9 de febrero de 2016 - RTPA
Se cumplen 40 años del encierro de más de 250 mujeres de las cuencas en el Arzobispado

26 de diciembre de 2009 - La Nueva España
Laso y la transición democrática

16 de agosto de 2009 - La Nueva España
La semilla cultural de Los Maizales

6 de julio de 2009 - La Nueva España
La manifestación del paseo de los Álamos del 17 de enero de 1976

mayo/junio de 2009 - El Sindicato
Francisco Javier Suárez: "Hay que recomponer el discurso, el sentimiento y los afanes de los que no comulgamos con el sistema capitalista"

11 de mayo de 2009 - La Nueva España
Prado: «La lucha obrera fue clave para conseguir una democracia plena»

19 de enero de 2009 - La Nueva España
Homenaje a Llaneza bajo la nieve

12 de enero de 2009 - La Nueva España
La muerte de Juanín

24 de diciembre de 1999 - El Oriente de Asturias
Llega a Llanes la exposición La Transición en Asturias

3 de diciembre de 1999 - El Comercio
La Fundación Juan Muñiz Zapico edita un catálogo sobre la transición en Asturias

5 de octubre de 1999 - El Comercio
Muestra sobre la transición en el hogar del pensionista de Pola de Laviana

23 de abril de 1999 - La Voz de Asturias
Transición a pie de calle

17 de abril de 1999 - La Nueva España
Trescientas imágenes resumen la transición en Asturias

9 de abril de 1999 - El Comercio
La Fundación Juan Muñiz Zapico comienza su andadura con una exposición de 300 fotos

 
 




 
Se cumplen 40 años del encierro de más de 250 mujeres de las cuencas en el Arzobispado
RTPA, 9 de febrero de 2016

Se produjo como medida de protesta por la represión y el encarcelamiento de mineros

La historia de la transición en Asturias tiene fechas olvidadas y una de ellas es la del 11 de febrero de 1976, hace ahora 40 años.

Esa mañana más de 250 mujeres se encerraron en el Arzobispado de Oviedo como medida de presión por la detención de seis mineros que permanecían en la cárcel desde enero, sin que se supiera cuál era su situación.

La presencia de la mujeres de las cuencas en el patio y algunas salas del Arzobispado causó rechazo por parte de la sociedad (también de los medios de comunicación ya que tan sólo Asturias Semanal se hizo eco de la protesta), pero también apoyos, algunos incluso de dentro de la Iglesia.

La investigación de Aroa Raposo, universitaria de Turón sobre las movilizaciones sociales de la transición analiza 575 días, desde el 20 de noviembre de 1975, día de la muerte de Franco, hasta el 15 de junio de 1977, fecha en la que se celebraron las primeras elecciones generales de la democracia.

Un total de 575 días de tensión y búsqueda de libertades en la calle como el del 11 de febrero de 1976, el día en que las mujeres mineras quisieron levantar la voz desde el púlpito.

 




 
Laso y la transición democrática
La Nueva España, 26 de diciembre de 2009

La intensa labor del intelectual y activista comunista fallecido esta semana en el tránsito desde el régimen franquista

JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ ROZAS, DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO DE DERECHO INTERNACIONAL DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID


Laso y la transición democrática

El compromiso de José María Laso con la transformación de la sociedad le condujo a ser un ciudadano participativo de los problemas reales, afrontándolos con gran decisión y entusiasmo e interviniendo activamente en los frentes donde la libertad y el derecho estaban amenazados. Era una actividad que tenía más de respuesta moral a la indignidad de la dictadura que de militancia política en sentido estricto, pero que respondía a la máxima gramsciana de que la realidad humana está arraigada, orgánica y dialécticamente, en el mundo y en la cultura. De esta suerte, el libro, el artículo, la conferencia, la charla y hasta la reunión informal fueron vehículos de su verbo fácil e infatigable y de su saber riguroso.

Los españoles estaban convencidos de que el franquismo duraría tanto como la persona de Franco, pero también eran muy conscientes de que el futuro estaba lejos de ser esperanzador. Al igual que en otras capitales españolas desde la creación en Madrid del Club de Amigos de la Unesco se producían en Oviedo toda una serie de iniciativas culturales que no eran sino un trasfondo de una honda actividad política que se estaba desarrollando todo el territorio español. La primera en la que participó Laso fueron las aparentemente inofensivas reuniones del Club Cultural de Oviedo y más tarde en las llamadas «Cenas del Fontán». Como dejó escrito en sus «Memorias»: «Seguramente no existe un ejemplo semejante en ninguna otra provincia española. Las "Cenas del Fontán" las realizamos, a partir de otoño de 1973, en el restaurante Aller de la calle Magdalena. Juan Benito y yo -fue una labor conjunta- nos dedicamos a dotar de asistentes a las citadas cenas y tuvimos en ello gran éxito, ya que conseguimos no sólo la asistencia de un nutrido grupo de profesionales, abogados, médicos, maestros, profesores, empleados bancarios etcétera, sino también lo más progresista y destacado de la Universidad de Oviedo, entre los que descollaban los profesores Gustavo Bueno, Julio González Campos, José Carlos Fernández Rozas, Elías Díaz, Vicente Montés, Manuel Hidalgo y otros. Las cenas se efectuaban a las diez de la noche de los viernes. Generalmente, teníamos antes un conferenciante destacado en el Club Cultural de Oviedo que luego nos acompañaba a la cena. Ése fue el caso de Manuel Vázquez Montalbán, como el de otros muchos conferenciantes ilustres que se podrían citar. Independientemente de tales visitantes para cada cena designábamos un ponente que iniciase un tema de actualidad. Podía ser de política nacional o internacional, así como temas culturales, científicos, literarios, artísticos, filosóficos, etcétera. La asistencia fue siempre muy nutrida y los debates muy vivos. Más tarde, a medida que se fueron desarrollando los acontecimientos nacionales, las "Cenas de El Fontán" se convirtieron en una base de reclutamiento para los que iban a constituir los apoyos cívicos de la Junta Democrática de España».

La discusión política no impedía la degustación durante la cena de unos rotundos platos que sólo digerían estómagos tan privilegiados como el del propio José María Laso: unas contundentes chuletas con patatas y pimientos eran el complemento de la especialidad del Aller: la "merluza a la importancia", una peculiaridad a la cazuela que supervisaba en la cocina el propio Juan Benito Argüelles y que se caracterizaba por incluir una generosa porción de angulas. El propio Vázquez Montalbán se deshacía en elogios a tal maravilla gastronómica, aunque la euforia se eclipsó al ser obligado a pagar el prorrateo de los asistentes. Acaso por esta razón el secreto gastronómico tan celosamente guardado no figura en su famoso libro de recetas.

Por descontado el asesinato de Carrero Blanco, en el inicio de las vacaciones de Navidad de 1973, produjo una conmoción generalizada no sólo en el aparato franquista, sino en los diversos círculos de la oposición. Cuando vinieron los años jubilares de transición todo el mundo blasonaba de su papel protagonista en la misma, al menos tan relevante como el desempeñado por el Rey Juan Carlos, Adolfo Suárez o Torcuato Fernández Miranda. Quien más y quien menos se proclama ahora como el verdadero artífice del paso de una dictadura a una democracia sin traumatismos ni venganzas. Se olvida muchas veces el comportamiento heroico y fundamental de unos pocos como el demostrado por José María Laso (y, por qué no decirlo, que en Langley, a orillas del Potomac, se había diseñado un dispositivo al que se sumaron muchos oportunistas del cambio). Fueron, en efecto, muy pocos los que tuvieron un papel mínimamente comprometido. La pujanza de estas nuevas manifestaciones de la cultura lograron eclipsar instituciones «oficialistas» de gran tradición como el Ateneo de Oviedo que por entonces presidía Fernández Canteli.

La larga agonía y posterior muerte del dictador produjo una eclosión de acontecimientos en todos los órdenes que hizo vivir muy intensamente a los españoles que tuvieron la oportunidad de presenciarlos. Por un momento pareció que era factible la puesta en marcha de la filosofía de la praxis basada en el pensamiento de Gramsci a partir de la estrecha unión entre el pensamiento y la acción: una reforma revolucionaria de la sociedad en la que pudieran tener cabida la organización socialista y la libertad cultural. Una percepción que por efímera no dejo de repercutir en la ideología que se estaba gestando. Fueron muchos los signos del cambio que se avecinaba, al margen del indulto general que, entre otras cosas, permitió salir de la cárcel a los condenados del denominado «Proceso 1.001» entre los que figuraban Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius y Juan Muñiz Zapico.

