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![]() «Mi actitud seguirá siendo combativa hasta la muerte, perseverando en beneficio de mi clase, de la clase obrera.» (Juanín, al día siguiente de abandonar la prisión de Carabanchel, 1-XII-75) |
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-¿Cuáles son los temores que usted tiene de cara al futuro de España?
-Qué desde el poder no sea consciente de que la sociedad exige, por su propia dinámica, libertad y que esa libertad no tienen compartimentos. Nace del pueblo y es para el pueblo. Pero si no se tienen conciencia de ello, intereses sectoriales, y no generales, dificultarán ese cambio natural y puede generar por tanto violencia. Los intereses del Estado Español son los intereses del los pueblos que lo componen y no sólo de la oligarquía. Considero que comprender esto es fundamental.
-¿Confía usted en la evolución desde el propio régimen hacia un sistema político democrático?
-No. Y no porque crea que dentro de él no existen personas que hayan evolucionado a nivel personal y estén interesadas en la democracia, sino porque sus instituciones están pensadas para un régimen distinto del democrático y dentro de ellas actúan gentes no dispuestas a esa evolución. Ningún régimen se destruye a sí mismo. Lo que nuestra sociedad exige no son embellecimientos, sino cambios rotundos: democracia plena que sólo se puede alcanzar apoyándose en el pueblo. Analicemos los hechos que son los que no admiten demagogia, ¿qué ocurrió en estos tres últimos meses? ¿qué tratamiento se dio al conflicto minero? ¿se escuchó a los trabajadores del «Dique» y de «Dermasa»? La contestación es evidente: se actuó desde los poderes públicos con los mismos esquemas, dentro de las mismas coordenadas de siempre.
-En su opinión, ¿qué reformas debería abordar de forma inmediata el actual Gobierno para ganar credibilidad entre los distintos sectores que aspiran a una convivencia democrática?
-No son reformas lo que el país necesita. El paso del autoritarismo a la democracia exige algo más que reformas. Ese algo más tiene una denominación; libertad para todos. Y ello se alcanza pactando con el pueblo, con las organizaciones político-sindicales que canalizan sus aspiraciones. Aprendamos que los trabajadores existen para algo más que para producir plusvalía. Ese pacto sólo puede realizarse otorgándonos todos los derechos que nos corresponden; devolviéndonos la palabra. Por ese camino se lograría el cambio pacífico.
«Qué la crisis económica no pese sólo sobre las espaldas del trabajador»
-¿Cuáles son las máximas aspiraciones del obrero español, hoy?
-Romper los topes salariales. Hacer que la crisis económica no pese sólo sobre sus espaldas, pues no es el responsable. En definitiva, mejorar sus condiciones de vida materiales. Lograr que los derechos de reunión, asociación, expresión y huelga, así como de manifestación pacífica sea una realidad. Alcanzar la amnistía.
-¿En qué medida Comisiones Obreras son instrumentos del partido Comunista?
-Las aspiraciones de Comisiones Obreras son las anteriormente enumeradas. La libertad sindical es uno de sus objetivos prioritarios, así como luchar contra la explotación del trabajador. En cuanto a la vinculación del Partido Comunista a Comisiones Obreras, debo decir que la única que existe es que el Partido Comunista es un partido de trabajadores y en tanto que tales, muchos de ellos actúan en Comisiones Obreras; dan sus opiniones; aportan su experiencia igual que tantos otros; no más allá. Nadie tiene por qué renunciar a su militancia política inherente a la propia persona como tal. Sólo hay que aceptar unas normas de juego que imponen las mayorías en ese marco común a todos los trabajadores que es la actividad sindical. Por tanto Comisiones no son instrumento de nadie. Pertenecen a la clase obrera en su conjunto. Son un producto natural de ella.
«Que la voluntad de los trabajadores sea respetada»
-En el comunicado final de la Asamblea Nacional de Comisiones Obreras de junio de 1967 se asegura la independencia en su actuación, «guiada exclusivamente por la voluntad de los trabajadores» y «su espíritu democrático». En este sentido, ¿qué le preocupa más a usted: un régimen autoritario capitalista o un régimen autoritario comunista?
-Mi gran preocupación es que «esa voluntad de los trabajadores» sea respetada. Yo soy antiautoritario por naturaleza y por convencimiento político. Como trabajador creo en el socialismo, confío en el marxismo en tanto que guía, no tomado como un dogma. La vida enseña algo todos los días y tenemos que incorporar esas enseñanzas al saber teórico. El socialismo tiene que tener muy en cuenta la realidad concreta en que tiene que cimentarse. Tiene que ser producto de las mayorías. Debe serlo. El hoy que vivimos así lo exige. El autoritarismo minoritario es malo siempre. El autoritarismo capitalista utiliza al trabajador como mercancía y le niega los derechos políticos, sindicales y hasta religiosos. Creo en el socialismo que anule la propiedad privada de los medios de producción, pero que a su vez tenga el más escrupuloso respeto a lo que son derechos fundamentales de la persona.
