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Fundación Juan Muñiz Zapico: Diez años sin Manolo Vázquez Montalbán
Gijón, Javi Álvarez
La Fundación Juan Muñiz Zapico es una participante habitual de la Semana Negra. Cada año trae una charla de contenido político o social. En esta ocasión quiere recordar los diez años que llevamos sin Manuel Vázquez Montalbán. La mesa la componen el historiador Rubén Vega, el biógrafo de Montalbán José V. Saval y el escritor Paco I. Taibo.
Vega, para señalar la vinculación de Montalbán con Asturias, lee un texto del novelista catalán donde se describe cómo el hecho de que los estudiantes de la universidad de Barcelona cantaran el Asturias patria querida era considerado un acto subversivo por parte de las autoridades.
Saval, por su parte, empieza afirmando que ante todo Montalbán siempre fue un periodista. Sin embargo, el reconocimiento internacional le llegó con la novela. Cuando comienza a escribir novela policiaca apenas había autores de este género en nuestra lengua y él supo encontrar una voz que a la larga ha influenciado a muchos otros escritores de diferentes escuelas y países. Como novelista creó a Pepe Carvalho, un personaje que es más grande de lo que podamos pensar. Para ilustrar esta idea, Saval nos cuenta una anécdota que le ocurrió a Montalbán en Barcelona cuando le robaron su coche. El policía al que le tocó el asunto lo miraba y no daba crédito: «¡cómo a un detective como usted le pueden robar el vehículo!». El biógrafo explica que en Montalbán la influencia de los grandes maestros de la novela negra norteamericana no es directa, sino que le viene a través del cine negro que le aporta muchas referencias. Algunos críticos han señalado que las tramas en sus novelas nunca eran tan importantes como el elemento social. Explica Saval que el periodismo en realidad es una literatura de urgencia, rápida, para describir un hecho noticiable de un momento determinado. El elemento social en Montalbán está vinculado a su familia y al barrio del Raval. Siempre se mostró fiel a sus orígenes. En esos orígenes encontró su voz.
En sus novelas, Montalbán nos hace la crónica de la Transición. Son un mosaico de su tiempo que radiografía esa época. En opinión de Saval su mejor novela fue Galíndez, una investigación periodista sobre hechos reales que le llevó muchos años a Montalbán y a la que decidió añadirle elementos de ficción a la hora de publicarla. A Saval le gustaría que Montalbán pasase a la historia por la Crónica sentimental de España, esos artículos que escribía en Triunfo, sorteando la censura con lo que le permitían publicar.
Para Saval, Montalbán es el intelectual total, un periodista que tiene siempre que opinar. Y en sus opiniones se la jugaba pues le gustaban los temas de política internacional. Remarca que era un marxista heterodoxo, contrario a los mandos. En el PSUC le eligieron las bases para presidir cultura. También señala que hablaba catalán y era perfectamente bilingüe. Decía que si hubiera ganado la República quizá hubiera sido un escritor catalán.
Taibo hace el discurso más emotivo, el del amigo con el que se ha compartido casi todo. Arranca señalando que tiene un montón de cosas que decir y a continuación enuncia: «Es el escritor más importante». Le describe en lo humano: una persona tímida y de humor parecido al de los asturianos y que en México llaman «jodedor» porque siempre lleva una carga de profundidad. Dice que más que hablar farfullaba. Taibo le imita. Cuenta luego que le gastaron la broma de ponerle un traductor al castellano en una de sus presentaciones. Reconoce que Montalbán le hizo la cabronada más divertida que le habían hecho nunca. Le invitó a un restaurante bien de la Rambla. Aquellas invitaciones resultaban siempre un número, pues la opinión gastronómica de Montalbán podía medir el éxito o el fracaso del local. Así que le agasajaban. Nada más sentarse Taibo y sin decir nada, un camarero le puso delante una Coca Cola. Mientras, Montalbán leía la carta y pedía por los dos. Era autoritario, militó en el PSUC, añade Taibo para explicar este comentario. Cuando se terminó la Coca Cola otro camarero llegó a la velocidad de un relámpago para ponerle una nueva. Y así toda la noche. Taibo, que se olía algo, le preguntó «qué les has dicho». «Nada», respondió Montalbán farfullando, «que eres un buen escritor mexicano, pero que acabas de salir del psiquiátrico y que si no tienes tu Coca Cola no sé la que podrías armar». Lo gracioso es que era un restaurante de esos que cuando pides una Coca Cola te miran por encima y te traen la carta de vinos, así que cada vez que a Taibo le ponían una Coca Cola, antes tenían que ir a comprarla al bar de enfrente. Dice Taibo que de esa cabronada se vengó con una más gorda, pero que la deja para contar en otra ocasión.
Una vez dijo «prefiero a Montalbán cuando se equivoca antes que al resto de autores españoles», una frase que aún mantiene. Explica que es por su fulgor tanto en lo literario como en la reflexión política. Tenía opinión de todo porque estaba bien informado de todo. Lo que no le gustaba a Taibo de Montalbán era su estilo de trabajo, el peor posible. Decía que si no tenía presión no escribía porque había descubierto que era muy vago, algo que lo prolífico de su obra desmiente. Así que firmaba todo tipo de contratos que le ataran, de esta forma se creaba una presión inmensa y en ella se fabricaba una especie de compulsión creativa.