El cine Palladium de Pumarín, cuyo espectador más fiel era el propio Laso (que tenía muy cercana la delegación de Chocolates Zahor, donde trabajaba como vendedor activo), proyectó la película «Galileo» de Liliana Cavani. El evento contó con una asistencia inusual en un filme de este tipo concitando grandes abucheos cuando anunciaban al Papa Urbano VIII la audiencia de una representación de la «católica España». Poco después el pase, con 36 años de retraso, de «El gran dictador» constituyó todo un acontecimiento en Oviedo. Cuando el protagonista encarnado por Charles Chaplin pronunció el discurso final los asistentes irrumpieron en un largo y cerrado aplauso:

«... no desesperéis. La desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo».

Frente al clima paradisíaco con que hoy se suele describir el difícil proceso de transición a la democracia en España resulta obligado no olvidar ciertos hitos ilustrativos de que las cosas no eran ni mucho menos fáciles. Manifestaciones como la del paseo de los Álamos en febrero de 1976 fueron reprimidas con saña por la Policía y culminaron tras la caída del Gobierno Arias / Fraga, en la Semana Pro Amnistía (7 a 12 de julio), que contó con multitud de actos y masiva afluencia poco después del nombramiento de Adolfo Suárez. La democracia echaba a andar, con el concurso de una buena cantera de políticos procedentes desde el propio Partido hasta la Asociación Católica de Propagandistas, asediada por las pistolas de quienes, a derecha y a izquierda, habían recibido la amnistía como una muestra de la debilidad del Gobierno. Como una brutal respuesta al secuestro de Oriol y del teniente general Villaescusa unos pistoleros de extrema derecha irrumpieron en el despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha, 55, asesinando a los abogados Francisco Javier Sauquillo, Enrique Valdevira y Luis Javier Benavides y al conserje Ángel Rodríguez Leal y causando varios heridos graves. Fracasado en su intento de que fuese el Poder Judicial el que decidiera la cuestión Suárez adoptó la medida más audaz de su trayectoria gubernamental: la legalización del Partido Comunista de España.

La primera campaña electoral permitió conocer a personajes señeros de la reciente historia política de Asturias como Horacio Fernández Inguanzo, Vicente Álvarez Areces, Gerardo Iglesias o Francisco Javier Suárez, mientras que Laso, por voluntad propia, quedaba apartado del protagonismo mediático para dedicarse a la compleja tarea de consolidar del Partido en una sociedad democrática. En esta actividad su domicilio ovetense de Nicolás Soria, 7, fue testigo de importantes acontecimientos. Las urnas no respaldaron tan importante esfuerzo, pero, a cambio, la democracia triunfó en España. Este indiscutido éxito llevó a nuestro país a unas cotas de desarrollo sin precedentes y a ocupar un lugar adecuado en el concierto de las naciones. Laso no fue profeta en el Bilbao, turbio regazo de su niñez, pero tuvo la gran satisfacción de comprobar, en vida y en plenitud de facultades, el reconocimiento de su dilatada obra en Oviedo. Un tributo merecido del que los ovetenses nos sentimos profundamente orgullosos.

 




 
La semilla cultural de Los Maizales
La Nueva España, 16 de agosto de 2009

Tres organizadores del «Día de la Cultura» rememoran el compromiso social de la fiesta y el paso de artistas como Raimon y José Afonso

R. VALLE


La semilla cultural de Los Maizales

«¿El final de la fiesta del "Día de la Cultura"? La democracia acabó con ella». Recién cumplido un cuarto de siglo desde que las voces del mítico Raimon o el comprometido Víctor Manuel dejaran de sonar en la carbayera de Los Maizales, Sonia Tuya Baragaño tiene claro que la realidad histórica de aquel Gijón de 1984 hacía que ya no tuviera sentido un festejo que nació en 1972 como vía de reclamación de libertad y democracia, punto de encuentro de gijoneses vinculados con la izquierda comunista y espacio para la reivindicación del trabajo de las sociedades culturales de la ciudad. Sonia Tuya sabe de lo que habla. No sólo vio morir el «Día de la Cultura». También lo había visto nacer trece años antes desde la Sociedad Cultural de El Natahoyo, de cuya junta directiva era integrante.

El líder de esta organización, el ya fallecido Oscar Roza Riera, es considerado por todos el padre del «Día de la Cultura». Su idea inicial era montar una fiesta de prau que, por un lado, uniera a los integrantes de las sociedades culturales de El Natahoyo, Pumarín y Gijonesa y, por otro, reivindicara la cultura como una vía para hacer llegar el compromiso social y político a todos los gijoneses. De que el festejo acabara en Los Maizales tuvo mucha culpa una tía de Oscar que vivía en la zona y le habló de la carbayera. No debió ser mala la iniciativa de Roza ya que, en los trece años de existencia del «Día de la Cultura» pasaron por la carbayera miles de personas y por su escenario artistas tan destacados como Víctor Manuel, Ana Belén, Rosa y Julia León, Ovidi Montllor, Chicho Sánchez Ferlosio, Caco Senante, Raimon y el cantautor portugués José Afonso.

«El segundo año que vino José Afonso fue apoteósico. Unos meses antes había sido la revolución de los claveles y cuando se puso a cantar «Grândola, vila morena» empezó el desalojo de la carbayera por la Guardia Civil, pero todo el mundo seguía cantando», explica Marcelino Martínez, «Santi», como lo conoce todo el mundo, que colaboró activamente en muchos «Día de la Cultura». Contactaba con los artistas, servía en la barraca, buscaba pregonero, presentaba en el escenario, vendía las pegatinas con que se sufragaba la fiesta... «Allí todos trabajábamos en lo que podíamos. Me acuerdo de que Joaquín Espina, que era un sindicalista de prestigio de CC OO, se encargaba de conseguir en Mina La Camocha la madera de postear para montar la barra», explica Martínez. Su memoria guarda también los recuerdos de la convulsa actuación de Víctor y Ana, cuando miembros de algunos partidos quisieron ocupar el escenario, la huida de Montllor hacia el tren esquivando los controles policiales y «cuando les llevé el dinero a Chus Pedro y Manolo, los de "Nuberu", que se estrenaron allí».

La clandestinidad y la vinculación de la mayor parte de los organizadores con el Partido Comunista marcaron los primeros «Día de la Cultura», que, salvo el primer año, que tuvo lugar en septiembre, se celebraba siempre el segundo domingo de agosto, «para no coincidir con el Sella», remata Martínez. Y es que aunque el «Día de la Cultura» se celebraba en Gijón, tenía una dimensión regional con la presencia de organizaciones y visitantes que se trasladaban desde todos los puntos del Principado, sobre todo desde las cuencas mineras.

«Tirábamos de la gente que conocíamos y así traíamos a artistas que, en muchos casos, no cobraban ni un duro. Además, teníamos mucha cara. Yo me pasé cuatro años llamando a Raimon, hasta conseguir que viniera... y luego tardó más de medio año en cobrar las 300.000 pesetas comprometidas», recuerda Elena de Uña, que participó activamente en el proyecto durante una década. Para De Uña, la fiesta en Los Maizales sólo era la culminación de varias jornadas de actividades con «teatro, conferencias, coros y cine, donde llegamos a presentar preestrenos de temporada. Recorríamos todos los barrios para que todo Gijón pudiera vivir ese "Día de la Cultura"». Porque la cultura era lo importante por más que la política, y la militancia comunista de parte de sus organizadores, marcara el origen del evento. «Una cultura más cerca a nosotros y diferente de la que se nos ofrecía entonces que sólo era zarzuela», remata De Uña.

Organizadores

La lista de hombres y mujeres que pusieron su granito de arena en el proyecto incluye, entre otros, a Enrique Álvarez Laviada, Luis Medio, Sonia Tuya, Santi Martínez, Pepe García, José Luis Iglesias, Magdalena García, Juan Otero, Juan Ramón Herrero Merediz, Andrés Avelino Álvarez Costales, Samuel Fernández, Miguel Ángel Mieres y Vicente Álvarez Areces, actual presidente del Principado de Asturias.

Artistas

El escenario de Los Maizales vio pasar, por ejemplo, a José Afonso, Víctor Manuel, Ana Belén, Nuberu, Pi de la Serra, Jerónimo Granda, Ovidi Montllor, Quintín Cabrera, Raimón, El Che de Cabaños, Rosa León, Francisco Unsaín, Manuel Gerena, Julia León, Chicho Sánchez Ferlosio, Caco Senante, Emilio Cao, Benedicto y Bibiano, Elisa Serna, Carlos Rubiera, el Tordín de Frieres, Mario Montes, Pablo Chabrol... Los primeros en cantar en 1972 fueron los integrantes del coro de la Sociedad Cultural de El Natahoyo.

