos olvidando de una parte importante de nosotros, de quienes siguieron luchando contra el fascismo en Europa. Somos cada uno de nosotros quienes tenemos que reconstruir la memoria, es una obligación de todos para dejar a nuestros hijos y nietos la Historia bien contada.
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Vanessa Gutiérrez y Francisco Erice | |
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La Literatura se ha utilizado de formas diferentes en tres momentos recientes de nuestra historia. Durante la postguerra se escribieron novelas para ofrecer la imagen que el Franquismo precisaba y para demonizar el recuerdo de la República. En el final del Franquismo y principio de la Transición, para señalar que vamos a tener una manifiesta imposibilidad de desenterrar el pasado de los vencidos. En los últimos años y paralela a los movimientos de recuperación de la memoria ha surgido una crítica al olvido del pasado y una recuperación de la tradición oral para dejar grabadas las historias concretas no contadas. Es este último un camino que busca recuperar tramos de nuestra Historia.
En las sociedades democráticas también existen silencios, hay límites a la memoria. No tenemos que ser beatos con ella, se puede llenar de mitos y deformaciones, pues su objetivo es crear una identidad. Es importante el conocimiento de la Historia, a la que incluso los literatos acuden para documentar sus historias. La gente construye su discurso y en torno a él elabora sus recuerdos.
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Público asistente a la charla Literatura y memoria histórica | |
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Como escritora le interesa la literatura que se apoya en la experiencia humana. Para preparar El país del silencio, Beatriz y ella partieron de dos premisas, dos frases escuchadas, «El olvido está lleno de memoria» y «el miedo funciona como gas paralizante a largo plazo». El ensayo es una sucesión de narraciones que merecían ser contadas. Se adentra en el ámbito privado de las personas, testimonios de vencidos. Es un relato directo de sus protagonistas, pero desde una perspectiva de dar visibilidad a lo anónimo. Los hechos tienen recuerdos que han sido silenciados durante mucho tiempo por sus propios actores. También ha buscado el papel de las mujeres, siempre un tanto relegado. Asturias como territorio y la mujer como protagonista, así surge este trabajo periodístico de entrevistar a 21 mujeres que es El país del silencio. Le impresionó y marcó mucho la rotura del silencio que algunas mujeres habían guardado por miedo. Su intención era contar los hechos y también observar la selección de recuerdos que cada persona elegía narrar. Cada una de estas mujeres tuvo compromisos e implicaciones distintas, pues no hacía falta pasar por la cárcel para ser una víctima más. Las hay más célebres, que ya tienen un relato elaborado y construido a fuerza de repetirlo y otras que aún no lo habían contado y se expresan dando pinceladas. No forzaron la memoria, no quisieron dirigir las respuestas, porque los silencios también son significativos. «Si conoces las causas preocúpate por los efectos, si ves los efectos pregúntate por las causas».
Sus intenciones eran las de realizar un trabajo subjetivo ya que se sustenta en la experiencia y en la importancia de lo personal, de unos testimonios con mucho valor. Es una forma de recuperar nuestra autoestima a través del testimonio y la memoria de las personas. Nada impacta más que la sencillez de un relato escolar. Llega más que cualquier técnica.
Miguel Barrero
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Prado Alberdi, Alejandro M. Gallo, Vanesa Gutiérrez y Francisco Erice. | |
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La tertulia se prolongó una hora larga y no sé si fue bastante, porque parecían quedar muchas cosas en el tintero cuando apareció por allí José Manuel Estébanez para presentar Candy City, de López Aroca y Sergio Bleda, una obra fresca e irreverente que sus autores desglosaron con gran prolijidad de detalles antes de que se viniera con nosotros David Barreiro, joven escritor gijonés que, tras el éxito obtenido por Mediocre (una suerte de fábula contemporánea sobre la inanidad de la vida del oficinista medio) ha vuelto a las librerías con Barriga, una novela que sigue fiel al espíritu que impregnaba su opera prima y que fue ampliamente elogiada por Luis Sepúlveda, presentador de lujo que vino a dar así la alternativa definitiva a la que parece ser una de las voces más prometedores de las jóvenes letras patrias.
A la misma hora en la que el Recinto empezaba a alborotarse por la inminente llegada de Vicente Álvarez Areces (que coprotagonizaba una presentación en la carpa vecina), se sentaban con nosotros Carles Quílez, Fritz Glockner, Raúl Argemí y Fernando Marías para hablar de Corrupción y literatura, un tema en el que los tres están muy duchos. El primero, porque sus labores de documentación le han llevado a tener un amplio fondo sobre el asunto; el segundo y el tercero, porque ser escritor en México DF y en Argentina conlleva estar irremediablemente familiarizado con esos menesteres; el cuarto, porque, por lo que ha venido evidenciando en estos últimos años en los que se ha venido convirtiendo en un habitual de la SN, es un especialista en todos los lados oscuros que imaginarse puedan.
A esa mesa redonda la sucedió otra no menos especializada. El escritor José Luis Ibáñez se vino con Alejandro M. Gallo (que, como se ha dicho, debutaba hoy, y por partida doble) para charlar de Novela policiaca y Guerra Civil, en una conversación en la que no dejó de salir a colación la idoneidad del noire para abordar el conflicto español por esa capacidad del género para arrimarse así como sin querer a los epicentros de las cloacas para desentrañar miserias y contradicciones de una sociedad enferma. Que es, al fin y al cabo, la que sirve de caldo de cultivo para cualquier lucha armada, y mucho más si nos remontamos a la España de 1936.
Los cambios en el programa a los que me refería antes –y los deberes que tenía para la jornada de ayer– me impidieron asistir, como hubiera querido, a la presentación de El enigma de la calle Calabria, la última novela de Jerónimo Tristante, que recibía los honores de la insigne Cristina Fallarás, la primera mujer en la historia de la SN que ha conseguido colarse (sin ganar, ay) entre los finalistas del Premio Hammett. Una pena, porque Tristante es un tipo solvente y sus novelas siempre resultan tan sugerentes, al principio, como suculentas, una vez degustadas.
Llegué muy justito para escuchar a Willy Uribe hablar de su Cuadrante de las planas (apareció por allí el librero Paco Camarasa, cuya presencia en Gijón este año ha sido bastante intermitente, y me apetecía darle un abrazote antes de que emprendiera el viaje de vuelta a Barcelona), pero sí pude atender a la puesta de largo de Los largos pasos que nos han traído hasta aquí, una novela de Juan Marchán cuyas virtudes, ésas que la convierten en una de esas lecturas que enganchan y que no permiten que el lector cierre el libro hasta que llega el punto final, fueron ampliamente glosadas por Nacho Guirado, que desde hace uno o dos años ha emprendido también el camino que lleva a convertirse en un nuevo clásico de la SN. La presentación de la película La balada de Vlad Tepes, de Guzmán Vila, abarrotó la carpa y calentó el ambiente gracias a un film de vampiros llamado a convertirse en película de culto. El éxito del pase hizo que el público se animase y permaneciera entre nuestras lonas para presenciar la última (y más tardía, hasta ahora) actividad de la carpa: una tertulia sobre los barrios y las tribus urbanas en la que participaron Javier Sinay, Carlos Zanón, Marcelo Luján, Matías Néspolo y Mario Mendoza. Un cartel de lujo para presenciar la penúltima jornada de actividades literarias en esta XXIII Semana Negra. Abróchense los cinturones, damas y caballeros.
Esto está a punto de acabarse.