Dice Taibo que discutieron mucho y de muchos temas. Montalbán ayudó a que la Semana Negra de Gijón saliera adelante. Cuenta Taibo que la Asociación Internacional de Escritores de Novela Policiaca decidió que había que hacer un festival literario en España y eligieron Barcelona para hacerlo. Se lo encargaron a Montalbán, Andreu Martín y Taibo. Pero Taibo pasó antes por Asturias y a la vuelta en Barcelona propuso que el festival se hiciera en Gijón. Montalbán respondió rápidamente que sí, que el cordero a la estaca lo hacían mejor en Gijón. De aquel día Taibo recuerda que se reunieron en la piscina de un hotel de segunda categoría y que Montalbán llegó con una estampa difícil de olvidar: vistiendo un bañador negro de los que había entonces y que sobraban por todos los lados, un portafolio y unos zapatos con calcetines.
Hablando de política, dice Taibo que Montalbán era muy rojo. Conocía todos los conflictos y tenía sólidos conocimientos de la historia de España y de política internacional. Ese brillo político que tenía, junto con la profundidad de su prosa, hacen que su literatura destaque. Decía Montalbán que hacer literatura policiaca es llevar hasta el límite el género y reventarlo. Había que romper las normas, crear híbridos y experimentar. Hizo novela que parece realista sin llegar a serlo. La clave de la literatura no está en ser realistas, sino en construir una credibilidad para que el lector pueda moverse por el mundo de la novela. Para Taibo es el gran escritor que ha habido en España en el fin de milenio.
Gijón, Roberto Arenas
La Semana Negra se celebra en Gijón y no en Barcelona gracias, paradójicamente, a un barcelonés muy barcelonés: Manuel Vázquez Montalbán, de cuya muerte se cumplieron diez años el octubre pasado. Paco Ignacio Taibo lo explicó ayer en una mesa redonda de homenaje al «escritor español más importante del final del siglo pasado», en palabras del propio Taibo. La cosa se remonta a mediados de los ochenta, cuando en la Asociación Internacional de Escritores Policíacos surge la idea de montar un gran festival sobre novela negra en España. Todos acuerdan hacerlo en Barcelona, pero Vicente Álvarez Areces, por entonces alcalde de esta ciudad, insiste a Taibo, con quien se encuentra unos días después, en que el festival debe hacerse en Gijón. Cuando Taibo lo propone a sus colegas, Vázquez Montalbán le apoya sin fisuras por una prosaica razón: que el cordero a la estaca es mejor en Gijón que en Barcelona. Casi tres decenios después, aquí seguimos, a la vera del mar Cantábrico.
Taibó, que afirmó que prefiere «a Vázquez Montalbán cuando se equivoca que a cualquier otro novelista» desgranó decenas de otras anécdotas. Dijo de él que era tímido, que hablaba un castellano farfullante a ratos incomprensible y que tenía un sentido del humor muy parecido al asturiano, que describió como «jodedor ». Recordó, por ejemplo, que comiendo una vez con él en un restaurante de postín de Las Ramblas —comer con Montalbán, explicó PIT, «era la hostia, un espectáculo»—, a Taibo, «proletario en los gustos» y amante de la Coca-Cola, le extrañó encontrarse, en aquel lugar pijo (en el cual «el cocinero, el dueño, la mamá del dueño y el primo de la mamá del dueño» habían tendido poco menos que una alfombra roja a «Don Manuel», temido crítico gastronómico), una botella de esa bebida en su mesa, y le extrañó más aún que le trajesen otra cuando acabó la primera, y otra más cuando acabó la segunda, y que pareciese que no las traían del almacén, sino que entrasen con cada botella por la puerta principal. Sólo más tarde se enteró de que Vázquez Montalbán había advertido a los dueños del restaurante que aquel tipo regordete de bigote era un amigo suyo, un gran escritor que, sin embargo, estaba «absolutamente loco », que acababa de salir de un psiquiátrico y se volvía agresivo y las armaba muy gordas si no le servían Coca-Cola. Aquellos tipos, así atemorizados, iban raudos a comprar las botellas al bar de enfrente.
Para su biógrafo, José V. Saval, también presente en la mesa, Vázquez Montalbán, que «fue sobre todo periodista y poeta, aunque la novela negra española no existiese hasta que llegó él», fue un «intelectual total». Para Taibo, Montalbán, que era «muy rojo», fue «el fulgor literario y político de este país» y un modelo de intelectual que «piensa, escribe, cuenta y se relaciona con la sociedad», que lo tocaba todo y que tenía opiniones de las cosas más exóticas. Si se hablaba del comunismo búlgaro, contó Taibo, uno sólo tenía una vaga opinión de rechazo, pero Vázquez Montalbán se sabía «todos los conflictos internos y los nombres del secretario general y de todos los miembros del Comité Central». Tenía, sin embargo, «el peor estilo de trabajo»: firmaba contratos de libros que sabía que no tenía tiempo de hacer, sólo por el gusto de que le presionasen. «He descubierto», dijo Taibo que dijo Montalbán, «que soy vago, que sólo soy capaz de trabajar bajo una presión inmensa».
Taibo recordó, también, una frase de su amigo: «Si algún sentido tiene hacer literatura de género es llevarlo hasta el límite y violentarlo». Y una reflexión sobre literatura: la clave no es lo real, sino lo creíble. Si en una novela aparece un ángel volando, debe hacerse de tal modo que el lector no se pregunte si los ángeles existen, sino si tienen alitas más pequeñas en el culo para doblar las esquinas.