Pregoneros

Varios y de variadas líneas profesionales ejercieron el trabajo de pregoneros en el «Día de la Cultura». Entre ellos, Luciano Castañón, Francisco Carantoña, Juan Cueto, Vicente Álvarez Areces, Jesús Vicente Chamorro, Juan Carlos Senante y Fernando Sagaseta.

 
   
Índice
 
La manifestación del paseo de los Álamos del 17 de enero de 1976
La Nueva España, 6 de julio de 2009

El relativo éxito de una protesta que acabó como todas: con intervención de la fuerza pública, carga de los «grises», desbandada y carreras por el Campo San Francisco

José Ignacio Gracia Noriega

No volví a entrar en una manifestación en el paseo de los Álamos desde la celebrada en aquel mismo lugar unos diez años antes, contra la guerra de Vietnam, y que, en rigor, fue la primera manifestación celebrada en Oviedo desde la época de la República. Aquella manifestación acabó como solían hacerlo las manifestaciones: con intervención de la fuerza pública, carga de los «grises», desbandada y carreras a través del Campo de San Francisco, o si se prefiere, «campo a través».

Después de la de Vietnam, yo acabé tomando una cerveza en el bar Gran Vía, disimulando como si hubiera pasado allí toda la tarde. En cambio, después de la manifestación convocada por la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática el 17 de enero de 1976, fui a Casa Manolo, en la calle Altamirano, que estaba lleno de manifestantes hasta la bandera, qué hasta la bandera: hasta el palomar. Era asiduo cliente de este bar desde hacía ya años y no me acordaba de haberlo visto nunca tan lleno. Los manifestantes se reunían allí porque se trataba de un bar clásico y próximo al lugar donde acababan de celebrarse los hechos y para comentar el acontecimiento que, según Ramón Fernández Rañada, era, ni más ni menos, «la primera manifestación clandestina culminada con éxito en Asturias desde la Guerra Civil». Bueno: clandestina no lo era, porque los que se manifestaban, salían a la luz, sin caretas ni pasamontañas como tiene que salir la Policía ahora. Y el éxito fue más bien relativo, ya que terminó como solían acabar todas las manifestaciones.

Aquella manifestación era tan importante para el desarrollo de los hechos que se intentaban poner en marcha (primero muy lentamente y con mucho esfuerzo; luego, al cabo de algo más de medio año, después del verano, fueron tomando cierta velocidad), que yo, por primera vez en muchos años, no fui a la fiesta de San Antón, que se celebraba en La Foz de Morcín. Personalmente, odio las fiestas, y procuro huir de ellas como de la peste. No sirven para otra cosa que para armar ruido, para difundir música mala pésimamente interpretada por medio de abominables amplificadores y lanzar cohetes y más cohetes que producen inquietud y miedo a nuestros animales domésticos, y, en resumen, que no permiten que ningún vecino pegue ojo hasta las seis de la madrugada. Pero La Foz de Morcín tenía el atractivo del pote de nabos y del queso d'afuega'l pitu.

Se acordó convocarla en una reunión de la comisión de enlace entre la Junta Democrática y la Plataforma Democrática celebrada en el estudio del arquitecto Ramón Fernández Rañada, en la calle Fruela, 4, a la que asistieron José Luis Iglesias Riopedre por el PC; Alfredo Alvarez Augusto, por el PTE, y Ramón Fernández Rañada como independiente, en representación de la Junta, y Pedro de Silva, de Democracia Socialista Asturiana (DSA), Cheni Uría del MC (Movimiento Comunista) y Suso Sanjurjo, del PSOE, por la Plataforma. Ramón Rañada había estado pocos días antes en París con Ramón Cavanilles, el cual le prestó una corbata escocesa cierta noche que fueron a cenar con Santiago Carrillo y con un canónigo: corbata que Rañada usó durante bastantes años.

La manifestación partiría del paseo de los Álamos a las seis de la tarde y subiría por la calle Toreno hasta la plaza de España, donde se entregaría un escrito al gobernador civil y se leería otro a los manifestantes, después de lo cual éstos procederían a disolverse. La manifestación tendría una cabecera de veinte personas, diez elegidas por la Junta y otras diez por la Plataforma, y la convocatoria se mantendría aunque no fuera autorizada. El primer firmante de la solicitud de autorización al Gobierno Civil fue Rañada, el cual recibió la siguiente respuesta, con fecha de 15 de enero: «Como primer firmante del escrito presentado con esta fecha en este Gobierno Civil, manifestando la intención de celebrar una concentración con el único objeto de presentar en este centro un escrito, le participo que al no estar regulada administrativamente la celebración del mismo, sin perjuicio de que pueda comparecer en el Registro General de Entrada de este organismo para hacer entrega del escrito a que hace referencia».

Los organizadores habían previsto tanto que la manifestación fuera autorizada como prohibida: según el caso, se actuaría de manera diferente. En caso de que fuera prohibida, los manifestantes no deberían circular por el paseo de los Álamos hasta que se hubiera formado la cabecera, en la que estarían Alfredo Álvarez Augusto, Francisco Casariego, Ramón Cavanilles, Mapi Fernández Felgueroso, José Luis Iglesias Riopedre, Juan Muñiz Zapico, Daniel Palacios, Gerardo Turiel de Castro, José Luis Marrón y Ramón Rañada, por la Junta, y Pedro de Silva, Cheni Uría, Lola Mateos, Sergio Morán, Antonio Masip, Alfredo Liñero, Minervino de la Rasilla, por la Plataforma. Luego, a la cabecera se unieron algunos otros, como Aida Fuente, Nebot y Manuel García Fonseca, el «Polesu». Sobre la marcha, la Junta designó a tres personas para negociar en su nombre, en caso de que hubiera problemas: Ramón Rañada, Juan Muñiz Zapico «Juanín» y Gerardo Turiel. Los miembros de la cabecera deberían reunirse en la cafetería Rialto a las cinco y media del día 17, y cada uno de ellos, como medida de precaución, ignoraba quiénes eran los demás. Una vez reunidos todos los convocados, saldrían de la cafetería a las seis menos cinco, cruzarían a la calle Uría hacia la calle de Milicias para regresar a Uría por el Pasaje y entrar en el paseo de los Alamos por el semáforo situado delante de Navarro Óptico. Los manifestantes se encontrarían dispersos por la calle Uría, plaza de la Escandalera y Campo San Francisco: en el momento en que vieran a los miembros de la cabecera atravesar el semáforo, se concentrarían en torno a ellos. Para servicio de orden y otros aspectos de carácter técnico actuaron las infraestructuras del PC y del MC. Los acontecimientos que siguieron se desarrollaron tal como estaba previsto y con tanta rapidez que la Policía quedó desconcertada. La manifestación se puso en marcha en silencio hacia la calle Toreno, siguiendo una dirección contraria a la de Vietnam, que fue hacia el Escorialín. No obstante, no se pudo avanzar mucho, porque un Land-Rover de la Policía Armada interceptó el paso y mandó a los manifestantes que se disolvieran.

Entonces entró en funcionamiento la comisión negociadora y, habida cuenta de que en ella no había representación de la Plataforma, se acudió a varios de sus miembros, que prefirieron que su protagonismo resultara más bien inadvertido, hasta que se sumó Cheni Uría. En ese momento, los «troskos» empezaron a gritar «¡Amnistía, amnistía!» y «¡Disolución de los cuerpos represivos!», por lo que el oficial que mandaba los mencionados «cuerpos represivos», y que según Rañada, que pudo acercarse a él, daba claros signos de nerviosismo, ordenó la disolución, no de los cuerpos represivos, sino de los manifestantes; los cuales se sentaron en el suelo y otros se fueron, según el grado de entusiasmo por la causa de cada uno y de lo que estuvieran dispuestos a arriesgar.

En principio, no se esperaba que los grises fueran a cargar, pero cargaron, produciéndose un gran desorden en una manifestación que hasta el momento se estaba desarrollando con mucho orden. Hubo las consiguientes carreras, golpes y se habló de detenciones, de Juanín y de Ramón Rañada, entre otros, que no se produjeron.

Rañada, que de acuerdo con las fotografías iba fumando un puro, me contó que al producirse la dispersión encontró a Juan Cueto en la calle y entre los dos redactaron un escrito de protesta al gobernador civil, que Cueto dictó y Rañada copió con letra de palo al dorso del comunicado mecanografiado que desautorizaba la manifestación, en los siguientes términos: «Excelentísimo señor: en vista de la sorprendente actuación de las fuerzas de orden público, que, siguiendo órdenes suyas, han intervenido en forma incontrolada y en ocasiones brutal ante una manifestación pacífica y ordenada de la que V. E. tenía conocimiento adecuado.