-Claramente, Juan: ¿es usted comunista?
-Yo soy de Comisiones Obreras.
-¿Puede un trabajador estar en un partido político distinto al comunista y pertenecer a Comisiones Obreras?
-Naturalmente, y, además, puede no pertenecer a ningún partido político.
-Marcelino Camacho ha afirmado que el movimiento obrero «no está creado ni por el partido comunista ni por ninguna fuerza, es una reacción espontánea de clase». ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el movimiento obrero en esa reacción espontánea de clase?
-El movimiento obrero tiene que tener espontaneidad; la tendrá siempre como todo cuerpo vivo, pero a su vez exige cohesión, razonamiento científico, si quiere tener continuidad y objetivos claros. No todo puede, ni debe, quedar sujeto a la espontaneidad. La superación del sistema capitalista, las transformaciones sociales y económicas, en las que el movimiento obrero está más interesado que nadie, exigen organización, orientación clara y muy poca improvisación. Lo que no quiere decir que haya que «encorsetarlo» restándole frescura.
«Considero conveniente una Central Sindical unitaria»
-¿Considera usted conveniente ir a una Central Sindical Unitaria? ¿Por qué? ¿Cuáles deberían ser, según usted, sus características fundamentales?
-Si. Quiero señalar que ella debe ser el resultado de una aceptación voluntaria de todos los trabajadores, resultado por tanto de la libertad sindical. Frente al poder inmenso de los monopolios sería desastroso enfrentarnos divididos, dispersados. Nuestra posibilidad de incidir sobre la realidad quedaría limitada. ¿No son comunes nuestros intereses? La existencia de varias centrales indicaría que el sindicalismo respondía a orientaciones partidistas y que por tanto no habría superado experiencias negativas del transcurrir histórico. Hace falta independencia frente al gobierno, los partidos y el poder económico; concepto claro del sindicalismo de masas: respeto a las minorías, elección y renovación de cuadros por las bases, asambleas con gran capacidad de decisión.
La huella de la minería
-Parece ser que no hubo entendimiento entre Comisiones Obreras y la UGT en el enfoque de la última huelga de la minería asturiana.
-Yo voy a hablar solamente de Comisiones Obreras. En nuestra opinión no se podía llevar a la clase obrera, al sector minero concretamente, a un callejón sin salida, como si estuviéramos ante la última batalla de nuestras reivindicaciones como trabajadores. Al comprobar la intransigencia de la empresa, pensamos que no había que quemarse en este conflicto. No queremos reñir batallas sin salida.
-El caso es que el gobernador civil maniobró hábilmente y les ganó la partida con el referéndum.
-Yo no lo considero así. El referéndum lo plantearon cuando la huelga ya iba por el segundo mes y medio. Luego prohibieron las asambleas en las iglesias y en el monte..., y a pesar de todo no alcanzaron en la votación el éxito que esperaban, según se desprende de los datos facilitados por la propia empresa.
Solzhenitsyn y la Unión Soviética
-¿Ha visto usted a Solzhenitsyn en «Directísimo»?
-Sí; sí...
-¿...Y qué le pareció?
-Mire usted, me pareció una mascarada en el sentido de que, en mi opinión, cambia aspectos de la vivencia en la Unión Soviética y en el sentido de que se refirió a nuestro país sin conocer en absoluto sus problemas.
-¿Ha pensado que, a lo mejor, usted en la Unión Soviética podría estar en un campo de concentración o marginado?
-Es muy difícil responder a esa pregunta. Por lo que yo sé, la clase trabajadora de la Unión Soviética está mucho mejor que en cualquier país occidental. La educación y la medicina son gratuitos para todos. Las viviendas son muy baratas. Ahora claro, se encerraron en sí mismos. No tienen otros partidos políticos... y parece que el marxismo allí está en contradicción con lo que esencialmente debe ser: creatividad, dinamismo... Me preocupa el papel de su movimiento sindical. Hace falta que surjan más ideas desde la base; que haya una perfecta conexión entre la masa de trabajadores y el ejecutivo... Si esto es así –aunque mis elementos de juicio son muy escasos y me faltan conocimientos para juzgarlo- posiblemente yo tuviera una actitud contestataria en la Unión Soviética porque estaría preocupado por desarrollar la pureza del marxismo. Pero debe usted comprender que para hacer un juicio serio en este sentido debería conocerlo con mucha más profundidad de cómo yo lo conozco en la actualidad.
-¿Considera usted válida para España la experiencia sindical portuguesa?
-No. La unidad sindical debe ser un producto de la libertad y debe ser ajena a cualquier organización política o económica.
-¿Entra en sus previsiones volver a la cárcel?
-No depende de mí; depende de las fronteras de la libertad.
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