«En vista de que una comisión que inútilmente intentó entregarle (según estaba previsto y tácitamente admitido) este documento no fue recibida, siguiendo órdenes expresas suyas», seguía el texto que añadía hasta el final: «En vista de las detenciones a que la incontrolada y provocativa actuación de la fuerza pública ha dado lugar motivando a la vez alteraciones de las que sólo V. E. es responsable, hecho que no ha sucedido en otras ciudades españolas, hemos optado por enviarle por correo certificado este documento que, vista su actuación, remitiremos también a los medios de comunicación social». Como quienes deberían firmarlo no se encontraban a mano, Rañada falsificó las firmas de Juanín y de Marrón. Los de DSA se negaron a firmar, y también MC y PSOE, aunque éstos alegando motivos; finalmente, firmaron Celestino Suárez y Fernando Menéndez por el PSOE, después de que se hubiera suprimido del papel la palabra «amnistía».

Aunque hubo palos, también hubo euforia. En el seguro refugio de Casa Manolo se hablaba de cinco mil manifestantes. Según Rañada, no pasarían de las 600: en aquellas circunstancias, todo un éxito.

 




 
Francisco Javier Suárez: "Hay que recomponer el discurso, el sentimiento y los afanes de los que no comulgamos con el sistema capitalista"
El Sindicato, mayo/junio de 2009

El ex secretario general de CCOO ofrece una vibrante charla en Candás en la que reclama "militancia de la idea y de la acción"

Hacía tiempo que Francisco Javier Suárez, secretario general de CCOO de Asturias entre 1978 y 1981, no exponía en público sus ideas, siempre apreciables. Por eso había expectación para escucharle el pasado 23 de abril en el Centro Polivante de Candás, en un acto promovido por la Fundación Juan Muñiz Zapico, cumplimentando la exposición "Forjando la democracia". Y no tardó Francisco Javier Suárez en cautivar la atención de los asistentes, con un discurso puramente de izquierdas, lúcido, apasionado y vibrante en muchos momentos.

Para empezar, una declaración de principios: "Somos contrarios al actual sistema capitalista". Fueron sus primeras palabras antes de evocar la dura lucha en los últimos años de la dictadura y los primeros de la transición, hasta conseguir esta "democracia coronada". Y aunque "no logramos todo a lo que aspirábamos, lo que se logró fue muy importante. Hay que haber vivido la dictadura para entenderlo bien".

Francisco Javier Suárez explicó que "la democracia política llegó sobre todo por dos circunstancias: el divorcio con el régimen de la inmensa mayoría y por las movilizaciones sociales, fundamentalmente de los trabajadores, la auténtica fuerza de choque en cantidad y dureza". De hecho, quien fuera secretario general de nuestro sindicato recordó que durante muchos años, desde la década de los 60, las luchas "causaron terribles sufrimientos y represiones, y por eso se les debe un reconocimiento permanente a aquellos huelguistas".

"En el mundo que viene o vamos a una mejora colectiva o no será mejora"
¿Cuál era el sentido de las protestas? "Lo que hacíamos era movilizarnos para dar respuestas concretas a los problemas concretos, y en la medida en que éramos capaces de dar respuestas día a día acumulabas fuerza moral y credibilidad ante los trabajadores para poder hacer cosas más grandes y plantear reivindicaciones mayores. Y se hicieron. Esa fue la fi losofía que llevó a la creación de las CCOO".

Los objetivos no eran menores. "No sólo el fi nal del franquismo, pretendíamos la democracia política y social. Que el Estado o los poderes democráticos, frente a los monopolios privados, tuvieran instrumentos de desarrollo económico para el interés de todos los trabajadores, aunque el fi n último era acabar con el sistema capitalista".

Pero la historia se escribe a veces con renglones torcidos y "con la democracia llegó un proceso histórico que culminó con el triunfo del neoliberalismo como nueva religión", añadió Francisco Javier Suárez. "Lo más lamentable es que ese triunfo impregnó la mente de una gran parte de la ciudadanía, incluidos los trabajadores, y hasta sus dirigentes" y "eso fomenta la inhibición de los ciudadanos, el individualismo y la burocratización de la acción política y sindical".

Como consecuencia, "estamos asistiendo a una terrible crisis provocada por el neoliberalismo y el capitalismo salvaje. Una crisis sin precedentes". Y quienes la provocaron "se inhiben de la solución, y ahora con el dinero de todos hay que refl otar bancos y socializar las pérdidas. Tienen la caradura y la desvergüenza de sacar partido de la crisis" y hablan de reformas laborales "cuando el 80% son contratos temporales", advirtió. "Ya tienen sufi ciente fl exibilidad y lo que están buscando es la desregulación total de las obligaciones laborales y que se acabe con la negociación colectiva en nombre de la libertad para que cada uno negocie con la empresa. Y si lo consiguen acabaron con el sindicalismo".

¿Qué hacer entonces? "Los sindicatos estamos en una posición muy débil frente a esa ofensiva y la solución es pegarse más a los trabajadores, porque si no cuando haya que movilizarse estarán en otra onda". Francisco Javier Suárez defi ende por tanto que es necesario volver a movilizarse "y empezar por recuperar parte de la hegemonía ideológica perdida". Por ejemplo: "Que nacionalicen la banca o hagan un banco público potente para facilitar el crédito a las pequeñas y medianas empresas; a lo mejor la movilización hay que hacerla contra la banca"; y "empezar a reivindicar una economía mixta, porque todas las crisis acaban con más concentración de poder económico".

Es más, "aunque no se consiga todo, nos armaremos política e ideológicamente", agregó. "En el mundo que viene o vamos a una mejora colectiva o no será mejora". Por todo ello, "hay que recomponer el discurso, los sentimientos y los afanes de los que no comulgamos con el sistema capitalista". Para cerrar su apasionada intervención, reclamó "militancia de la idea y de la acción" porque de lo contrario "saldremos de la crisis peor de lo que entramos".

Por su parte, Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico y compañero de luchas de Francisco Javier Suárez, reconoció, tras todos estos años, asistir "asombrado y cabreado a la profesionalización de la política".

 




 
Prado: «La lucha obrera fue clave para conseguir una democracia plena»
La Nueva España, 11 de mayo de 2009

El presidente de la Fundación Juan Muñiz exhibió una cinta sobre la Transición

Langreo, M. Á. G.

José Zapico, secretario de CC OO del Nalón (izquierda) y Francisco Prado.
[foto: Fernando Rodríguez]
«La lucha de la clase obrera fue clave para conseguir una democracia plena en España, sin limitaciones». Ésta fue la conclusión expresada por Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, al término de la proyección del documental «La Transición en Asturias». La cinta recoge grabaciones realizadas en formato súper 8 sobre movilizaciones y concentraciones políticas desarrolladas en la región en los últimos años de la década de los setenta, en los momentos de mayor efervescencia política y social en España. El acto, organizado por la Fundación Juan Muñiz Zapico, en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas, tuvo lugar en el centro de FP de Comunicación, Imagen y Sonido de La Felguera, y contó con la presencia de un grupo de estudiantes del centro.

El documental se nutre de las grabaciones aportadas por personas anónimas, que también habían colaborado con fotografías en el montaje de la exposición «La Transición en Asturias». La realizadora de la cinta es Susana Flórez, que combinó el material recopilado (muchas de ellas imágenes inéditas) con el acompañamiento musical de cantautores y grupos de la época, principalmente Víctor Manuel y Nuberu.

«La cinta recoge manifestaciones y movilizaciones obrera, una reunión de la Platajunta, una marcha del 1 de mayo en Langreo o imágenes del entierro de Juanín. Junto a las partes que se centran en el tema político también se repasa el inicio de la crisis industrial de aquellos años», argumentó el presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico. El marco histórico abarca la época del regreso de Juanín a Asturias tras ser indultado en el Proceso 1001.

Prado Alberdi, encargado de presentar el documental, resaltó la importancia de que las nuevas generaciones conozcan los que pasó en los albores de la Transición en Asturias y tengan constancia del papel jugado por los trabajadores en el proceso. «Existe la creencia de que tenemos una democracia donada, otorgada, y eso no es así. Gracias a la lucha de la clase obrera se consiguió forzar que hubieran cambios reales y una democracia plena, en lugar del régimen limitado que pretendían instaurar los grupos afines al franquismo», indicó Prado Alberdi.

El presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico también destacó el interés de los alumnos del centro de imagen por el fondo y la forma del documental. «Creo que ellos tienen un doble interés en la cinta. No sólo es importante que conozcan los que pasó en Asturias en aquellos años; también les ha sorprendido que las grabaciones sean en súper 8 y el proceso que se llevó a cabo para digitalizar todo el material», aseguró Prado Alberdi, para añadir a continuación: «Otra de las cosas curiosas es el cambio que han dado las Cuencas. Resulta curioso ver cómo era Sama y La Felguera en las imágenes de la manifestación del Día del Trabajo en 1976».

Contenidos

El documental «La Transición en Asturias» recoge los convulsos momentos vividos en Asturias en los últimos años de la década de los setenta, en pleno cambio político. Las imágenes reflejan la tensión de aquella época a través de las manifestaciones, reuniones clandestinas o procesos de huelga. También aborda el regreso a Asturias de Juan Muñiz, «Juanín», tras el Proceso 1001.

Formato

La cinta recompone el marco histórico a través del material audiovisual grabado en súper 8 y aportado por decenas de personas anónimas que colaboraron en el montaje del documental con estas imágenes. La proyección cuenta con el acompañamiento musical de Víctor Manuel y Nuberu.

 
   
Índice
 
Homenaje a Llaneza bajo la nieve
La Nueva España, 12 de enero de 2009

Uno de los primeros indicios de apertura en 1976 fue la celebración en Mieres del acto anual en honor del fundador del SOMA, consentido por la Policía e incluso anunciado en prensa

José Ignacio Gracia Noriega

El domingo 25 de enero de 1976 se celebró en el cementerio civil de Mieres el primer acto público de carácter político después de la muerte de Franco. Se trataba de un homenaje al dirigente socialista Manuel Llaneza Zapico con motivo del 45.º aniversario de su muerte, ocurrida en el año 1931. Este homenaje venía celebrándose desde años anteriores, lo mismo que las concentraciones en el puerto de Tarna por el verano, pero en la clandestinidad y con un carácter familiar, de personas vinculadas o simpatizantes del PSOE y la UGT. En 1976, se celebra a la luz, con presencia de fotógrafos, tanto de la prensa como de la Policía político-social, que sin duda sacaron muchas más fotografías que los periodistas.

No estoy seguro de si el acto era legal o sencillamente tolerado, pero la víspera se anunció en la prensa. Lo que demostraba una evidente permisividad hacia las organizaciones socialistas, que hubiera sido inconcebible en aquellos días si hubieran sido los comunistas quienes convocaran. Tal permisividad obedecía no tanto a que el Gobierno tuviese en cuenta la escasa fuerza del movimiento socialista en Asturias como a que se imaginara la fuerza que habían de tomar esas organizaciones en un futuro no lejano. Se contaba de un policía de La Felguera que, en los estertores del régimen, se ponía muy contento cada vez que detenía a un ugetista, y una vez en Comisaría le decía: «Menos mal que dais señales de vida. Pero a ver si andáis listos, porque los de CC OO os están comiendo la tostada».

Manuel Llaneza Zapico (1879-1931) había nacido en Lada y empezó a trabajar como minero en Palencia poco después de cumplidos los 11 años. En 1902 regresa a Asturias, estableciéndose en Mieres, donde trabaja en la mina Poca Cosa, de la que es expulsado por su participación en la «huelgona» de 1906, lo que le obliga a trabajar en las minas de Puertollano y en Francia y Bélgica, de donde regresa con unas ideas sindicalistas precisas que le llevan a fundar en agosto de 1910 el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA), que en 1911 se integra en UGT.

Concejal del Ayuntamiento de Mieres desde 1911, fue posteriormente alcalde y diputado. Durante la dictadura de Primo de Rivera se le ofreció la cartera de Trabajo, que rechazó. Llaneza era un socialdemócrata clásico, que en 1921 se opuso al ingreso del PSOE en la III Internacional. Tampoco aceptó colaborar con la dictadura de Primo de Rivera, al contrario que otros dirigentes, en apariencia más radicales, como Largo Caballero.

Consiguió, durante su gestión al frente del SOMA, hasta su fallecimiento, que fuera uno de los pilares más firmes de la UGT, y tuvo verdadero poder en las Cuencas. Al cabo de los cuarenta y cinco años de su muerte seguía siendo el dirigente socialista más respetado en Asturias.

La noche anterior había caído sobre Asturias una fuerte nevada. A pesar de que la ceremonia estaba permitida, el Gobierno civil decidió causar las oportunas molestias a los que se decidieran a asistir al acto a pesar de la nieve, estableciendo controles policiales a la salida de Oviedo, en los que se detenía a todos los coches que no llevaban esquís, por lo que se consideró más seguro ir en autobús. También los grises anotaron las matrículas de todos los coches aparcados en las inmediaciones del cementerio de Mieres, y desde el esqueleto de un edificio en construcción la Policía contemplaba el cementerio a sus pies con prismáticos y sacando fotografías. Calculo que se habrán hartado de hacer fotografías, de pasar frío y de oír cosas que les ofendería escuchar.

El cementerio, cubierto por la nieve, tenía un aspecto solemne: sobre el fondo de nieve se veían numerosas rosas rojas, especialmente sobre algunas tumbas. Una mujer de unos 50 o 60 años colocó tres rosas sobre la blanca tumba de un hombre muerto en 1942 a los 32 años: no era muy difícil deducir una historia.

Pese a la nieve que caía, el cementerio estaba lleno, en su mayoría personas de edad. Se calcularon unas tres mil personas, y en la presidencia se encontraban algunos sindicalistas europeos y Francisco Bustelo, que echó un discurso. También habló uno de los sindicalistas, en un español más que correcto. A mitad del acto, Juan Muñiz Zapico, el famoso «Juanín» del proceso 2001, que acababa de salir de la cárcel y se perfilaba como uno de los grandes dirigentes futuros de CC OO (por desgracia, le quedaba muy poco, algo menos de un año), quiso pronunciar algunas palabras, pero los organizadores se lo impidieron alegando que su intervención podría estar fuera de la legalidad. A pesar de que se evidenciaba la separación entre UGT y CC OO, Juanín fue aplaudido con fuerza cuando se retiraba.

Los organizadores del acto pedían reiteradamente moderación a través del megáfono: petición del todo necesaria, porque todos los presentes se comportaron de manera civilizada y digna. Alguien pidió en voz alta a los sindicalistas extranjeros que presionaran sobre sus respectivos gobiernos para que no se enviara un kilo más de carbón a España mientras continuara aquella dictadura sin Franco.

Y concluido el acto, los asistentes se dispersaron pacíficamente. Allí no sólo había socialistas, sino personas de otras tendencias como Antonio Masip y Herrero Merediz, lo que no dejaba de ser extraño, porque simultáneamente tenía lugar en Gijón la presentación de la opción progresista de Hevia Carriles. Y Juan Luis Rodríguez-Vigil tuvo su parte de protagonismo, y «Asturias Semanal» le sacó fotografiado en portada, tan compungido ante la tumba de Llaneza como si fuera un miembro de su familia o el propio muerto.

Después del acto me quedé a tomar unos vinos con unos amigos por los bares de la plaza Teijeiro, donde conocimos a un hombre menudo, vestido de gris, que nos dijo que era joseantoniano, pero de cuyo padre había sido amigo Llaneza, por lo que todos los años iba a rezar un padrenuestro ante su tumba.

Al salir de uno de los bares nos abordaron los grises para pedirnos la documentación. Yo les pregunté por qué, y contestaron que porque teníamos aspecto de no ser de Mieres. La gente se agolpaba a la puerta de los bares, que estaban llenos, y empezaron a silbar. Los policías apuntaron nuestros nombres apresuradamente en una libreta, saludaron militarmente y se fueron. De un local salieron varios mineros jóvenes, nos invitaron a tomar unos vinos y volvimos a recorrer los bares de la plaza, que eran bastantes. Uno de ellos se llamaba René, era un tipo listo y muy simpático. Durante algunos años nos felicitamos por Navidad, luego le perdí de vista.

Al año siguiente, el homenaje se celebró también en Mieres, claro es, el domingo 23 de enero. Había mucha más gente que el año anterior, y el ambiente estaba más distendido. Por lo menos, no se veía a policías fotógrafos, y si los había, lo disimulaban. Tampoco había controles de los automóviles que salían de Oviedo alrededor del mediodía. Y tampoco había nieve. Por las calles de Mieres se escuchaba la Internacional a través de megáfonos, lo que no dejaba de producir una sensación extraña. El acto fue más largo que el del año anterior y tuvo un cierto carácter itinerante, ya que se inició en el cementerio civil depositando un ramo de rosas rojas sobre la tumba de Llaneza, pero el mitin (pues se trataba de un verdadero mitin) se dio en las Escuelas Aniceto Sela, con asistencia de Nicolás Redondo y de Manuel Garnacho, que por entonces venía a todos los actos organizados en Asturias por UGT.

Pero el verdadero protagonista del acto fue Girón: si no le nombraron por lo menos setecientas cincuenta veces, no le nombraron ninguna, unas veces con su nombre y apellidos, otras llamándole el Veraneante de Fuengirola o atacando la construcción de la Laboral de Gijón. Emilio Barbón dijo que Llaneza había muerto pobre porque no hizo como Girón, y denunció que todas las mejoras obtenidas por el SOMA en beneficio de los trabajadores Girón se las había atribuido a su «política social»: otro latrocinio.

Abrió el acto Antón Saavedra, con boina y vozarrón potente, que leyó unas cuartillas a todo gas en las que afirmaba que la represión no había sido olvidada. Luego habló Barbón, que se alargó mucho, con emoción y a veces quebrándosele la voz. Garnacho y Redondo estuvieron más bien sosos. Yo tenía delante a un hombre muy bien vestido y muy serio, que no aplaudió en ningún momento. Supuse que sería un policía, pero cuando Saavedra se refirió a la represión se echó a llorar.

Todos quedamos muy contentos de haber podido celebrar aquel acto por primera vez en libertad. Pero al salir de las escuelas nos encontramos con la poco agradable sorpresa de la Policía armada rodeando las escueles, formada en hileras de tres y con los fusiles de disparar pelotas de goma. De manera que salimos bastante menos optimistas que cuando entramos.

Luego nos enteramos de que se acababan de producir incidentes graves en Madrid y que un muchacho había muerto en una manifestación en favor de la amnistía. Las calles de Oviedo estaban llenas de pintadas acusando a los Guerrilleros de Cristo Rey de asesinos. Y en los dos días siguientes la situación se deterioró de manera alarmante. El día 24, otro joven murió en Madrid con la mandíbula destrozada por un bote de humo disparado por la Policía y aquella mañana el GRAPO raptó al general Villaescusa, presidente del Tribunal de Justicia Militar.

Todo aquello era la antesala de un suceso todavía mucho más grave, el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, el 25 de enero. Aunque yo no fuera entusiasta de ese tipo de música, temí que volverían a pasar años antes de que volviera a escucharse la Internacional en las calles de Mieres.

 




 
La muerte de Juanín
La Nueva España, 12 de enero de 2009

El fallecimiento en accidente del sindicalista, al poco de salir de la cárcel, causó un profundo efecto en la izquierda asturiana

José Ignacio Gracia Noriega

El año 1977 se inicia sin tribunal de orden público, abolido los últimos días del año anterior y con un congreso del PSOE más bien aburrido, en el que se discutió machaconamente sobre estatutos, con frecuentes intervenciones con voz cavernosa de un Ruiz a quien perdí de vista posteriormente, mezcla de seminarista por las gafas y de jugador de rugby por los hombros cargados, y adelantado a su tiempo porque iba sin afeitar o era el precursor de esos viriles «elegantes» posmodernos que ostentan cuidada barba de dos o tres días, como si no se hubieran afeitado: frente a su discurso monótono y espeso, se realzaba el del representante de Gijón, más claro y brillante. Por la tarde había en los locales del Alsa mucho más humo que por la mañana, lo que revela que por entonces no se habían implantado en el PSOE, «ni se la esperaba», la moralina barata de Zapatero, que para que la vaguedad de su discurso, más vaporoso que el humo de los cigarros, no se desvanezca en el humo del tabaco, está en trance de prohibir el tabaco, y declara, y se queda tan ancho, que «fumar y beber alcohol no es propio de militantes de izquierda». De haber expuesto en 1977 ese programa, es seguro que a estas alturas era abogado de caleya en León, como dicen que su padre temía que fuera. El congreso estaba resultando aburridísimo y sin el menor interés y al cabo de tanta retórica estatutaria, el profesor José María Fernández (el «poderoso Chema», según Vigil), se levantó, dijo que se iba al cine, y salió de la sala con solemnidad y dignidad. Yo cuando hube terminado de leer un número de «Cambio 16» bajé a tomar una cerveza a la cafetería con una chica que estudiaba Periodismo en Madrid y a la que no he vuelto a ver, y después me fui a cenar al bar Cantábrico. Cuando salía encontré en la calle a Joaquín Fernández, el hermano del «poderoso Chema», que me dijo, con la rapidez un tanto aturullada con que suele expresarse, que aquella tarde Juanín Muñiz Zapico había muerto en un accidente de automóvil, arriba de Campomanes. La noticia todavía no se había difundido, pero transmitida de boca a boca causó un profundo efecto en los círculos de la izquierda asturiana e imagino que también en los de la derecha, porque Juanín, aunque era un sindicalista duro, no era de línea dura, sabía escuchar y era, sobre todo, razonable. Poco después encontré al gran Jesús Zapico, veterano luchador de la UGT, que estaba desolado. Tomamos unas copas en su memoria, porque Zapico no era de la línea abstemia, actualmente zapaterista, que entonces no existía en el PSOE. Y a Juanín, que era un gran tipo, calculo que no le habrá parecido mal que se le recordara delante de un par de copas, una noche de invierno.

Juan Muñiz Zapico, a pesar de su juventud, era una figura verdaderamente importante dentro del movimiento obrero. Juzgado en el proceso 1.001, prácticamente acababa de salir de la cárcel. Yo lo conocí en una de sus primeras apariciones públicas, durante la fiesta de la cultura de los Maizales, el verano anterior, donde procuró resolver con sentido común el incidente promovido por unos insensatos. Era el hombre de CC OO de ánimo más abiertamente conciliador y se daba por seguro que sería el sucesor, incluso inminente, de Marcelino Camacho. De hecho, en el momento de producirse su muerte estaba haciendo las maletas para marchar a Madrid una vez que hubieran pasado las fiestas navideñas. Como decía Juan Cueto, Asturias era el filón de los mejores sindicalistas del mundo, que corrían el riesgo de diluirse en el funcionariado político. Pues si a UGT se le reprochaba ser la «correa de transmisión» del PSOE, la vinculación de CC OO con el PC era demasiado evidente, aunque en apariencia sus sindicatos disfrutaban de mayor independencia que los ugetistas, cuyos cargos directivos necesariamente habían de militar en el PSOE.

De la clandestinidad, donde se forjan grandes luchadores sindicales, aunque el sindicalismo verdaderamente da frutos en el Estado de libertades públicas, surgieron grandes sindicalistas con un sentido moderno y práctico del sindicalismo, como Antón Saavedra, Manuel Nevado, Eduardo Donaire, Lito o el gran luchador Redondo, a quien a finales del pasado año han hecho un homenaje los compañeros y a quien debo un artículo. De todos ellos, el más brillante era Juanín. Actuaba a su favor el haber sido encausado en el proceso 1.001, pero sus cualidades políticas, de lucha y humanas, eran excepcionales. Juanín era la gran esperanza de CC OO como Lito pudo haberlo sido de UGT. Entre Lito y Juanín había muchos puntos de contacto y parecido: ambos eran dialogantes, inteligentes, firmes, pragmáticos, conocían bien el terreno y las reglas del juego y si cedían en lo accesorio no renunciaban en lo principal. A Juanín le truncó la desgraciada muerte y a Lito le relegó a un segundo término el máximo protagonismo del SOMA, que durante muchos años parecía que era la única UGT. Lito siempre fue un hombre discreto frente al caudillismo de Villa, y su gran labor sindical, realizada fuera de Asturias, ha sido generalmente poco apreciada por los asturianos poco informados sobre el movimiento sindical. En cuanto a Juanín, murió en un momento en que dos asturiano, él en CC OO y Gerardo Iglesias (el gran olvidado; ¿por qué se ha relegado de ese modo a Gerardín?) en el PC, hubieran podido hacer del comunismo algo de mayor enjundia y efectividad democrática que la lamentable bufonada en que terminó convirtiéndolo Llamazares.

La muerte de Juanín ocurrió en la tarde del oscuro primer domingo del año 1977, día 2 de enero. El sindicalista acababa de sacar el carné de conducir, pues CC OO le había proporcionado un coche que sería imprescindible para su nuevo trabajo en Madrid. Se conoce que todavía no dominaba el vehículo, y el hielo de la carretera le precipitó al río Huerna, a pocos metros de su casa, en La Frecha, a la entrada del puerto de Pajares. El accidente no parece haber sido de gran consideración, pero lo cierto es que Juanín murió y dejó tras de sí duelo, amigos y consternación. La «Hoja del Lunes» del día siguiente le dedicaba la primera plana y páginas interiores. Todas las fuerzas políticas de la región manifestaron su profundo pesar, y en este caso debe entenderse que era sincero, pues pocos hombres políticos hubo en la transición tan razonables, lúcidos y dialogantes, a la vez que buena persona. Incluso un cantautor compuso un planto con motivo de su muerte, en el que increpaba al río Huerna por haberle dado muerte, a la manera clásica. Al dolor del PC, para quien constituía una pérdida irreparable (no tardaría en evidenciarse que lo de «irreparable» no era simple retórica), se sumaron los demás partidos. La Agrupación Socialista de Oviedo envió dos coronas al entierro, una por PSOE y otra por UGT, aunque el mentecatín de turno invocó el artículo de los nuevos estatutos que regulaba la asistencia de militantes socialistas a manifestaciones y actos políticos convocados por otras fuerzas. Pues se entendía que el entierro de Juanín sería un gran acto de afirmación política de CC OO, además de un acto piadoso. CC OO demostraba su gran capacidad de convocatoria, pero se trataba de una victoria pírrica, porque perdía a Juanín.

El entierro se efectuó en La Frecha el martes 4 de enero, por la tarde. A la salida de Pola de Lena ya se iniciaba la enorme caravana de coches y autobuses, y a partir de Campomanes resultaba imposible continuar, por lo que el último tramo del camino hubo que hacerlo andando, hasta La Frecha. Los más eufóricos calculaban unos treinta mil asistentes y doscientas coronas, aunque el día siguiente «El País» rebajó la cifra a quince mil y lo que entonces dijera «El País», para un «progre», iba a misa. Hacía un frío de hielo y el suelo estaba húmedo y embarrado. Por todas partes se respiraba humedad: una humedad gris. Al pasar el féretro se alzó un bosque de puños cerrados. Detrás iban el cura revestido de negro y presidiendo el duelo, Marcelino Camacho, Ariza, Sartorius y López Salinas: éste, fumando un cigarrillo. Yo estaba con el veterano socialista Emilio Llaneza, naturalmente, muy atrás. El cementerio está en lo alto de una colina, en un escenario rodeado de montes nevados, y el sol rojo del crepúsculo iluminaba la nieve. Hubo discursos y el anuncio de que el centro de Estudios del PC llevaría a partir de entonces el nombre de Juan Muñiz Zapico.

La democracia española se forjó en entierros espectaculares. El del general Franco fue el primer paso imprescindible. Luego fue enterrado el profesor Tierno Galván como si hubiera sido presidente de la República, y el conde de Barcelona, como si fuera rey. El entierro de Juanín, con su escenografía rural y proletaria, no fue menos representativo. No mucho después murió el dirigente socialista Agustín González mientras trabajaba, como todos los días, en el mercado de Gijón. Agustín González había sido de los pocos que mantuvieron la lucha socialista durante el franquismo y a su decisión se debe que las organizaciones socialistas asturianas votaran por la renovación en el trascendental Congreso de Suresnes. A su entierro en la Hueria de Carrocera acudieron Felipe González y Alfonso Guerra, con ropas de pana, patillas al depurado estilo Sierra Morena y sin afeitar (o con la barba tan cerrada como si no se hubieran afeitado), lo que les daba cierto aire facineroso, y Luis Yáñez, con abrigo hasta los tobillos y aspecto de contable: los tres llevaban la caja mortuoria entre puños cerrados y sones de la «Internacional». Como el PSOE estaba llamado a ser más moderado que el PC, era inevitable que se mostrara más radical y revolucionario en los gestos externos. Pero aquel entierro, pese a que reunió a mucha gente, no fue como el de Juanín. Entonces el PSOE no tenía el prestigio del PC, y Agustín González, con haber sido un buen militante socialista y un honesto luchador, no era Juanín.

 




 
LLEGA A LLANES LA EXPOSICIÓN LA TRANSICIÓN EN ASTURIAS
El Oriente de Asturias, 24 de diciembre de 1999

Se presenta, hasta el 12 de enero, la muestra "La transición en Asturias", de la Fundación Juan Muñiz Zapico (Comisiones Obreras), a través de la cual se recupera y preserva la memoria colectiva de uno de los más cruciales periodos de la Historia del Principado.

La exposición se estructura en varios apartados: "Años de guerra y de cárcel cimentaron la alborada"; "El cambio de las instituciones"; "Forzando la libertad"; "Un cúmulo de demandas insatisfechas"; "La conquista de la calle"; "Hablan las urnas"; "La derecha"; "La izquierda histórica"; "El mosaico de la nueva izquierda"; "El asturianismo echa a andar"; "Sindicalismo de clase"; "Los movimientos sociales"; "La movilización social"; "Las fuerzas de la cultura"; "La crisis industrial"; "La prensa sindical y política"; y "Galería de retratos".

En esta muestra, cuyo comisario es Rubén Vega García, se resalta el protagonismo colectivo de los asturianos, reflejando el papel del movimiento obrero y la movilización popular en el camino a la democracia.

 




 
LA FUNDACIÓN JUAN MUÑIZ ZAPICO EDITA UN CATÁLOGO SOBRE LA TRANSICIÓN EN ASTURIAS
El Comercio, 3 de diciembre de 1999

La Fundación Juan Muñiz Zapico ha editado un libro-catálogo sobre la transición en Asturias. El ejemplar se presentó ayer , un día en que la exposición itinerante de esta organización se abrió al público ovetense.

La muestra, también sobre la transición democrática en el Principado, se inauguró en abril y ha viajado por las cuencas mineras y Cangas de Narcea antes de llegar a Oviedo. A medida que la exposición ha ido avanzando por la geografía asturiana, se han añadido paneles correspondientes a cada localidad. Ahora el teatro Campoamor, desde ayer y hasta el próximo 22, acoge esta muestra de manera integral, con datos también sobre la transición democrática en Oviedo, Gijón y Avilés.

El libro-catálogo está íntimamente unido a la exposición. Así se puso de manifiesto en la presentación que tuvo lugar ayer. Al acto asistieron Rubén Vega, director de la Fundación Juan Muñiz Zapico; María Jesús Álvarez, presidenta de la Junta General del Principado de Asturias; Óscar Cuetos, concejal de Juventud del Ayuntamiento de Oviedo; y Francisco González, responsable del área de Acción Sociopolítica y Fundaciones de CC.OO. de Asturias.

Según Vega, "la Fundación Juan Muñiz Zapico ha pretendido ser ambiciosa. Quería llevar a cabo una labor que resaltara la exposición. Por eso no se ha editado un folleto, sino un catálogo". El ejemplar de 240 páginas y 450 imágenes, ofrece una visión de esta etapa desde la perspectiva de las instituciones, los movimientos obreros y sociales, las entidades culturales y los medios de comunicación. "El ejemplar transmite la idea de que la transición no se hizo sólo en Madrid, Barcelona o el País Vasco -subrayó Vega- sino también en nuestra comunidad y desde muchos frentes. Reflejamos, por tanto, ese protagonismo colectivo".

El catálogo narra el trabajo que conlleva la exposición. Sin embargo, también nace con el deseo de convertirse en una obra de referencia. "El libro recupera una parte reciente de nuestra historia. Gracias a la transición se lograron unas condiciones y el clima de libertad en el que se mueven las generaciones actuales. De este modo, el catálogo se dirige también a aquellos que han oído hablar del tránsito hacia la democracia. El libro quiere cubrir el vacío de conocimientos que tienen los jóvenes sobre esta etapa", indicó el director de la Fundación Juan Muñiz Zapico.

En este propósito hicieron hincapié la presidenta de la Junta General del Principado, María Jesús Álvarez, y Francisco González, responsable del Área de Fundaciones de CC.OO. Éste afirmó que "a pesar de los avances, tenemos que ser críticos con el tiempo que nos ha tocado vivir".

 




 
MUESTRA SOBRE LA TRANSICIÓN EN EL HOGAR DEL PENSIONISTA DE POLA DE LAVIANA
El Comercio, 5 de octubre de 1999

La exposición La Transición en Asturias se exhibe a partir de hoy y hasta el día 24 del presente mes en el hogar de los pensionistas de Pola de Laviana. El acto inaugural tendrá lugar esta tarde, a las 19 horas, y contará con las intervenciones del alcalde de Laviana, Juan Ramón Zapico; el secretario general de CC.OO. en el Nalón, José Antonio González, y el presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, organizadora de la muestra fotográfica, Rubén Vega. Coincidiendo con la presentación, se proyectará un vídeo sobre el mismo tema.

La exposición se compone de 350 fotografías, realizadas por profesionales y aficionados, en las que se recogen los aspectos de la política sindical, cultural, social y de gobierno que tuvo lugar en la región de manera general, y en la comarca del Nalón, de manera particular, durante el periodo de la transición.

Esta exposición tiene carácter itinerante. Desde el pasado mes de abril, viene mostrándose al público en los distintos concejos de la provincia. Hasta el mes de marzo, la muestra se presentará en otras localidades.

La Fundación Juan Muñiz Zapico, organizadora de esta exposición, está trabajando en varios proyectos, como la creación de un archivo de la historia del trabajo.

 




 
TRANSICIÓN A PIE DE CALLE
Gijón acoge una exposición de fotografías sobre la década de los setenta en Asturias
La Voz de Asturias, 23 de abril de 1999

Si hay una etapa crucial en la historia española reciente esa es la transición. Una época reflejada en numerosas publicaciones y otros tantos documentales, y que la Fundación Juan Muñiz Zapico rescata ahora con una exposición fotográfica que pretende ofrecer una visión de ese periodo.

Siempre que se habla de la transición española suele tenderse a centrar todo el protagonismo del proceso en unos pocos líderes políticos, sociales o sindicales. Pocas veces aparece reflejado como mereciera el movimiento de la calle, las manifestaciones de miles de personas anónimas pidiendo libertad y amnistía.

La Fundación Juan Muñiz Zapico quiere dar la vuelta a esta costumbre con el primer acto que organiza de cara al público: la exposición fotográfica La Transición en Asturias, que acogerá el edificio de la Antigua Rula desde el próximo domingo hasta el 16 de mayo.

Más de 350 imágenes componen esta exposición, de las que unas 50 están centradas en Gijón. Rubén Vega, presidente de la fundación, explica que en las fotografías "se verá el protagonismo colectivo de la sociedad asturiana durante la transición, y no sólo a los que estaban en los despachos o sujetando la pancarta en las cabeceras de las manifestaciones que tenían lugar".

La mayoría de las 350 fotografías son inéditas, ya que pertenecen a donaciones particulares y hasta ahora han permanecido ocultas en el fondo de un cajón o entre las páginas de un libro.

Según Vega, las imágenes que resumen la década de los setenta en Asturias "pretenden recuperar la memoria de un tiempo reciente pero que está desapareciendo".

Pero la Fundación Juan Muñiz Zapico no sólo quiere rescatar la memoria de la generación que vivió la transición. Otro de los objetivos de la exposición es que quienes aún no habían nacido en aquella época sepan cómo se llegó a conseguir la democracia en España.

Por eso el programa de la muestra incluye, numerosas visitas de escolares, que podrán leer en pequeños textos junto a las fotografías qué es lo que refleja cada una de las imágenes.

Este es el primer acto que organiza la Fundación Juan Muñiz Zapico. Una fundación auspiciada por el sindicato CC.OO. y que pretende ser un instrumento de trabajo para investigaciones sociales e históricas que tengan que ver no sólo con el mundo laboral, sino con diversos aspectos relacionados con la sociedad asturiana, además de pretender ser un foro de debate.

La exposición que acogerá Gijón será presentada a las doce del mediodía el domingo en el teatro Jovellanos. A lo largo del acto se proyectará un vídeo y además actuará el grupo Nuberu. La entrada es gratuita.

 




 
TRESCIENTAS IMÁGENES RESUMEN LA TRANSICIÓN EN ASTURIAS
La Nueva España, 17 de abril de 1999

La Fundación Juan Muñiz Zapico, vinculada a Comisiones Obreras de Asturias, inagura sus actividades con una muestra fotográfica sobre la transición política en el Principado, que se expone en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo desde el pasado día 9 al 23 de abril.

La transición política en Asturias fue un período particularmente intenso y difícil de circunscribir a una fecha determinada. Antes de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, la "Revolución de los Claveles" en Portugal, el asesinato del almirante Carrero Blanco o la primera enfermedad de Franco contribuyeron a minar la fuerza del régimen y a preconizar un cambio democrático. En un intento de resumir gráficamente una de las épocas más controvertidas en las que fue necesario el autocontrol de todas las fuerzas del entramado social, la Fundación Juan Muñiz Zapico de Comisiones Obreras de Asturias expone, en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo, una muestra gráfica sobre la transición en el Principado.

Rubén Vega, presidente de la fundación, asegura "que la idea de hacer una exposición como ésta nace hace unos seis meses con el fin de mostrar a la sociedad asturiana qué pasó durante los años que nos condujeron a la democracia. Este es el primer paso para crear un archivo histórico relacionado con el movimiento obrero e ir ampliándolo a la sociedad en general, a través de proyectos de investigación, mesas redondas o exposiciones".

Mudanza política

A través de varios paneles la Fundación Juan Muñiz Zapico estructura la transición asturiana, reflejando los factores que jugaron una baza clave para forjar la mudanza política. Así a través de un recorrido guiado, varias fotografías muestran los años de guerra y cárcel y la vuelta de los exiliados, en un intento por cicatrizar definitivamente las heridas de la guerra civil.

La presión desde la calle, con manifestaciones multitudinarias de sindicatos, estudiantes, mujeres, etc., por la amnistía total y la libertad política mueve desde el silencio burocrático y el griterío popular a un cambio en las instituciones, "en las que el peso de Arias Navarro sería decisivo, hacia el año 1976, para templar las dos iniciativas y llevarlas a ceder, cada una por su parte", dice Rubén Vega.

Los medios de comunicación, en concreto la prensa escrita, fueron otro de los factores desencadenantes de un proceso vertiginoso de cambio democrático en la región y mientras el país, en términos globales, se servía de la prensa como medio para configurar un diálogo político, Asturias comenzaba a ver reflejadas las reivindicaciones que, durante cuarenta años, habían sido acalladas o urdidas en la clandestinidad. Las publicaciones periódicas, en especial "Asturias Semanal", fue un elemento más que apostó, incluso antes del inicio del verdadero cambio, por el advenimiento de la democracia, a través de escritos o imágenes que en silencio gritaban la libertad democrática en Asturias.

La exposición de la transición escarba en la sociedad asturiana, interroga a los artífices del cambio democrático aún en vida, recoge imágenes de una época en la que, tras las reivindicaciones laborales, los movimientos sociales y la canción comprometida, se acecha el cambio democrático.

 




 
LA FUNDACIÓN JUAN MUÑIZ ZAPICO COMIENZA SU ANDADURA CON UNA EXPOSICIÓN DE 300 FOTOS
El Comercio, 9 de abril de 1999

La Fundación Juan Muñiz Zapico, puesta en marcha por el sindicato CC.OO., comienza hoy su andadura con la inaguración de una exposición fotográfica sobre la transición en Asturias, formada por un total de 300 imágenes, muchas de ellas inéditas hasta ahora.

La transición en Asturias, que estará expuesta en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo, está compuesta por 300 fotografías, la mayoría de ellas inéditas y pertenecientes a colecciones privadas. Según explicó el presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, Rubén Vega, la muestra es "la puesta de largo de la fundación y la mejor manera de hacerlo". Tras la apertura de la exposición, en un acto que presidirá, a las seis de la tarde, el rector de la Universidad de Oviedo, se celebrará una mesa rendonda en la que participarán representantes de los diferentes medios de comunicación asturianos.

Vega calificó de "muy interesante" la muestra por el tema en sí, "ya que la transición interesa a todo el mundo" y por la novedad pues, según él, ésta es la primera vez que en Asturias se lleva a cabo un proyecto de estas características de tal envergadura. También hizo especial hincapié en el fondo documental sobre el que se apoya la muestra y el planteamiento que se le ha dado a la misma.

"Hemos partido de un esquema previo muy exhaustivo ya que intentamos reflejar una época concreta de nuestra historia que ha marcado y sigue marcando nuestro futuro. Con la exposición queremos dejar patente la pluralidad de posturas, la diversidad, la visión de las mayorías y de las minorías, el reflejo de una época más allá de partidismos pues el fin último es recuperar un pasado que no está tan lejano en el tiempo, nuestra memoria colectiva", explicó. Otro aspecto de la muestra- que será itinerante- es el mensaje, según Rubén Vega, "explícito y consciente de que la transición es cosa de mucha gente y no sólo de los cuatro que aparecían en las fotos. Los historiadores y los medios de comunicación han distorsionado esa época". La fundación publicará un catálogo y un vídeo de la exposición.

La fundación toma su nombre de un sindicalista asturiano de CC.OO. represaliado por la dictadura de Franco.